El guerrero.

Sus pasos hacia la muerte eran firmes, estaba decidido a terminar con su sufrimiento y haría lo que tuviera que hacer para conseguirlo. Cuando el agua cubrió su cabeza y el oxígeno comenzó a faltar vio frente a sus ojos la historia de su vida, su infancia en los brazos de su madre, su abuela llevándole a la escuela, su primer amor y al mirar de nuevo el rostro de su amada recordó la promesa que le había hecho antes de partir a la guerra. Te juro que volveré – Y yo te juro que te esperare, replico ella. En su agonía aquel guerrero sintió un escalofrió que le recorrió desde los pies a la cabeza, sus ojos se abrieron y alcanzaron a ver unos cuantos rayos de sol que atravesaban el agua que lo asfixiaba y lo encaminaba a la muerte. No quiero morir, no debo morir y con el último aliento en sus pulmones comenzó a luchar una vez más, ahora contra sus mismas decisiones.

Empujó fuerte y por más que intentaba sentía que la vida se iba de su cuerpo. Y entre más se hundía, mas fuerte era su deseo de volver a ver a su amada. Entonces, sintió tierra firme bajo sus pies. Y a pesar del inmenso dolor que estremecía  sus piernas se impulsó con todas sus fuerzas, al llegar a la superficie sintió como los rayos del sol calentaban de nuevo su cara, el aire llenando sus pulmones le regresaba la vida y su corazón latía fuerte y apasionado, siempre tuvo una razón por la cual vivir, siempre existió esa fuerza que lo empujaba en cada batalla, el motor de su vida y su razón de ser, la desesperanza y la brutalidad humana lo habían hecho olvidar, habían cegado sus ojos y endurecido su corazón, pero en el fondo aún existía la llama de la esperanza, el amor y la pasión que lo habían empujado a salir victorioso de las más cruentas batallas.

Las olas del mar lo empujaron hacia la orilla, exhausto por el gran esfuerzo que conllevo regresar a la vida se quedó dormido, al siguiente día abrió los ojos y lo primero que vio fue a su noble y fiel caballo,  el negro de su fino pelo brillaba intensamente con la luz del sol, sus largas ancas golpeaban la arena vertiginosamente invitándole a su amo a montar su lomo, la espada guardada en su funda aun pendía de su montura.

El despuntar de ese nuevo día significaba el comienzo de una nueva aventura, que lo llevaría a atravesar los mismo campos que él mismo destruyo con su propia espada, estaba solo, pero tenía una razón por la cual vivir, ya no servía mas a los intereses de un Rey avaricioso y eso lo convertía en un traidor, de ahora en adelante cada paso que diera lo acercaría mas a su amada, pero al mismo tiempo lo encaminaba a la morada de sus peores enemigos. Y así, al lomo de su caballo y con la única compañía de su espada, sobre una vereda empedrada comenzó el camino a su nueva lucha, -La de volver a ver a su amada.

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