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Ensayo sobre Alphonse de Wadji Mouawad


Enviado por   •  21 de Junio de 2019  •  Ensayo  •  2.483 Palabras (10 Páginas)  •  217 Visitas

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Ensayo sobre Alphonse de Wadji Mouawad

Luna Badillo Brenda Gissel

22 de abril de 2014

“Cuando eres chico, estás muy mal informado, entonces imaginas”[1].

La obra de Alphonse es una invitación al redescubrimiento del ser mediante  metáforas, mediante el juego de la mente y de la construcción de una historia, donde cada lector, actor y espectador tiene una percepción distinta del contenido de la obra, pero donde si no todos, la mayoría coincidimos en algo: la búsqueda del ser, un cambio de ideas, de edad, el crecimiento de manera física, mental y emocional. También son parte del juego temas secundarios, aunque no menos importantes: conflictos familiares, el conflicto del ser ante el deber ser, la abundancia de suposiciones, mesuradas y exorbitadas, antes del conocimiento de la realidad de los hechos, el manejo de dos planos principales: lo invisible y lo visible.

Desde el primer momento, hay una búsqueda por encontrar a Alphonse, y encontrarse a sí mismos, generando y plasmando una identidad propia, como individuos, como familia, etc., reafirmando el ¿quién soy?, una explicación al otro de la importancia de su aparición en la historia.

En la obra de Alphonse, vemos una situación donde el protagonista no aparece sino hasta el final, y donde lo que conocemos, lo que suponemos, es a través de la vista del otro, de lo que el otro piensa de él, de lo que el otro sabe de él, y de las suposiciones que se hacen sobre él porque, finalmente, “La gente solo cree en lo que puede ver y tocar”[2].

Alphonse es también una obra que deja grandes enseñanzas, por ejemplo: cuando Alponse habla con su hermano en la cocina “Caminar todo recto es un combate, un combate increible”[3], se refiere a avanzar, a pesar de los tropiezos y de los fracasos, porque lo difícil no es caer, sino levantarse, sacudirse y seguir avanzando con el mismo ímpetu que al inicio del camino. Como un combate, es una aventura, que solamente aquél que tenga el verdadero deseo de vivirla la vivirá, realmente la disfrutará, porque tal vez no sepa por qué viva, por qué esté ahí, simplemente lo hará, buscará su felicidad. Tomando como referencia este otro texto de Alphonse “Que no es importante lograr lo que se emprende, sino más bien emprender lo que se quiera lograr”[4] se complementa lo antes dicho, ya que, hablando del camino como un objetivo, de nada sirve avanzar hacia algo que no convence o no es de nuestro interés, será un esfuerzo inútil, energía desperdiciada. En cambio, si planteamos un objetivo, un por qué, será más fácil comenzar ese camino, mantenerlo y, concluirlo.

Todo depende del cristal con que se mire, lo que para algunos es algo desafortunado, para otros será una oportunidad para aprovechar. En la parte del texto que dice “te deseo toda la desgracia que podrá volverte feliz”[5] puede apreciarse claramente lo antes dicho, siendo tal vez una misma desgracia el crecer (como lo ven muchos niños, y en ocasiones algunos adultos), el informarse, el aprender, también es un acercamiento al objetivo final del ser humano: la felicidad.

Todas las actitudes del hombre, la búsqueda incansable de respuestas, la constante generación de preguntas, la permanente comparación entre nosotros y la naturaleza, comparación igual con el universo, todo el trabajo desde la conciencia del ser humano con la única finalidad de contestar una pequeña pregunta: ¿Por qué existo?  Cada uno adquiere distintas herramientas que cree le servirán para encontrar la respuesta, y entonces, se especializan, surgen distintas disciplinas que intentarán con sus medios, contestarse.

Entre muchas, está la herramienta del teatro, el trabajo del actor, que para encontrar la respuesta de su existencia se plantea las infinitas formas de ser, tomando como referencia las situaciones, las obras, los conflictos, las vidas de los personajes, prestándoles vida, para tomar un poco de su esencia, y quizás entre esa mezcla de experiencias surja una respuesta, o un acercamiento a ella.

Es por ello que el actor siempre está enfrentándose a nuevos retos, nuevas oportunidades de evolucionar y generar nuevas experiencias, a través de la vida cotidiana y de los distintos proyectos que puedan presentarse.

Para que las experiencias puedan surgir a través de los acontecimientos surgidos dentro de la escena, será deseable recordar y tener presente la definición de actuación más usual, retomada por Héctor Mendoza en su ensayo publicado en Teoría y praxis del Teatro en México: “Actuar es reaccionar con veracidad y activamente ante estímulos escénicos”[6], siempre en escena hay un conflicto, una situación sobre la cual se desarrolla la trama de la obra, en donde los personajes aparecen, evolucionan y llegan a su punto cumbre. El actor recibe y descifra los códigos previamente planteados por el dramaturgo en la historia, los apropia para poder después evocarlos en escena, con un lenguaje diferente, entendible para el espectador, y que de igual manera sea recibido por el compañero, generando entonces un ciclo de comunicación, un juego entre emisores y receptores, siendo partícipes los actores y los espectadores en un espacio específico, propiciando el convivio teatral.

Se desglosará cada una de las partes de esta ecuación, ya que es necesario comprender cada una de las partes que conforman el hecho escénico.[a]

Como en todo juego, hay que establecer ciertas reglas que optimicen el fruto que se desea conseguir, siguiendo en la premisa del teatro como un posible camino a la respuesta de la pregunta ¿por qué existo?, se tomarán algunas premisas que se plantea Francisco Beverido en su [b]libro Taller de Actuación, planteadas por el autor para talleristas principiantes o aficionados; e interpretadas a manera personal, ya que han de estar de manera permanente en la mente del actor, porque es parte de esa experiencia con la cual el actor se va enriqueciendo, para poder estar consciente de la posibilidad infinita de creación que posee.

Primero: las situaciones planteadas en el teatro son igualmente generadoras de experiencias y memorias, que nosotros enriquecemos con las propias, puesto que partimos del cotidiano llevándolo hacia otros límites y fronteras, llegando cada vez a puntos distintos. Se toman roles distintos en situaciones específicas, si así sucede en la vida diaria, cuanto más en la escena.

Segundo: Es un acto lúdico, como un juego de niños. Para que realmente sea asimilado por el actor, que contribuya al hecho teatral y se complete la ecuación, “debe entregarse a la diversión y representar los diferentes papeles, sumergirse en las diversas circunstancias, con el mismo entusiasmo, gozo y seriedad que los niños”[7]. Lógicamente sin olvidar la seriedad que el mismo juego implica, el entregarse al juego es entregarse también a las consecuencias, llegar al límite, sin perder la conciencia de que es ficticio, el hecho de prestarle vida a un personaje no es sinónimo de perderse en él; y tanto el no entregarse también será perjudicial, pues se rompen las reglas del juego, se rompen las convenciones escénicas, se desintegra el convivio teatral.

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