El Jarrón Azul O La Anécdota Del Hombre Luchador
Enviado por barca.atlas • 22 de Agosto de 2012 • 6.493 Palabras (26 Páginas) • 1.487 Visitas
La Anécdota del luchador que no se da por vencido
Mr. Alden P. Ricks, mejor conocido como "Cappy Ricks" fue el fundador y el espíritu dirigente de una importante empresa maderera y de vapores. En teoría, ya se había retirado de la dirección activa del negocio, pero en realidad continuaba siendo su principal guía y consejero, rehusando -como él mismo se expresó- a abandonar su actividad mental no obstante haber suspendido su actividad física.
Los ayudantes y administradores activos de "Cappy" eran: Mr. Skinner, encargado del negocio de maderas, y Matt Peasley, quien dirigía el de vapores. Ambos eran hombres competentes en quienes Cappy tenía plena confianza, aunque a veces le entraban dudas de su buen criterio, especialmente en lo que se refiere a juzgar la capacidad de otros.
El problema que estos tres personajes confrontaban, era la situación que existía en su oficina en Shanghai. El empleado que habían enviado a hacerse cargo de ella estaba dando mal resultado, aunque esto no sorprendía a Cappy, porque en su opinión carecía de ciertas cualidades que él consideraba esenciales.
-Skinner, ¿tienes un candidato para el puesto?, pregunto Cappy.
-Siento decirle que no, Mr. Ricks; todos los empleados que tengo bajo mis órdenes son demasiado jóvenes... demasiado jóvenes para asumir esa responsabilidad.
-¿Qué quieres decir con "demasiado jóvenes?", replicó Cappy.
-Bueno, el único a quien yo consideraría competente para ocupar el cargo sería Andrews y él apenas tiene unos treinta años.
-Treinta ños, ¿eh?; pues si mal no recuertdo yo te empecé apagar un sueldo de diez mil dólares y a confiarte la responsabilidad de dos millones cuando apenas tenías veintiocho.
-Es cierto, pero Andrews... bueno, no hemos puesto a prueba todavía su competencia.
-¡Skinner! - interrumpió Cappy en voz resonante - no alcanzo a comprender todavía por qué no te he mandado al diablo. ¿Dices que todavía no hemos puesto a prueba la competencia de Andrews? ¿Porqué tenemos aquí gente que no sabemos lo que pueda hacer...¡contéstame! el mundo de hoy es el mundo de la juventud, y métete eso en la cabeza. (Dirigiéndose hacia el otro administrador continuó:)
¡Matt, ¿qué te parece Andrews para el puesto de Shanghai?!
-Lo creo capaz.
-¿Porqué?
-Porque lleva bastante tiempo con nosotros para haber adquirido la experiencia necesaria.
-¿Crees, Matt, que también tenga el valor necesario para asumir la responsabilidad? Eso es más importante todavía que la tal experiencia que Skinner y tú consideran como lo mas esencial.
-De eso nada puedo decirle a Ud., pero me parece que tiene energía e iniciativa, y personalmente es agradable.
-Bueno, antes de mandarlo hay que convencernos de que tiene energía e iniciativa, de si las tendrá cuando tenga que tomar una decisión inmediata, seis mil millas distante de sus jefes a quienes pudiera consultar y procederr acertadamente de acuerdo con su criterio. Eso es lo más importante, Skinner.
-Tiene Ud. razón, Mr. Ricks, y creo que es Ud. quien debe hacer la prueba.
-Convenidos, Skinner. El próximo representante que mandemos a Shjanghai tendrá que ser un luchador que no se dé por vencido. Ya hemos tenido allá tres que resultaron un fracaso, y de ésos no queremos mas.
Sin decir otra palabra, Cappy se echó de espaldas en su sillón giratorio y cerró los ojos.
-Parece que va a fraguar la prueba para Andrews -dijo Matt Peasley en voz baja a Skinner al salir de la oficina de Mr. Ricks-.
El destino no permitió dejar en paz a Mr. Ricks en sus reflexiones por mucho tiempo. A los diez minutos el teléfono sonaba, y con no poco enfado, como si alguien le hubiera interrumpido un tranquilo sueño, tomó el receptor y gritó: "¡¿Quién es?!"
-Mr. Ricks - respondió la telefonista de las oficinas generales - está aquí un joven que se llama William Peck y desea verlo a Ud. personalmente.
Cappy suspiró como para reflexionar. -Bien, dígale que pase.
Un empleado condujo al visitante ante el presidente de la importante empresa maderera y de vapores. Al hallarse en su presencia, saludó respetuosamente y dijo:
"Mr. Ricks, mi nombre es William E. Peck; le agradezco a Ud. mucho la fineza de concederme una entrevista."
Mirándolo con semblante severo, Cappy le dijo que tomara asiento, señalándole una silla frente a su excritorio, al acercarse Peck a a la silla, Cappy notó que cojeaba un poco y que el brazo izquierdo lo tenía amputado hasta el codo.
-Bien, Mr. Peck, ¿qué desea Ud.?
-He venido a que me dé Ud. Trabajo - respondió Peck.
-Habla Ud. como si tuviera la seguridad.
-Ciertamente, Mr. Ricks, yo sé que Ud. no me lo negará.
-Por qué?
Peck, sonriendo en una forma que le simpatizó a Mr. Ricks, contestó:
"Yo soy agente vendedor, y sé que puedo vender cualquier cosa que tenga algún valor, porque lo he demostrado durante cinco años y quiero demostrárselo a Ud.
-Mr. Peck -dijo Cappy sonriendo- de eso no tengo duda, pero dígame, ¿acaso sus defectos físicos no son un impedimento?
-No, Mr.Rricks, en ningún modo; lo que me queda de cuerpo está sano, sobre todo mi cabeza, y me queda el brazo derecho. Puedo pensar y puedo escribir, y aunque cojeo, puedo ir tras un pedido más aprisa y más lejos que la mayoría de los que tienen dos buenas piernas. ¿Estoy contratado, Mr. Ricks?
-No, Mr. Pekc, lo siento, Ud. sabrá que yo no tomo parte activa en la administración de este negocio desde hace diez años. Aquí simplemente tengo mi oficina para despachar mi correspondencia particular y atender asuntos personales. A quien debe Ud. ver es a Mr. Skinner.
-Ya vi a Mr. Skinner -replicó prontamente Peck- pero por el modo en que me habló parece que no le simpaticé. Me dijo que actualmente no había suficiente negocio aún para ocupar al personal que tiene. Yo le mantifesté que estaba dispuesto a aceptar cualquier ocupación, de taquígrafo para arriba. Puedo escribir a máquina bastante rápido con una mano; puedo llevar una contabilidad y hacer cualquier trabajo de oficina
-¿No le dió ninguna esperanza?
-No señor.
-Entonces -le dijo Cappy en tono confidencial- vaya a ver a mi yerno, el Capitán Peasley, que dirige los transportes marítimos de esta empresa.
-Ya hablé con el Capitán Peasley, quien me trató con mucha amabilidad; me dijo que con todo gusto me daría un puesto pero que los negocios estaban tan malos que por ahora era imposible.
-Bien, amiguito, entonces ¿para que viene a verme a mi?
(Sonriendo nuevamente, Peck respondió:) "Porque quiero trabajar
...