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El Constumbrismo


Enviado por   •  3 de Junio de 2013  •  609 Palabras (3 Páginas)  •  444 Visitas

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EL CONSTUMBRISMO

ANGELA VIVIANA PACALAGUA RINCON

WILLIAM RENE DELGADO

INSTITUCION EDUCATICA DEPARTAMENTAL SANTA MARIA

ESPAÑOL

1004

ABRIL 26/2013

El POZO DEL FRAYLE

La construcción del templo y convento de San Francisco fue obra emprendida y realizada en la sexta década del siglo pasado. Para levantar los muros de la vasta y espaciosa construcción fue menester, previamente, fabricar varias decenas de miles de adobes. Un lego de la comunidad franciscana, experto en albañilería, halló la tierra más apropiada para ello, a corta distancia de donde se iba a edificar, precisamente en el lugar, entonces baldío, que en líneas atrás se ha señalado.

Instalada allí la adobería, bajo la dirección del lego, se procedió a preparar el barro, cavando y cavando recio. Pero como los adobes eran tantos, el sitio de la excavación se agrandó hasta adquirir considerables dimensiones. Había terminado apenas la obra preliminar, cuando el hermano lego murió de aquello que nuestros abuelos decían “muerte repentina”. La hoya quedó abierta, y cuando se llenó de agua, en tiempo de lluvias, quedó transformada en pozo.

Paraje sin dueño, tan próximo y con agua abundante por merced del pozo, no podía menos de despertar la ambición de apropiárselo. Un primer pretendiente entró sin más ni más, plantó estacas para comienzo de cerco y se puso a edificar. Estaba en ello cuando cierta noche vio que por la orilla del pozo discurría un fraile con la capucha alzada de tal modo que le cubría la cara. A empezar de aquella noche la figura del fraile no dejó de mostrarse allí, siempre encapuchado y murmurando extrañas palabras en voz baja y gangosa. El loteador… perdón, quise decir el aspirante a propietario del fundo, fue presa del miedo y decidió marcharse, abandonándolo todo. No era para menos.

Con un segundo y tercer pretendiente ocurrió igual. El fraile aparecía junto al pozo tan pronto había conatos de ocupar el fundo, y no era más. No faltó, a la larga, un valentón resuelto a sobreponerse. Este, acompañado de un amigo, no sólo esperó a pie firme la aparición, sino que fue hacia ella, no bien asomó de entre la oscuridad. La valentía del sujeto tuvo su merecido. El fraile levantó un poco la capucha que le cubría la cara… ¡Pero “aquello” no era cara, sino una monda y horrible calavera!

Demás está decir que el metido a valiente y su amigo echaron a correr a todo lo que dieron sus piernas. Si la vida se les hubiera alargado, hasta ahora mismo seguirían corriendo.

De esas hechas nadie más osó aspirar a la ocupación de los terrenos contiguos al “pozo del fraile”. Se llegó a la convicción de que éste no podía ser sino el lego de los adobes, o mejor dicho su alma, que estaba penando, seguramente, por algo que debió dejar

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