El soplido de la Hojarasca

El soplido de la Hojarasca

Por: Laura Prieto

El final de la novela es un final abierto, deja a los lectores con la incertidumbre de si enterraron al doctor o si el pueblo ejerció su poder para que no fuera enterrado el médico; la lucha de poderes entre el pueblo que estaba lleno de resentimiento y el coronel que había prometido enterrarlo posiciona al lector como un juez que toma parte activa frente a lo que menciona el narrador.

En el último capítulo de la novela las voces narrativas con mayor preponderancia son las del coronel y su hija Isabel: - “Yo había de preguntarle dos días después cuál era mi deuda, y él había de responder: «Usted no me debe nada, coronel. Pero si quiere hacerme un favor, écheme encima un poco de tierra cuando amanezca tieso. Es lo único que necesito para que no me coman los gallinazos.»” es a partir de estas dos visiones que se explica lo acontecido del día en que el coronel da su palabra para enterrar al médico y que no sea su cadáver comido por las aves de rapiña de modo que el dilema ético se retoma hasta el final de la obra partiendo de esta frase: “Yo pienso: Ahora todos sentirán el olor. Ahora todos los alcaravanes se pondrán a cantar” que vaticina que va a haber un enfrentamiento entre todos los habitantes del pueblo.

Sin duda el final abierto incluye al lector para ser parte de la obra y el dilema ético que se presenta desde el inicio de la obra no se advierte sino al final.

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