La Achiqué

La Achiqué

Hace mucho tiempo en las afueras de un pueblito vivía una viuda con sus dos pequeños hijos. La mujer había estado enferma y un día murió, dejando en el abandono a los niños. Ellos como pudieron se las arreglaron para sobrevivir buscando semillas, bayas, papas silvestres, mendrugos para comer. Un día mientras buscaban algo para comer, les llamó la atención un gorrión que volaba con una flor de papa en el pico. Los niños corrían detrás de él con la esperanza de que los llevara al campo de papas. Pero a quien encontraron fue a la Achiqué, la perversa vieja que vivía en el pueblo y a quien todos los niños temían. Sin embargo, ellos se dejaron atraer por ella que les ofreció cocinarles una rica comida. La niña partía leña para el fogón sin darse cuenta que la vieja tenía cogido al niño para darle muerte. El súbito chillido de su hermanito la alertó, cogió un puñado de tierra y arrojándolo a los ojos de la bruja, con un rápido movimiento puso al niño en su espalda, sujeto con su lliclla colorada y huyó rauda. La vieja iba siguiéndolos a través de los campos. El cóndor reposaba al sol sobre una colina a la que llegaron los niños; la hermanita se dirigió a él: “Tío cóndor, escóndenos bajo tus alas”. Y el inmenso manto del ave los cubrió. La vieja que llegaba presurosa le preguntó: “Tío cóndor ¿has visto pasar a una muchacha que lleva un bulto en la espalda?”

El ave, en respuesta, le dio tal aletazo que la hizo rodar ladera abajo. La niña agradeció a su protector diciéndole: “Tendrás buena vista y nunca te faltará comida”, y apresurada emprendió su marcha. La vieja otra vez los alcanzaba, pero apareció el puma y le dio un zarpazo en defensa de los niños. Ella le agradeció: “Tío puma, serás el más valiente de los animales”, y continuó su escape.

La obstinada vieja no renunciaba a sus presas y nuevamente las tenía casi a su alcance. La niña, desesperada buscó ayuda a su alrededor; allí estaba el zorrillo contemplándolos. “¡Ayuda!” le imploró ella, pero el animal no le hizo caso. La niña, enojada, le dijo: “Tendrás un olor tan repugnante que los cazadores te descubrirán al instante”. El olor espantó a Achique, quien optó por seguir otro camino. Mientras tanto, los niños habían llegado a una pampa desolada, sin ningún cerro ni piedra ni cueva ni árbol donde esconderse. Divisaron un corderito que pacía por ahí y a él se dirigieron para pedirle ayuda. Este hizo caer una cuerda del cielo por la que los niños treparon. Al llegar arriba encontraron ¡¡la chacra de papas que tanto habían buscado!!

La Achiqué pidió también subir, pero mientras lo hacía se dio cuenta de que un pericote iba royendo el extremo de la cuerda. Viendo que caería sin remedio, lanzó una terrible maldición: “¡¡Que mi cuerpo se desparrame, que mis huesos se incrusten en la tierra, y que mi sangre seque las plantas

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