Ensayo Sobre La Ceguera
Enviado por mapache2335 • 19 de Abril de 2013 • 1.039 Palabras (5 Páginas) • 245 Visitas
‘Ensayo sobre la ceguera’ no es un ensayo, pero tampoco es una novela; al menos, no sólo una novela, sino un híbrido de ambos géneros que, fusionados, multiplican sus cualidades gracias al buen hacer del escritor luso. Aprovechando la cercanía entre el gallego y el portugués, escogí leerla en su idioma original, algo que aconsejo a todo el mundo, especialmente a mis paisanos: requiere cierto esfuerzo inicial y comenzar con lentitud, pero llegará un momento en que el cerebro te hará ‘click’ y a partir de ahí podrás disfrutar del inmenso placer de leer a Saramago en su lengua materna. La traducción española, publicada por Alfaguara en 2001, está llevada a cabo por Pilar del Río, mujer del escritor portugués.
La novela (que esta vez no os voy a destripar) aborda el caos producido por una inédita plaga de ceguera repentina que abate a una ciudad no identificada. Dicha “ceguera blanca” (así es como la definen los afectados, pues lo único que pueden ver es un infinito manto lechoso) es científicamente inexplicable, incurable y muy contagiosa. Al comienzo de la pandemia, el gobierno intenta tomar cartas en el asunto, poniendo a los enfermos en cuarentena. Allí acabarán todos nuestros protagonistas y, a medida que la catástrofe avanza y el Estado se ve desbordado, sus condiciones irán empeorando hasta convertirse en un auténtico drama humano.
Uno de los recursos estilísticos más destacados es la omisión de los nombres propios de los protagonistas, opción por la que también se decantará en La caverna (2000) y Ensayo sobre la lucidez (2004); así, los personajes son simplemente ‘la esposa del médico’, ‘la niña con los lentes oscuros’ o ‘el ladrón de coches’. Hay críticos y lectores que han visto en ello un intento de impersonalización pero yo no diría tanto: las exhaustivas descripciones físicas y psicológicas de los protagonistas los definen mucho más que cualquier nombre que pudieran tener.
En el plano formal, nos encontramos con una técnica que Saramago había creado para Levantado del suelo (1980) y que consiste en la construcción de estructuras sintácticas muy complejas, creando oraciones que son auténticos párrafos y, consecuentemente, párrafos que superan la página de extensión. Para ello, abusa de la subordinación y fuerza la puntuación, utilizando comas donde los demás creeríamos conveniente un punto y evita separar los diálogos como manda la ortodoxia, sino que los introduce uno tras otro, delimitados por comas y encabezados con mayúscula. Como no explicita quien habla, el lector vago puede perder el hilo de la conversación pero yo creo que, teniendo en cuenta el excelente retrato que el autor hace de los personajes, no es tarea difícil adivinar o al menos suponer quien tiene la palabra.
Como ha explicado el nobel portugués, su intención es marcar el ritmo de la lectura, aumentando el número de pausas cortas y reservándose los saltos de párrafo para destacar los cambios de tercio. Su narrador se introduce en la trama para reflexionar e incluso divagar sobre diferentes asuntos de toda naturaleza, siendo, obviamente, el propio Saramago quien nos deja verdaderas perlas de su personal modo de ver
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