Fotografía

Entonces tú ya imaginarías la instantánea erótica de tus rulos y tus vellos bien parados por sus manos de artista. Saldría la foto y sé que la enmarcarías para ponerla sobre la posición imaginaria de tu rostro sobre la cama cuando despiertas despeinada. También sé que tu auto olería a ver estrellas y cerrar los ojos de puro gusto. Oirías sus pasos infalibles en los pasillos por donde caminas, los mismos pasos exactos para quedar a una nariz de tu nariz y a una pregunta de tu repuesta, a una respuesta de tu baile y a un baile de tu santa gloria. Tu cintura lloraría porque no podría lograr una fantasía tan bien lograda ni esos logros de movimiento tan poesía. Tus rulos nunca se lacearían porque estarían bien cubiertos de dosis extremas del placer intenso. Se caerían tus besos porque ya no tendrían alas por haber volado tanto en tanta poca noche. Tu apellido cambiaría de cómplice y se moldearía a trasnochadas porque luego de tanto pecado no podrías llevar nunca el mismo nombre. La luna ya nunca más saldría porque seguiría estremecida por tanta luz con tanto oscuro juntos en una fotografía. La noche querría volver a ser noche esperando ser testigo de tú nueva pero misma alegría a manos de las mismas manos de artista, pero nunca podría. Tus miedos dormirían siempre porque tus sollozos buenos y silenciados de esa noche en esa masa de dos unidos no les dejarían ni su miedosa vida. Rodarían tus pensamientos bien cuadrados en el estrecho pedazo de oficina, sobre el escritorio ultrajado donde nunca escribes, bajo el techo cizañero pero mudo que nunca miras y sobre la alfombra transgredida que nunca pisas. Tus pies volarían de tantas cosquillas intensas dentro de tu secreto no tocado, oscuro, callado y eclipsado. Tu espalda danzaría a buen ritmo, a miradas mudas y aguantadas con secreto y con ternura. Tu sangre correría como nunca al abrazar la dulce represalia de tu imaginación imaginando. Tus manos se quemarían por querer tocar antes de ver, tus ojos ya no verían por intentar ver luego de haber tocado y tú dejarías los puntos, los lunares y las comas escondidas bajo la cama del milagro imperecedero a los asuntos de ortografía de sus manos de escritor artista.

Entonces y después, mucho después, te despertarías despeinada e imaginarías una instantánea que ya habías imaginado mientras dormías.

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