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El positivismo en América Latina


Enviado por   •  9 de Octubre de 2012  •  Tesis  •  6.158 Palabras (25 Páginas)  •  519 Visitas

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Introducción

La fuerza que el positivismo tiene en Argentina -y también en Latinoamérica- a fines del siglo XIX, remite al proceso de formación del Estado nacional. El liberalismo del período independentista, a partir de los 80 se ve reforzado por el positivismo comteano y spenceriano a los efectos de pensar un país ordenado e integrado.

Es en esta instancia donde la ideología positivista cumple "un papel hegemónico, tanto por su capacidad para plantear una interpretación verosímil de estas realidades nacionales cuanto por articularse con instituciones que -como las educativas, jurídicas, sanitarias o militares-tramaron un sólido tejido de prácticas sociales en el momento de consolidación del Estado y de la nación. De hecho, la incorporación más plena al mercado mundial y las tareas de homogeneizar las estructuras sociales para tornar gobernables a países gobernantes a países provenientes del período de enfrentamientos civiles pos-independentistas coincidieron con una etapa de centralización estatal y con la penetración y difusión de la filosofía positivista.

El positivismo en América Latina

El positivismo fue una corriente de pensamiento filosófico y político que surgió en Europa como reacción a las revoluciones, por el temor al desorden y al caos, y que le permitió a la naciente burguesía diseñar un nuevo orden político y social que les garantizara la posibilidad de ejercer sus privilegios económicos. Esta corriente se opuso a las ideas liberales de cambio en las estructuras políticas y sociales, pero apoyó y legitimó el modelo capitalista con su división del trabajo, el libre juego de la producción según la ley de la oferta y la demanda, la industrialización, la división social en clases y la no intervención estatal en la producción y su poca participación en la economía.

Los positivistas como Augusto Comte, diseñaron un sistema filosófico desde una perspectiva histórica, ética y social, para abordar de manera científica todos los asuntos sociales, y así aprehender la realidad a partir de la experiencia. Tenían una concepción progresista de la historia, la sociedad y la vida, según los principios evolutivos, pero no solo en el ámbito material y técnico, sino también en la adaptación del hombre a estos cambios, es decir aceptar la modernidad para superar el estado de barbarie.

En América Latina, con el fin de remplazar la herencia colonial, se adoptaron las ideas positivistas de Comte para los proyectos de nación que estaban surgiendo en las nuevas repúblicas. Varios líderes de la región aceptaron la concepción del progreso siguiendo el ejemplo de los países industriales y capitalistas europeos, pues era vista como la única forma de entrar a hacer parte de la "civilización". Para ello dieron gran importancia a una nueva educación basada en los principios positivistas, para así superar el estado de "barbarie" de la sociedad americana, y propusieron una "mejora" de la raza a través de la inmigración europea, principalmente de países del norte de Europa.

Bajo la idea del "orden y el progreso", se planteó un gran esfuerzo por implantar en las nuevas repúblicas una forma de pensar y una sangre que no era la suya, en otras palabras, la deslatinización por medio de la filosofía positivista nacida en Europa, que implicaba una especie de sajonización que no era más que una forma autoimpuesta de "civilización". Algunas de las raíces de las ideas positivistas estuvieron presentes en importantes líderes latinoamericanos como Simón Bolívar, quienes sentían que la realidad surgida por la colonización era ajena a su proyecto de nación, pues implicaba un pasado servil a partir del cual estos hombres veían la negación de su propia identidad, lo que a su vez dificultaba la construcción y el gobierno de una nueva sociedad. A esta problemática se añadió luego el debate de la raza, con líderes como el argentino Domingo Faustino Sarmiento, que se preguntaba quiénes eran en realidad los criollos, pues no podían ser considerados igual al conquistador, ni al indígena, ni al mestizo.

Detrás de este discurso "civilizador", estaban las ideas para consolidar las nuevas naciones, pero permitiendo la inserción de los países latinoamericanos al nuevo sistema económico mundial. Bajo la realidad del siglo XIX, cuando estos países se encontraban en un proceso de consolidación de su expansión económica interna y externa, con un capitalismo dependiente de Europa, principalmente Inglaterra, y a finales de siglo de los Estados Unidos, era necesario mantener una estabilidad política y social en cada una de las naciones, a partir de la cohesión de los diferentes grupos del sector dominante. Para este propósito servía muy bien la ideología positivista y su doctrina sobre el orden y el progreso, que busca la alianza entre grupos heterogéneos por unos objetivos comunes: el crecimiento económico, la paz interior y la prosperidad nacional.

En conclusión, la base política de las ideas positivistas brindaron los elementos necesarios para el discurso que pretendía la estabilidad política necesaria para generar los cambios europeizantes, civilizadores y económicos deseados por los líderes de los nuevos estados nacionales. Este proyecto se intentó consolidar mediante la inversión de capital extranjero, la inmigración europea y una mayor secularización; siguiendo el objetivo primordial de las elites nacionales de asegurar el orden en función del progreso.

La fenomenología en América Latina

Desde la década de 1930 los principales representantes de la fenomenología han sido objeto de un interés especial por parte de los pensadores latinoamericanos. Los estudios sobre Husserl, Scheler, Hartmann, Heidegger, Sartre, Marcel, Merleau-Ponty, Ricoeur y Levinas han sido numerosos desde ese entonces hasta nuestros días.

El surgimiento de este interés se debió, en primer lugar, al movimiento de traducción de obras filosóficas, movimiento alentado inicialmente por Ortega y Gasset y posteriormente por editoriales mexicanas, lo cual permitió a los latinoamericanos, que no dominaban lenguas extranjeras, el acceso al pensamiento contemporáneo.

Este interés se incrementó gracias al trabajo de divulgación llevado a cabo por los intelectuales españoles que llegaron a Latinoamérica con motivo del triunfo del fascismo. Se deben citar entre otros nombres los de Joaquín Xirau, Juan David García Bacca, Eduardo Nicol y, de manera especial el de José Gaos, quien tradujo de Husserl Las investigaciones lógicas (1929), Ideas (1949) y Meditaciones cartesianas (1942); de Scheler Resentimiento (1927), Sociología del conocimiento (1938) y

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