Historias De Terror
Enviado por lizbethhernandez • 6 de Febrero de 2013 • 5.863 Palabras (24 Páginas) • 592 Visitas
INTRODUCCION.
Leyenda, es una narración tradicional que intenta explicar los orígenes de ciertos fenómenos. Son ANÓNIMAS, en un principio, fueron trasmitidas oralmente de generación en generación y posteriormente, fueron recopiladas y publicadas.
Muchas veces, se originan en situaciones verídicas a la que luego se le incorporan elementos mágicos o sobrenaturales. Generalmente se relaciona con un lugar y época determinados.
Un mito refiere a un relato de hechos maravillosos cuyos protagonistas son personajes sobrenaturales (dioses, monstruos) o extraordinarios (héroes).
En esta recopilación se encontraran con los mitos y las leyendas más famosas del México antiguo y colonial. Pasando por los rincones mas importantes de este país.
Encontrándonos con una de las leyendas mas famosas de México ‘’la llorona’’, hasta los mitos mas emblemáticos como lo es ‘’la fundación mítica de Tenochtitlán’’. Estas historias han permanecido generación tras generación en el pueblo mexicano y es por eso que se ha decidido reunir a cada una de ellas para dar a conocer lo que se contaba en aquella época en la que nuestros ancestros las tenían muy presentes en su vida.
Espero y esta recopilación le sea de su agrado. Gracias.
Atentamente: arlette Hernández lira.
INDICE
LEYENDAS
LA LLORONA…………………………………………………….3
DOÑA FRANCISCA LA EMBRUJADA……………………. 4
LA MULATA DE CORDOBA………………………………….7
LA DAMA DE NEGRO………………………………………….8
MITOS
FUNDACION MÍTICA DE TENOCHTITLAN…………10
LAS MOMIAS DE GUANAJUATO………………………….11
EL CONEJO DE LA LUNA…………………………………….12
EL CUADRO EMBRUJADO…………………………………..13
LEYENDAS
LA LLORONA
Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de la ciudad de México que se recogían en sus casas a la hora de la queda, tocada por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico. Las primeras noches, los vecinos contentábamos con persignarse o santiguarse, que aquellos lúgubres gemidos eran, según ellas, de ánima del otro mundo; pero fueron tantos y repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados y despreocupados, quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir por las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las obscuras noches o en aquellas en que la luz pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre las altas torres, los techos y tejados y las calles, lanzaba agudos y tristísimos gemidos. Vestía la mujer traje blanquísimo, y blanco y espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida, cada noche distintas, aunque sin faltar una sola, a la Plaza Mayor, donde vuelto el velado rostro hacia el oriente, hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento; puesta en pie, continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo rumbo, al llegar a orillas del salobre lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, como una sombra se desvanecía. "La hora avanzada de la noche, - dice el Dr. José María Marroquí- el silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin lograr otra cosa que verla desaparecer en llegando al lago, como si se sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona." Tal es en pocas palabras la genuina tradición popular que durante más de tres centurias quedó grabada en la memoria de los habitantes de la ciudad de México y que ha ido borrándose a medida que la sencillez de nuestras costumbres y el candor de la mujer mexicana han ido perdiéndose. Pero olvidada o casi desaparecida, la conseja de La Llorona es antiquísima y se generalizó en muchos lugares de nuestro país, transformada o asociándola a crímenes pasionales, y aquella pagadora y blanca sombra de mujer, parecía gozar del don de ubicuidad, pues recorría caminos, penetraba por las aldeas, pueblos y ciudades, se hundía en las aguas de los lagos, vadeaba ríos subía a las cimas en donde se encontraban cruces, para llorar al pie de ellas o se desvanecía al entrar en las grutas o al acercarse a las tapias de un cementerio.
DOÑA FRANCISCA LA EMBRUJADA.
Que nadie ose negar la existencia de poderes diabólicos y sobrenaturales, que se sustentan del alma y cuerpo humanos, la maldad y hechicería, son hijas del demonio y las sombras de la noche…Si, este suceso ocurrido en el siglo XVI, aquí en nuestra capital, nos habla de un caso de hechizo diabólico y perverso; sé que algunos de los lectores dudarán de éstos poderes, sin embargo, sépase que en México y en otros países, aún sigue practicándose la hechicería. Retrocedamos al año 1554, a plena mitad del siglo XVI y veamos en una visión retrospectiva, esta casona y esta calle que llámese de la Cadena; gobernaba en ese siglo el virrey Don Luis de Velasco I, y ésta casa tenía el número siete, de la que hoy es Venustiano Carranza. Habitaba la casa en cuestión, Doña Felipa Palomares de Heredia, rica viuda de uno de los conquistadores, de quien fuera heredera; pero si Felipa había heredado nombre y fortuna del esposo, también habítale quedado un hijo joven y apuesto, llamado Domingo de Heredia y Palomares, criado con lujo desmedido y cuidados extremos, érase este joven Domingo la adoración y consuelo de la madre, y llevada de su amor maternal, lo cuidaba y mimaba con exceso y siempre le
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