El Principito

CAPITULO XXI

[…]

-Ve a ver las rosas una ver las rosas una vez más. Y así comprenderás que la tuya es la única en el mundo. Regresaras para decirme adiós, y como obsequio te diré una intimidad.

El Principito se fue a ver nuevamente a las rosas:

-En efecto, no son nadad parecidas a mis rosa, todavía nos son nada – les dijo- .Nadie las ha hecho dóciles, y ustedes no han domesticado a nadie. Están ustedes como el zorro. Solo era un zorro común y corriente como otros cien mil. Pero ahora él es mi compañero y ahora es único en el mundo.

Y las rosas se molestaron

-Son realmente bellas, pero están vacías -les dijo todavía-. No se puede ir de este mundo por ustedes. Sin duda un transeúnte común creerá que mi rosa se parece a ustedes. Pero ella sola es para mí más importante que todas ustedes juntas, ya que ella es la rosa a quien yo he cuidado. Y la he puesto bajo un globo, y le di cobijo con un biombo. Y también la libere de las orugas, y solo deje a aquellas que se convirtieron en insectos. Es ella la rosa a quien yo escuche expresarse o elogiarse, o aun, algunas veces, callarse. Porque, al fin de todo, ella es mi rosa.

Y volvió con el zorro: -Adiós –dijo. –Adiós –dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se puede ver bien si no con el interior. Lo esencial es intangible a la vista. –Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el Principito para no olvidarlo. –El espacio que dejaste ir por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. –El tiempo que perdí por mi rosa… -dijo el Principito para no olvidarlo. –Los hombres han olvidado esa gran realidad –dijo el zorro-. Pero tú no la olvides. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres el encargado de tu rosa… -Soy responsable de mi rosa… -repitió

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