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Historia De La Palabra 'mierda'


Enviado por   •  7 de Enero de 2014  •  2.349 Palabras (10 Páginas)  •  434 Visitas

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Joan Ramon Saavedra Corominas

BREVE HISTORIA SOCIOLINGÜÍSTICA

DE LA «MIERDA» CASTELLANA

I. ORÍGENES DEL TÉRMINO

Todo cuanto sabemos acerca de los orígenes más lejanos del término «mierda» es que éstos se remontan por lo menos al latín. Siguiendo un proceso usual en el paso del latín al castellano, la /e/ breve tónica del étimo mĕrda acabó diptongando, algo que no ocurrió en el resto de lenguas romances; así pues, actualmente, en catalán, portugués, gallego e italiano la palabra correspondiente es merda –en occitano también, aunque escrita con tilde: mèrda–, mientras que en francés hablan de merde. El rumano es un caso aparte (murdărie).

En su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Corominas no da ninguna primera documentación para «mierda», sino que se limita a señalar que se trata de una palabra presente en español desde los orígenes de la lengua. Esto no es extraño, dado que la realidad a la que se refiere el término está tan presente en nuestra vida diaria personal que no tiene sentido fijarse en el primer documento escrito en el que apareció la palabra, ya que suponemos que ésta se venía usando en el habla cotidiana de la península desde que el latín se convirtió en castellano.

Donde sí podemos encontrar una primera documentación es en el Corpus Diacrónico del Español de la RAE , aunque no debe considerarse como algo absoluto, sino sólo como uno de los ejemplos escritos más antiguos en que aparece el término. Se trata del Fuero de Zorita de los Canes, pueblo de la actual provincia de Guadalajara. En este código legal, con fecha de 1218, hallamos «mierda» en un fragmento en el que se explica la pena legal por defecar delante de la casa de alguien:

«Tod aquel que puerta agena cagare, peche dos marauedis, et el mismo que uara la mierda, si pudiere seer prouado, et si non que iure con I uezino, et sea creydo.»

II. HISTORIA DE SUS SIGNIFICADOS Y EXPRESIONES

Si oteamos la historia semántica de «mierda», daremos con cierta información que nos puede inducir a error. Así ocurre, por ejemplo, al investigar la cuestión de si el término ha designado desde sus orígenes no sólo el excremento humano, sino también el animal. En el Diccionario de Autoridades (1726-1739) se da la siguiente definición exclusiva: «se entiende por lo común por el excremento del hombre» , acepción que se irá repitiendo en los diccionarios de la Academia de 1780, 1783 y 1791 . No será hasta 1803 cuando el DRAE defina «mierda» también como excremento animal , como si anteriormente la palabra no se usara en este sentido. Ésta última acepción ha perdurado en el diccionario hasta nuestros días, con la curiosidad de que se mantiene el uso de «mierda» sólo para «algunos» animales. Por su parte, el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-1793) de Esteban de Terreros y Pando también ofrecía la definición excluyente de «excremento humano», al igual que sucede en el Diccionario español medieval de Martín Alonso.

Sin embargo, al contrastar estas referencias lexicográficas históricas con los textos conservados, advertimos en las primeras una falta de adecuación con la realidad. Ya en latín aparecen ejemplos en los que «mierda» es considerado como algo propio también de animales. Basta con abrir las Fábulas de Fedro por la fábula 19 e irse a los versículos 24 y 25 de la versión original; en ellos se puede leer, en una traducción casera, algo parecido a lo siguiente: «Los perros, confundidos por el trueno tan estremecedor, de repente cagaron mierda con olorcillo» . Si no se queda satisfecho con esto, se puede acudir a la Medicina veterinaria de Vegecio, donde se habla literalmente de «mierda reciente de buey» .

Y si ya en las obras latinas encontramos ejemplos para el caso que nos ocupa, en los textos castellanos medievales su frecuencia aumentará notablemente. Una de las muchas muestras se halla en el Cancionero de Baena (s. XIV), donde en un poema de Alfonso Álvarez de Villasandino el poeta manda al carajo a su interlocutor de la siguiente forma: «dente un cagajón frito / con mierda de perros frita» . Más adelante, ya en el Siglo de Oro, abundan también casos en los que «mierda» aparece como excremento animal; así sucede, por ejemplo, en el cuento 65 de El sobremesa y alivio de caminantes (s. XVI), de Juan de Timoneda, que por su gracia y brevedad reproducimos aquí por completo:

«Un caminante entró en una viña por comer uvas. Estándolas comiendo vino la guarda, y pidióle prenda. Respondió el caminante: “Hermano, yo no soy entrado aquí para comer, sino para cagar”. Dijo la guarda: “Pues mostrad dónde habéis cagado”. Cansados de ir los dos por la viña, encontraron con un depósito de buey. Dijo el caminante: “¡Ah!, veis aquí donde cagué”. Respondió la guarda: “No es verdad, porque esa mierda es de buey”. Dijo el caminante: “¡Fuerte cosa es la vuestra! Si quiero cagar mierda de buey, ¿vedármelo heis vos?”»

Consecuentemente, y resumiendo, lo dicho hasta aquí sirve para demostrar un hecho que puede no parecer evidente, esto es, que aunque las fuentes lexicográficas pueden resultar –y de hecho resultan– de suma utilidad para nuestro estudio sociolingüístico histórico, éstas en ocasiones no son fieles a la realidad léxico-semántica que pretenden explicar.

Pese a esto, nos irá bien hacer un repaso histórico a los diccionarios de la Academia para tener una mínima idea de cómo ha ido evolucionando el término, al menos desde unos decenios antes de que empezase la Edad Contemporánea, concretamente desde 1734, año en que apareció el tomo cuarto del Diccionario de Autoridades (G-M). En él, aparte de la definición de «mierda» como excremento humano –que ya hemos comentado hace un instante–, se incluyen otras dos acepciones: «en su sentido riguroso, toda suciedad» y «grasa, suciedad o porquería, que se pega a la ropa u otra cosa». Estos tres significados seguirán presentes hasta 1803, fecha en la que –como también hemos apuntado hace un momento– se añade a «mierda» la posibilidad de ser excremento animal. Sorprendentemente, no será hasta 1984 cuando se introduzca nueva información en la entrada de la palabra: «interjección ofensiva» y «hombre despreciable, sin cualidad ni mérito alguno». En esa misma edición del diccionario, además, se concretan expresiones usadas en el momento, algunas de las cuales sobreviven hoy: «¡a la mierda!», «enviar / mandar / irse a la mierda», «irse algo a la mierda» e «¡y una mierda!». En 1989 se incluyen dos acepciones más: «en el lenguaje de la droga, hachís» y «cosa mal hecha, escasa o de ningún valor». Finalmente, en 1992 se retoca la definición de 1984 que señalaba el uso de «mierda»

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