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La Celestina


Enviado por   •  29 de Mayo de 2014  •  3.033 Palabras (13 Páginas)  •  250 Visitas

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NARRADOR- calixto y melibea se encuentran en un hueerto fuera de la iglesia.

CALIXTO- Oh, en esto veo Melibea la gracia y grandeza de Dios.

MELIBEA- ¿En qué, Calixto?

CALIXTO- En dar poder a la naturaleza de que te dotase de tan perfecta hermosura, y que a mi secreto dolor pudiese manifestarse.

MELIBEA- ¿Por gran premio tienes tú éste, Calixto?

CALIXTO- Tanto, que si Dios me diese un lugar en el cielo, no lo tomaría.

MELIBEA- Pues más galardón te daré yo si perseveras

CALIXTO- ¡Oh, mis aventurados oídos, lo que acaban de escuchar!

MELIBEA- ¡Vete, vete de aquí torpe, que mi paciencia no puede tolerar tus palabras!

CALIXTO- Iré como aquel contra quien la adversa Fortuna pone su estudio con odio cruel.

*

CALIXTO- ¡Sempronio, Sempronio! ¿Dónde estará este maldito?

SEMPRONIO- Aquí estoy, señor.

NARRADOR- Calixto explica a Sempronio el amor que siente por la dulce Melibea. Sempronio, viendo que puede sacar provecho en este asunto, le comenta a su amo que puede hablar con una tal Celestina, una vieja puta alcahueta, y le asegura que ésta puede conseguir que Melibea se enamore de Calixto.

Desesperado, Calixto le pregunta cómo lo haría.

SEMPRONIO- Yo te diré. Hace días que conozco en esta vecindad a una vieja barbuda que se hace llamar Celestina: hechicera, astuta; aunque también esconde una maldad, y es que son más de cinco mil virgos los que han pasado por ella en esta ciudad.

CALIXTO- ¿Y yo podría hablarle?

SEMPRONIO- ¡Claro! Yo te la traeré hasta tu casa y tú le contarás tus penas para que ella les sepa dar remedio.

CALIXTO- ¿Y tardarás?

SEMPRONIO- No, quede Dios contigo.

CALIXTO- ¡Y contigo vaya! Oh todopoderoso Dios, guía a Sempronio para que convierta mi pena y mi tristeza en gozo.

*

NARRADOR- En su andadura, Sempronio encuentra por casualidad a Celestina, a quien informa sobre los males de Calixto.

SEMPRONIO- ¡Oh madre mía! Estate atenta a lo que voy a contarte e imagina lo que voy a decirte, y no derroches tus pensamientos en muchas partes, que quien en muchos lugares lo pone en ninguno lo tiene.

CELESTINA- Abrevia y ve al hecho, que vanamente se dice por muchas palabras lo que por pocas se puede entender: ve al grano!

SEMPRONIO- Allá voy: mi amo Calixto arde en amores por Melibea; por eso nos necesita a ti y a mí, y por eso nos tenemos que aprovechar de él.

Le he dicho que hablaría contigo y que iríamos a su casa presto.

CELESTINA- Bien dices Sempronio, y me alegro de tus noticias. Vayamos, pues, a casa de tu amo.

CASA DE CALIXTO

NARRADOR- Una vez en casa de Calixto, Pármeno advierte a su amo quién es la vieja que espera en la puerta con Sempronio.

CALIXTO- ¿Cómo sabes tú quién es esa vieja alcoholada? ¿acaso la conoces, Pármeno?

PÁRMENO- Hace años, mi madre, mujer pobre, moraba en su vecindad, y me dio a Celestina por sirviente, aunque ella ya no me conoce, por lo poco que la serví.

Sin embargo, Celestina tiene sus oficios, los cuales debes saber, porque es una alcahueta y una hechicera, además de perfumera, lavandera; remedia amores para que se quieran bien.

Tanto es así, que venían a ella hombres y mujeres, y para conseguir sus hechizos les demandaba el pan por donde mordían, su ropa, sus cabellos… ¡todo burla y mentira!

CALIXTO- Bien está, Pármeno. Avisado estoy de ti, y téngotelo en gracia.

Pero que la envidia de Sempronio no me complique la vida, que si para él hubo promesa de recompensa, tampoco faltará para ti.

*

NARRADOR- Celestina y Sempronio entran en casa de Calixto y hablan con él de sus negocios.

Calixto alaba exageradamente a la alcahueta, y ésta no hace caso de sus lisonjeras palabras.

CALIXTO- ¡Oh vejez virtuosa! ¡oh virtud envejecida! ¡oh gloriosa esperanza de mi deseado fin! Deseo llegar a ti y besar esas manos llenas de remedio

CELESTINA- (dirigiéndose a Sempronio) - Sempronio, dile a tu amo que vaya cerrando la boca y vaya abriendo la bolsa.

CASA DE CELESTINA

NARRADOR- Después de ir Celestina a casa de Calixto, realiza un conjro para convencer a Melibea.

CELESTINA- Yo te conjuro, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles.

Yo, Celestina, te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras, por la áspera ponzoña de las víboras con las que fue hecho este aceite y con el cual unto este hilado.

Te conjuro para que obedezcas a mi voluntad y hagas que Melibea lo compre para que se entregue al amor de Calixto.

NARRADOR- Así, con toda su confianza puesta en Plutón, Celestina se dirige a casa de Melibea para iniciar el curso de sus negocios.

CASA DE MELIBEA

(SE OYE CÓMO TOCAN A UNA PUERTA)

LUCRECIA- Celestina, madre, bienvenida seas, ¿qué te trae por estos barrios que no acostumbras pisar?

ALISA- ¿Con quién hablas, Lucrecia?

LUCRECIA- Con aquella vieja de la cuchillada, que solía vivir aquí en las tenerías a la cuesta del río.

ALISA- Dime su nombre si lo sabes…

LUCRECIA- Celestina es su nombre

ALISA- Algo me vendrá a pedir, dile que entre…

CELESTINA- Señora, que la gracia de Dios quede con vos y con vuestra noble hija.

ALISA- Melibea, quédate con esta mujer, que ya me parece tarde para visitar a mi hermana…

CELESTINA- (dirigiéndose a Alisa) - Señora, de Dios seas perdonada, que en buena compañía queda tu hija.

(dirigiéndose a Melibea)- Dios la deje gozar de su noble juventud y florida mocedad, que es donde más placeres y deleites se alcanzan; porque la vejez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, congoja continua, pena de lo presente y vecina de la muerte.

NARRADOR- Después de esto, Celestina nombra a Calixto por casualidad y pide a Melibea ayuda para él. Melibea responde alterada, pero al final accede.

MELIBEA- ¡Ya, ya, ya, no me digas más! Desvergonzada barbuda. Quemada seas alcahueta falsa, hechicera, enemiga de la honestidad.

CELESTINA- (En hora mala vine acá si me falta mi conjuro)

MELIBEA- ¿Qué dices? Habla que te pueda oír. ¿Tienes alguna disculpa que pueda satisfacer mi enojo y excusar mi osadía?

CELESTINA- Una oración que le dijeron a Calixto que sabías para el dolor de muelas. Eso te vine a pedir.

MELIBEA- Y si querías eso, ¿por qué no lo dijiste antes con esas mismas palabras?

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