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EL SUBJETIVISMO EN LA NARRATIVA DE FÉLIX ALBERTO MARTÍNEZ PERDOMO


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2011  •  3.373 Palabras (14 Páginas)  •  852 Visitas

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EL SUBJETIVISMO EN LA NARRATIVA DE FÉLIX ALBERTO MARTÍNEZ PERDOMO

Por César Lazo

De manera repentina, el escritor Félix Alberto Martínez Perdomo (poeta y narrador hondureño) nos abre las puertas de su creatividad a través de las páginas de su segundo libro de cuentos, PAPUNA O VIENTO LUNAR, y nos hace partícipe en su afán de vindicar la literatura con la responsabilidad que dicho oficio exige.

Félix Alberto no se conforma ni se plega a los cánones. Por eso no debe asombrarnos su praxis literaria que evidencia la elaboración cuidadosa y esmerada, hilvanando y deshilvanando, desde perspectivas diferenciadas y muchas veces contrapuesta a la realidad a la realidad; fenómeno contrario, tal vez antagónico a esa modernidad globalizada que hoy abona al facilismo, la inclinación a lo burdo del mal gusto, a la degradación de la palabra escrita, y que lejos de alimentar nuestro sentido creador y desvelar las mil oportunidades de la escritura que universaliza, nos ata a las limitaciones del habla, con los idiotismos muy comunes a la oralidad de actuantes oficiosos.

Con sus narraciones, Félix Alberto Martínez Perdomo, trata de acercar el lenguaje denotativo, huérfano de lo poético, a una visión literaria, nueva en el entorno, de experimentación verbal, condición sine qua non del quehacer poético.

Trata de romper con ciertas ataduras atávicas; no por azar nos induce a explorar la realidad cotidiana desde una dimensión tal, que nos obliga a mirar hacia nuestra solitariedad.

Su escritura es un actuar reflexivo, sin soslayar los vicios colectivos de una sociedad desvalorada, degradada y desamorada; tampoco deja de lado el comportamiento de los individuos que maniatados al yo le ponen un cerrojo a la única puerta que nos conduce a la interioridad para encontrar el tú.

Sus escritos nos presentan un estilo diferente, de rompimiento, un manejo del lenguaje que permite el movimiento, rápido o lento, de la acción operada a través de la anécdota, utilizando recursos donde la esencialidad del asunto nos obliga a hacer una valorización, en el contexto de la modernidad que nadie puede negar ni evadir, e iniciar un proceso de sustitución de los códigos estéticos.

El libro que hoy presentamos y prologamos, contiene doce narraciones, inútilmente dividido en cuatro partes, pero que el autor pretende (es lo que yo supongo) burlarse de los seudocríticos, de los copistas y repetidores que merodean por la superficie de la academia, sin hundirse en el complejo sistema de las corrientes de la cultura y del conocimiento universal.

Haciendo uso de sus facultades de narrador con pleno dominio de su instrumental, refinada ilación de argumentos y los recursos formales, y muchas veces haciendo uso de párrafos cortos, no por ausencia de riqueza, sino para lograr mayor movimiento en la acción narrativa, juego verbal que agiliza o sostiene el viaje retrospectivo del presente al pasado o viceversa, reconstruyendo eventos o el simple discurrir de la conciencia de personajes muchas veces invisibles, pero omnipresentes, para regalarnos un texto que puede resultar de difícil lectura, porque cada narración, con la excepción de El Héroe Desolado, se concentra en su propio vórtice; hacen una traslación de la realidad subyacente al mito o a ciertos imaginarios con los cuales el autor le da un tratamiento onírico y hasta mitológico al espacio y al tiempo, y hace coincidir , en el mismo momento (espacial y temporal ) a personajes reales de ficción, entre los cuales median siglos.

En el presente trabajo trataré de darle mi interpretación muy personal, digo muy personal, porque cada lector descodifica la obra narrativa o poética de acuerdo a ciertos intereses y situaciones circunstanciales, ajenas a la motivación que origina dicha escritura estética. De ahí que me limitaré a reseñar someramente algunos cuentos tomados al azar, más que reseña, una interpretación personal, de repente, unilateral y estrecha, propia de un diletante del análisis literario porque no soy crítico ni pretendo ocupar ese lugar para el cual no estoy capacitado.

La primera parte o Cuentos Para Lectores Cultos, se inicia con, “Un Clásico”, narrado en segunda persona. Los personajes se mueven en un onirismo disociativo que raya con la locura.

Lo real y lo imaginario se constituyen en un conjunto referencial en el contexto de una narración que yo califico de fantástico por sus implicaciones formales.

Cuando hurgamos en la esencia del asunto descubrimos la pedantería de un comprador de literatura “ clásica ” y de ahí el porqué Madame Bovary, La Gioconda, Los Hermanos Karamazov, Dante, Edgar Allan Poe, Cervantes y La Dulcinea del Quijote, son los personajes que interactúan, con el protagonista que resulta ser en la vida real, un primo del autor (Perdomo, El Pintor de Comayagua ) que con sutil ironía trata sobre el comportamiento de cierto grupito de sujetos megalómanos actuantes en cualquier sociedad.

“El Lugar de la Palabra”, es una narración que mezcla anécdotas personalizadas, combinándolas con el discurso ensayístico, hace descripciones o valoraciones lingüísticas-literarias. Interactúan personajes imaginarios con personajes reales en el pasado y el presente.

Los personajes están muertos, CASSIRER por ejemplo, y a través del fluir de sus recuerdos nos introduce en el círculo, para cavilar alrededor del significado de “El Lugar de la Palabra” y nos convierte en protagonistas en la historia que deviene intemporal.

Todo sucede en una funeraria, en la cual “siete velas eléctricas! iluminan sendos féretros , donde los restos ajados de la anciana madre de Cassirer y el mismo Cassirer Como un signo suspensivo reventado aguardan para ser llevados al nicho familiar ”.

Extrañamente el ambiente fúnebre y el dolor que puede causar la muerte de alguien que amamos o admiramos, en esta historia particular, no nos provoca ningún dolor, porque hay un distanciamiento de todo sentimiento, no hay emoción posible. Esta ausencia de emoción deshumaniza la historia que se nos cuenta, y de ahí la habilidad del autor que nos pone frente al espejo de la palabra vacía, que no provoca ni alegría ni dolor ni odio; comportamiento éste de quien mira la literatura como un fin y no como la “razón de ser” de darle vitalidad al lenguaje y como un acto comunicacional que hace al hombre un ser esencial, capaz de usar la fuerza de la palabra para el cambio.

Aprovecha el autor para decirnos que los hombres o más bien algunos hombres matan la palabra y que otros (los poetas) “hacen que una palabra se inflame hasta que revienta, entonces los pensamientos cobran alas y abren el aire, y el cielo se ve bajo una lluvia de estrellas

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