Fábulas Para Niños
Enviado por RT5183 • 23 de Septiembre de 2013 • 458 Palabras (2 Páginas) • 355 Visitas
El Ratón Imitador
Un ratón envidiaba al tigre porque éste comía muy bien. Nunca le faltaban alimentos y no se explicaba de qué manera los obtenía.
Después de reflexionar un largo tiempo, supuso que la única manera de saberlo era preguntándole directamente; y ni tardo ni perezoso fue en su busca, encontrándolo cuando devoraba una hermosa becerra.
—Amigo —le dijo. —¿Cómo haces tú para matar a estos enormes animales?
—¡Hum!, muy sencillo. Simplemente trepo a un árbol alto que esté a la orilla del camino, por donde acostumbran pasar las vacas, y cuando lo hacen... ¡zas! Caigo sobre ellas. Eso es todo lo que hago.
—Admiro tu astucia dijo el ratón, emprendiendo el regreso.
Creyendo que podría aprovechar esta revelación, se dirigió inmediatamente al lugar apropiado. Subió al árbol más alto que encontró y, cuando una vaca de cuernos levantados pasó por abajo, él se arrojó con tan buen tino, que uno de los afilados cuernos lo ensartó.
La vaca siguió su camino sin enterarse de nada.
EL PERRO Y SU IMAGEN
Cierto día, un perro tuvo la fortuna de encontrar un gran pedazo de carne. “¡Qué magnífico!”, se dijo el incauto animal. “Lo llevaré a casa y allí lo comeré a mi regalado gusto”. Cogió la carne entre sus dientes y se encaminó a su casa.
En el camino cruzó un arroyuelo, cuyas cristalinas aguas reflejaron su imagen, por lo que pudo observar claramente a otro perro con un enorme trozo de carne en el hocico. “¡Ese perro tiene un pedazo más grande que el mío!”. “Se lo quitaré y me quedaré con él, ¡yo tengo mucha hambre!”, se dijo el perro. En ese momento, el animal abrió el hocico y se zambulló velozmente en el agua para coger el pedazo del otro perro. Mas, ¡oh desencanto!, se sumergió hasta el fondo y nunca encontró a su rival.
Para entonces se dio cuenta, aunque tarde, de que su gula le había costado la pérdida de su propia presa. Ahora no tenía su pedazo de carne ni aquel gran supuesto trozo que le pareció ver en el arroyo.
El ladrón y el perro
Al entrar de noche un ladrón en una casa, el perro que había en ella empezó a ladrar, y para que se callase le echó un pedazo de pan. El perro le dijo entonces:
-¿Por qué me das este pan? ¿Lo haces para darme un obsequio o para engañarme? Si matas o robas a mi amo y su familia, aunque ahora me des pan para que calle, luego tendré que morirme de hambre, por lo que más me conviene ladrar y despertarlos, que comerme el pedazo de pan que me ofreces.
Muchos arriesgan la vida por un fútil beneficio. El que no tiene prudencia abandona lo mucho por lo poco. Siempre deben infundir sospecha los beneficios de los malvados.
...