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El Choloo


Enviado por   •  19 de Agosto de 2013  •  521 Palabras (3 Páginas)  •  535 Visitas

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EL CHOLO DE LAS PATA E MULA

-¿Pa´onde vas?

-P´abajo. Onde ño Gumersindo. Vo a mariquiar.

-Ajá

Mordia el viento-tal que un tiburón- el rostro prieto de ambos. Las canoas se unian.

Grito de mar latigueaba de lejos el ambiente. Los mangles se dirían una extraña fila de centauros.

-Todo y hey cogio la atarraya. Y no hey hecho nada.

Parece que las listas me huyeran.

-¿Entonce?

-Ej que vo a marisquear. Vo a coger pata e mula. Me gusta mas que la cincha prieta y er mejillón. Estas son muy pequeñas, con ellas no hay pa para la olla, si no se coge batantisimo.

-Ajá

Gritaba una vada de agua. Roncaba un tambulero sobre el agua, -tal que largartos innumerables-saliaan las figuras sepia grises de los bajos.

-Ta bien, pué. Ta luego

-Ta luego.

EL CLIS DE SOL

No es cuento, es una historia que sale de mi pluma como ha ido brotando de los labios de ñor Cornelio Cacheda, que es un buen amigo de tantos como tengo por esos campos de Dios. Me la refirió hará cinco meses, y tanto me sorprendió la maravilla el no comunicarla para que los sabios y los observadores estudien el caso con el detenimiento que se merece.

Podría tal vez entrar en un análisis serio del asunto, pero me reservo para cuando haya oído las opiniones de mis lectores. Va, pues, monda y lironda, la consabida maravilla.

Nor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de edad, como nacidas de una sola "camada" como él dice, llamadas María de los Dolores y María del Pilar, ambas rubias como una espiga, blancas y rosadas como durazno maduro y lindas como si fueran "imágenes", según la expresión de ñor Cornelio. Contrastaban la belleza infantil de las gemelas con la sincera incorrección de los rasgos fisionómicos de ñor Cornelio, feo si los hay, moreno subido y tosco hasta lo sucio de las uñas y lo rajado de los talones. Naturalmente se me ocurrió en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de boquirrubias. El viejo se chilló de o

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rgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés de la peluda mano y contestó:

-¡Pos yo soy el tata, más que sea feo el decilo! No se parecen a yo, pero es que la mama no es tan pior, y pal gran poder de mi Dios no hay nada imposible.

-Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así como las chiquitas?

-No, señor; en toda la familia no ha habido ninguno gato ni canelo; todos hemos sido acholaos.

-Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan

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