Fiesta De Sangra
Enviado por ado7 • 10 de Enero de 2013 • 936 Palabras (4 Páginas) • 483 Visitas
la fiesta de la sangre
¡¡Tengo que escapar!! ¡¡He de huir como sea!! Pensaba Kassandra, ya al borde de la extenuación. Había perdido ya el segundo zapato a unos trescientos metros de allí y los guijarros que se le clavaban en las medias rotas durante su angustiosa carrera se abrían paso en su piel, haciéndola sangrar.
Todo había comenzado apenas una hora antes, en aquella tarde de la fiesta de fin de curso. Casandra había quedado con sus compañeros de clase para la cena de fin de carrera, luego irían a una fiesta que habían organizado en un viejo garaje. La fiesta comenzaría a medianoche, y pretendían alargarla hasta que naciera el sol.
La chica salió de su casa y se dirigió tranquilamente hacia el local en el cual habían quedado todos, pero... De repente notó una presencia cercana. Alguien la seguía, lo notaba, aunque ni siquiera había vuelto la cabeza para comprobarlo. La inquietud hizo que apresurase su paso mientras intentaba tranquilizarse a sí misma.
- Bah, serán tonterías mías ¿Quién me iba a seguir sin razón?
El aliento ardiente que sintió en la nuca hizo que cambiase de idea.
Se volvió sobresaltada, mas...
- ¡¡Es imposible!! ¡¡Si no hay nadie!!
La angustia empezaba ya a anidar en su corazón, que latía cada vez más aprisa.
Comenzó a correr chocándose con la gente que transitaba por la acera. Mientras tanto, el sol moría en el horizonte... Y, al doblar una esquina, girando la cabeza, divisó por breves instantes a un horripilante ser de sádico gesto.
Aquel hombre la miraba con ojos hambrientos enormemente abiertos, era pálido como la luna y lucía ropajes fúnebres. Su pelo parecía más bien una larga greña enredada, negra y sucia.
Kassandra ahogó un grito en su garganta y continuó corriendo desesperada, mientras, sin darse cuenta, se iba adentrando en el parque. Una vez allí se escondió tras el grueso tronco de un árbol para recuperar fuerzas.
- Uf, creo que le he despistado, menos mal. ¡Qué tío tan raro, cuando se lo cuente a estos... van a flipar!
Poco a poco la chica fue calmándose. Recompuso su vestimenta y se alisó el pelo, corto y castaño claro, que se le había ondulado levemente por la tensión y el sudor de la reciente carrera.
- ¡¿Quién me mandaría a mí ponerme estos malditos tacones?!
Se quitó el zapato izquierdo, lo puso en el suelo y empezó a masajearse el dolorido pie.
El suspiro largo, caliente y profundo que entró por su oído derecho la hizo estremecerse de puro pavor. Sin tiempo para reaccionar ante el violento empujón, cayó estrepitosamente al suelo, golpeándose en ambas rodillas y en las palmas de las manos.
Procuró levantarse lo antes posible. Sus rodillas habían comenzado ya a sangrar, para colmo de males, un cristal se le clavó en una mano al caer. Gritando de dolor siguió corriendo, esta vez en dirección
...