Ensayo sobre la novela "Los amantes de abril"

Los amantes de abril:

Bitácora de una búsqueda que aún persiste

DEDICATORIA

En la guerra no hay ganadores ni perdedores.

Todos los combatientes son víctimas,

(aunque algunos se crean victimarios).

No todos son inocentes,

 pero todos, todos, son víctimas.

A los países en guerra,

A los que han estado en guerra,

A los que son amenazados de guerra.

A Nuestra América.

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

ARGUMENTO DE LA OBRA

REPRESENTACIONES SIMBÓLICAS PRESENTES EN LA OBRA

CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

El análisis de una obra literaria puede hacerse desde varias perspectivas, en la siguiente presentación se hará desde la argumentación de la novela y el simbolismo empleado por el autor para decir más allá de las palabras, para dibujar en la obra lo que no se puede escribir.

Se presenta entonces un análisis en dos partes que sintetizan la lectura e interpretación de una novela de orden histórico que narra desde la particularidad de un caso, la generalidad del dolor y la incertidumbre de todos los casos de desaparición por motivo de la guerra.

La estética literaria de la obra viene dada por la configuración de los personajes ficticios en contraste con los reales (también presentes en la novela). Efrain, Margot, Abril son la alegoría que representa a cientos de dominicanos y aún más latinoamericanos que todavía hoy, después de mucho tiempo, sufren los avatares de una guerra que finalmente fue resuelta por políticos de alta talla en una mesa de “negociación”. Todo es absurdo e irónico cuando se habla de guerra, solo la literatura, más que la historia misma, puede darle sentido.

ARGUMENTO DE LA OBRA

La vida comienza a florecer con la llegada y las promesas del primer amor, del amor verdadero. Allí comienza la historia que presenta Manuel Matos Moquete. Los Amantes de Abril es una narración literaria que se corresponde con lo que se conoce como novela histórica^[1] que es aquella que siendo una obra de ficción, recrea un periodo histórico preferentemente lejano y en la que forman parte de la acción personajes y eventos no ficticios.

 Esta novela narra la historia de un par de amantes (Margot y Efraín) que pese a ser parientes, se conocen de adultos en un vagón del tren en donde Efraín empieza a cotejar a Margot, quien estaba recién graduada de enfermería. Margot inicia sus labores profesionales en una mansión de la tía de Efraín quien era una señora que padecía de cáncer y requería de cuidados diarios. En el jardín de dicha mansión era donde los amantes idealizaban sus encuentros una y otra vez, en una ocasión fueron vistos por el mayordomo quien decidió mostrarse discreto ante el asunto pese a los temores de Margot.

Resulta que todo esto sucede durante el mes de abril de 1965 en República Dominicana, fecha en la que históricamente estalla la guerra civil o Revolución de abril. Los detalles del argumento de la novela coinciden con muchos de los datos históricos de la guerra: la fecha y el lugar, los personajes políticos, las estrategias militares, la intervención de Estados Unidos y la OEA, la toma abrupta de la ciudad por constitucionalistas y comunistas, el establecimiento de comandos y la matanza y desaparición de personas por las que ningún organismo oficial del país, ni de Estados Unidos, ni la OEA misma dio cuenta pese a los reclamos de familiares y amigos^[2]. En este ambiente se desarrolla el amorío de Margot y Efraín.

A la casa de la señora le daban vida a diario la moribunda señora, el mayordomo, Efraín, Margot y el padre Angello quien era el guía espiritual de la señora y posteriormente de Margot, pero, en secreto, también era simpatizante de la línea revolucionaria, de los rojos y a su vez Efraín también simpatizaba con la revolución. El padre Angello insta a EfraÍn a apoyar la causa, como él lo hacía desde sus posibilidades atendiendo a los heridos de la guerra y ofreciendo provisiones materiales y apoyo espiritual. A Efraín le entusiasma la oferta y se une a uno de los comandos de guerra de la zona roja que había tomado la ciudad. La última vez que lo vieron iba maniatado en un camión militar y se dice que lo lanzaron a medio camino cuando así, maniatado, golpeó a uno de los custodios. Nadie más supo de él. La noticia la da a conocer el padre Angello a la infortunada tía. Margot no alcanza a escuchar pero no le hizo falta pues lo presentía todo tras un perturbador sueño que tuvo con Efraín y una serpiente, cuando la noticia le es confirmada, Margot sucumbe ante una depresión que la desmejoró física y emocionalmente, sin embargo encontró apoyo espiritual en el padre Angello y, embarazada, decide ir tras el rastro de su hombre (como lo llamaría a partir de ese momento).

Margot sale de sí misma y se adentra en el corazón de la guerra, abstraída, desconoce una ciudad que hacía nada conocía como la palma de su mano. Los comandos y muros desfiguraron totalmente aquella ciudad haciéndola impenetrable y extraña para su propia gente. No puede llegar a casa de una pariente de donde pretendía iniciar la búsqueda y se ve obligada a pedir refugio en un comando ubicado en pleno centro de la zona roja: el comando-cabaré La culebra. En ese lugar, el autor de la novela, recrea a personajes simbólicos propios de pueblo, con nombres algunos, con alias la mayoría. Son representaciones de personajes que la historia no recuerda o no le cede mayor importancia: putas, obreros, campesinos, cantantes, cirqueros… todos amigos y a la vez desconocidos entre sí. Todos combatientes, todos humanos.

Allí Margot es recibida y apoyada. La Turka, El capitán, La Yayi y Boroljo resultan ser su mayor apoyo, todos celebran su llegada, su embarazo y animan su búsqueda. A la criatura que espera lo bautizan en su vientre con el nombre de Abril. Margot sirve como enfermera en el comando en los ratos en los que no estaba buscando a su hombre.

La búsqueda se hace larga, cruenta, infructuosa, por momentos parecía haber esperanza pues muchos daban por conocido al extraviado pero nadie sabía decir si estaba vivo o muerto o donde estaba o estuvo. Finalmente Margot se rinde, la guerra termina con una “negociación” y nadie da razón de los seres desaparecidos. La OEA no vio nada, negó tener pruebas para afirmar que había tales desaparecidos. No le pareció asunto serio. Los políticos acordaron, los combatientes más reacios se sintieron traicionados, algunos celebraron, pero solo los políticos, los de arriba, quedaron en paz. Abajo todos perdieron, incluso –y sobre todo- la paz.

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