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El Hombre Que No Creia En El Amor


Enviado por   •  15 de Mayo de 2013  •  1.896 Palabras (8 Páginas)  •  516 Visitas

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..El hombre que no creía en el amor

Quiero contarte una vieja historia sobre un hombre

que no creía en el amor. Se trataba de una persona normal,

como tú y como yo, pero lo que lo hacía especial

era su manera de pensar: estaba convencido

de que el amor no existía.

Había acumulado mucha experiencia en su intento

de encontrar el amor, por supuesto,

y observado a la gente que tenía a su alrededor.

Se había pasado buena parte de su vida

intentando encontrar el amor

y había acabado por descubrir que el amor no existía.

Donde quiera que fuese solía explicarle a la gente

que el amor no era otra cosa que una invención de los poetas,

una invención de las religiones que intentaban, de este modo,

manipular la débil mente de los seres humanos para controlarlos

y convertirlos en creyentes. Decía que el amor no era real y que,

por esa razón, ningún ser humano lo encontraría

jamás aun cuando lo buscase.

Este hombre tenía una gran inteligencia

y resultaba muy convincente. Había leído muchos libros,

estudiado en las mejores universidades

y se había convertido en un erudito respetado.

Era capaz, en cualquier parte y ante cualquier audiencia,

de defender con contundencia su razonamiento.

Lo que decía era que el amor es como una especie de droga;

te exalta, pero a su vez crea una fuerte dependencia,

por lo que es posible convertirse en un gran adicto a él.

Y ¿qué ocurre entonces cuando no recibes tu dosis diaria,

dosis que necesitas al igual que un drogadicto?

Solía decir que la mayoría de las relaciones entre los amantes

se parecen a las que mantiene un adicto a las drogas

con la persona que se las suministra.

La persona que tiene la necesidad mayor

es la que sufre la adicción a las drogas;

la que tiene la necesidad menor es la que se las suministra.

Y la que tiene menor necesidad

es la que controla toda la relación.

Si es posible ver esta dinámica de forma tan diáfana

es porque, generalmente, en todas las relaciones hay

una persona que ama más y otra que ama menos

y que se aprovecha de la que le ofrece su corazón.

Es posible ver de qué modo se manipulan la una a la otra,

sus acciones y reacciones, que son, sencillamente,

iguales a las de un adicto a las drogas y su suministrador.

El adicto a las drogas, el que tiene más necesidad,

vive con un miedo constante, temeroso de que,

quizá, no sea capaz de conseguir su próxima dosis de amor,

o de droga. El adicto a las drogas piensa:

“¿Qué voy a hacer si ella me deja?”.

Ese miedo lo convierte en un ser muy posesivo.

“¡Eso es mío!” Se vuelve celoso y exigente porque teme

no conseguir su próxima dosis. Por su parte,

el suministrador puede controlar y manipular a la persona

que necesita la droga dándole más dosis,

menos o retirándoselas del todo.

La persona que tiene más necesidad acabará

por rendirse completamente y hará todo lo que pueda

para no verse abandonada.

De este modo, el hombre continuó explicando a la gente

por qué no existía el amor. “Lo que los seres humanos llaman AMOR

no es otra cosa que una relación de miedo

que se fundamenta en el control”.

¿Dónde está el respeto? ¿Dónde está el amor que aseguran tenerse?

No hay amor.

Las parejas jóvenes se hacen un sinfín de promesas mutuas

delante del representante de Dios, de sus familias y de sus amigos:

vivir juntos para siempre, amarse y respetarse,

estar junto al otro en lo bueno y en lo malo.

Prometen amarse y honrarse y mucho más.

Pero, una vez casados -pasada una semana,

un mes o unos cuantos meses-,

ya se puede ver que no mantienen ninguna de esas promesas.

“Lo que hay es una guerra de control

para ver quién manipulará a quién. ¿Quién será el suministrador

y quién tendrá la adicción? Unos meses más tarde descubrirás

que el respeto que juraron tenerse mutuamente se ha desvanecido.

Descubrirás el resentimiento, el veneno emocional, y verás cómo,

poco a poco, empezarán a herirse el uno al otro,

una situación que crecerá y crecerá

hasta que lleguen a tener miedo de quedarse solos,

hasta que lleguen a temer las opiniones y los juicios de los demás

y también sus propios juicios y opiniones.

Pero ¿dónde está el amor?”.

Solía afirmar que había visto a muchas parejas mayores

que habían compartido su vida durante treinta,

cuarenta o cincuenta años y que se sentían muy orgullosas

de haber vivido unidas todos esos años. No obstante,

cuando hablaban de su relación, lo que decían era:

“Hemos sobrevivido al matrimonio”.

Eso significa que uno de ellos se rindió ante el otro;

en un momento determinado ella renunció

y decidió soportar el sufrimiento.

El que tenía mayor empeño y menor necesidad de los dos

ganó la guerra, pero ¿dónde está la llama que denominan amor?

Se tratan el uno al otro como si fuesen una posesión:

“Ella es mía”. “Él es mío”.

El hombre continuó hablando incansablemente

de todas las razones por las cuales creía que el amor no existía

y siguió diciendo: “Yo ya he pasado por todo eso.

No volveré a permitir que nadie manipule mi mente

y controle mi vida en nombre del amor”.

Sus argumentos eran bastante lógicos

y convenció a mucha gente con sus palabras.

El amor no existe.

Sin embargo, un día, este hombre salió a dar un paseo por un parque,

donde se encontró, sentada en un banco,

a una hermosa mujer que estaba llorando. Cuando advirtió su llanto,

sintió curiosidad, se sentó a su lado y le preguntó si podía ayudarla.

También le preguntó por qué lloraba.

Puedes imaginar su sorpresa cuando ella le respondió

que estaba llorando porque el amor no existía.

Él dijo: “Esto es increíble:

¡una mujer que cree que el amor no existe!”.

Por supuesto, quiso saber más cosas de ella.

-¿Por qué dice que el amor no existe? -le preguntó.

-Bueno, es una larga historia -replicó ella-.

Me casé cuando era muy joven, estaba muy enamorada,

llena de ilusiones y tenía la esperanza de compartir mi vida

...

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