Filosofia
Enviado por palpim • 29 de Junio de 2015 • 3.841 Palabras (16 Páginas) • 178 Visitas
Introducción
El currículum en la educación superior
es hoy uno de los retos más delicados
para filósofos y educadores y representa una
de las problemáticas sociales más inadvertidas
Al parecer las asignaturas tradicionales
no responden a las verdaderas necesidades
humanas. No hemos logrado aún vivir en armonía
con nuestros semejantes y no hemos
conseguido la felicidad. Los crímenes siguen
acaparando los encabezados de los periódicos
y la enfermedad sigue siendo un problema
humano grave y al parecer creciente pues
los hospitales cada vez son más grandes e insuficientes.
Los intereses se han encausado al desarrollo
de la economía y a la globalización y se
ha logrado ya trascender los niveles tradicionales
de producción y excelencia industrial,
pero no se han visto resultados en el individuo
o en la familia, nuestra sociedad ha entrado en
una confusión de intereses: Por un lado está la
faceta señalada por los intereses de los grandes
consorcios, suficientemente conocidos y
criticados, que mueven el capital así como los
Gobiernos encubridores de la mayoría de las
naciones del mundo.
Por el otro, está el crecimiento individual
que a nadie parece interesarle, no hay
hasta ahora una conciliación entre estos dos
conceptos tan abstractos como reales: economía
y valores, la educación parece ser la única
alternativa para mediar entre estos dos polos
que parecen inconciliables. El problema
de fondo parece ser que no existe una política
educativa clara, coherente y por supuesto,
implementable. ¿Hasta cuándo debemos esperar
para empezar a construir una nueva sociedad,
un nuevo ser humano que viva la excelencia
y no sólo la genere a cambio de ilusiones?
¿Cómo debemos proceder para alcanzar
la armonía y la felicidad sin sacrificar
las comodidades que nos ofrece el desarrollo
tecnológico? Éstas y otras preguntas permanecen
como un reto para los científicos sociales
y sin embargo, la labor de éstos es irrelevante
en comparación con quienes producen
desarrollo financiero y estrategias para fortalecer
la hegemonía tecnológica y política.
1. Educación y producción
Se tiene la convicción, casi generalizada,
de que la Educación formal (principalmente
en el nivel superior) está plenamente
justificada cuando se orienta al mejoramiento,
tanto en cantidad como en calidad, del sistema
productivo de un país; a pesar de que “la Universidad
y la Industria son universos muy diferentes
en cuanto a objetivos, lenguaje, valores,
organización y percepción del tiempo”
(Solana, 1980:6). Es por ello que se ha asociado
el crecimiento de México, Colombia y Chile
en Latinoamérica y, en general, de cualquier
país desarrollado, con una estrecha vinculación
entre la Universidad y la Industria.
En los países altamente desarrollados, esta
vinculación es ya muy natural; el desarrollo de
una implica el desarrollo de la otra, son experiencias
complementarias: estudio científico y
tecnológico significan desarrollo, que no es
otra cosa que poderío económico y que, hoy
por hoy, sigue siendo el principal parámetro
para clasificar a las naciones (Córdova, 1997).
México, país líder, al menos en un contexto
latinoamericano; se ha caracterizado por
su humanismo, acaso legado valioso de nuestros
ancestros. Por ello, tal vez, ese rechazo natural al
estudio mecanizado y enfocado a la producción
industrial. “Hace mucho que se induce al hombre
moderno a tener una visión economicista de
la historia y del futuro. Este sometimiento de lo
humano a lo económico empieza a provocar en
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Ensayo filosófico sobre educación superior y humanismo
Córdova López, Edgardo ________________________________________________________
el ámbito mundial resultados catastróficos”
(Solana, 1980: 8). Es necesario -a pesar del
“mundo globalizado que demanda una respuesta
directa e innovadora en relación con la
ciencia y la tecnología”-, volver a los objetivos
originales: aquellos que hicieron que la
escuela, como institución rectora de la sociedad,
llegara a existir, aquellos que enseñaron
Aristóteles, Rousseau, Dewey y Kant entre
tantos otros; al menos socializarlos, colocar al
ser humano como elemento prioritario, por
encima de las máquinas.
“Nuestra producción ha crecido en los
últimos años, pero este crecimiento no ha
permitido aún cambios significativos
para el bienestar humano y la justicia social”;
persiste la pobreza, la carencia de
alimentos y de vivienda; sin embargo, se
ha incrementado la delincuencia y la paz
social se ve, más que nunca, seriamente
amenazada. “No podemos seguir midiendo
el mejoramiento de una sociedad
sólo por el número de productos y de servicios
que se ofrecen para su consumo”
(Córdova, 1997).
Si entendemos el desarrollo como la
capacidad de las personas para elevar, individual
y colectivamente, la calidad de su vida, la
educación cobra la prioridad que le corresponde
entre las acciones que realiza el Estado
moderno.
“Si continuamos creyendo que los objetivos
del sistema industrial se ajustan a la
vida, entonces nuestras vidas completas
estarán al servicio de tales objetivos.
Tendremos o se nos permitirá tener,
cuando convenga a esos objetivos. Todo
lo demás estará fuera de lugar (...). Si, por
el contrario, el sistema industrial es sólo
una parte de la vida, existe mucho menos
lugar para la preocupación. Los fines estéticos
tendrán preferencia; quienes lo
sirvan no estarán sujetos a los fines del
sistema industrial; sino que éste estará
subordinado” a los objetivos elevados
del hombre y sin duda, habrá más oportunidad
de descubrir el humanismo del que
hablamos (Kenneth, 1981: 113).
Se trata de cumplir prioritariamente
con los objetivos humanos, sin descuidar
aquellos que nos permitirán vivir dignamente
como nación.
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