Ensayo De Arguedas
Enviado por • 8 de Octubre de 2014 • 600 Palabras (3 Páginas) • 179 Visitas
Arguedas nos habla de un tiempo en que la ciudad de Puquio y los lugares aledaños eran propiedad de los ayllus; narra magistralmente olas preparaciones para la turupukllay, se oyen voces, suenan los wakawak`ras, trompetas que se tocan durante las fiestas. Luego aparece el “misita”, el toro. El pueblo de puquio no esta de acuerdo con que se realice la fiesta de la manera como quiere el gobierno central y algunos puquianos que radican en Lima, quienes contratan un torero español. Llega el día de la fiesta taurina, y el pueblo puquiano impone su tradición.
Los ríos profundos:
Narra la entrada de Ernesto y su padre, un abogado de provincias al Cuzco. Allí Ernesto pasa por una experiencia de descubrimiento y toma una posición de defensa de la cultura del mundo indio. EL joven Ernesto se siente plenamente lentificado con la problemática social que sufre el pueblo de Abancay, en especial los colonos que eran explotados. En los capítulos VIII, IX y X, se relata la bruta represión del ejército contra las chicheras, y se presenta el ambiente de pugna y hostilidad creciente, tanto en Abancay como en el colegio religioso. El adolescente Ernesto recibe una carta de su padre en donde le dice que vaya a vivir con su tío, el acepta muy gustoso por que sabe que allí estará junto a los indios y los colonos.
Diamantes y Pedernales:
El upa Mariano iba a cumplir tres años viviendo en el pueblo. Los indios llaman upa a los idiotas o semi-idiotas, y Mariano era uno de ellos. Cuando su joven patrón bebía en las cantinas, Mariano lo esperaba tras la sombra de algún poste. Si se iba a dormir donde algunas de sus requeridas, el arpista se despedía de él luego de una o dos cuadras de compañía. Mariano llegó al barrio de los señores donde don Aparicio le dio trabajo como guardián de su casa. Don Aparicio juró arruinar y golpear agonizante a quien se atreviera a hablar mal de la muchacha recién llegada. El señor de Lambra era un hombre de acción había que tomar muy en serio sus palabras. Don Aparicio vio escalar a la comitiva la colina en cuya cima está el panteón. Montado en su potro negro llegó al borde de la sepultura; el cadáver había sido ya bajado al fondo. Por la tarde, el señor de Lambra se fue a despedir de Adelaida había decidido enviar a Irma a Lambra.
La Agonia de Rasu Ñiti:
A pesar del oscuro del ambiente, era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana, y aun los cuyes cuando salían algo espantados de sus huecos u exploraban en el silencio. Cuando sintió que era ya el momento, se levanto y pudo llegar hasta la petaca de cuero e que guardaba su traje de dansak y sus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras. La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban
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