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La Hojarasca


Enviado por   •  21 de Agosto de 2013  •  587 Palabras (3 Páginas)  •  564 Visitas

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En adición a los temas de ciclicidad e inversión que son las bases de la fluida narrativa de Cien años de soledad, La hojarasca muestra otras técnicas identificadas con el realismo mágico, como la manipulación del tiempo y el uso de múltiples perspectivas.

La hojarasca es una novela corta escrita por Gabriel García Márquez, publicada en 1955. Es conocida por mostrar por primera vez Macondo, el pueblo ficticio hecho famoso en Cien años de soledad. La hojarasca es un terreno de pruebas para muchos de los temas y personajes más tarde inmortalizados en dicha obra.

La narración de La hojarasca cambia entre las perspectivas de tres generaciones de una familia (padre, hija y nieto), que se encuentran en un limbo espiritual luego de la muerte de un hombre odiado fuertemente por todo el pueblo, pero inexplicablemente relacionado con el patriarca de la familia.

De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada

por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos; rastrojos de una guerra civil

que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo

contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita

muerte. En menos de un año arrojó sobre el pueblo los escombros de numerosas catástrofes

anteriores a ella misma, esparció en las calles su confusa carga de desperdicios. Y esos

desperdicios, precipitadamente, al compás atolondrado e imprevisto de la tormenta, se iban

seleccionando, individualizándose, hasta convertir lo que fue un callejón con un río en un

extremo un corral para los muertos en el otro, en un pueblo diferente y complicado, hecho con

los desperdicios de los otros pueblos. Allí vinieron, confundidos con la hojarasca humana,

arrastrados por su impetuosa fuerza, los desperdicios de los almacenes, de los hospitales, de

los salones de diversión, de las plantas eléctricas; desperdicios de mujeres solas y de hombres

que amarraban la mula en un horcón del hotel, trayendo como un único equipaje un baúl de

madera o un atadillo de ropa, y a los pocos meses tenían casa propia, dos concubinas y el

título militar que les quedaron debiendo por haber llegado tarde a la guerra.

Hasta los desperdicios del amor triste de las ciudades nos llegaron en la hojarasca y construyeron pequeñas casas de madera, e hicieron primero un rincón donde medio catre era el

sombrío hogar para una noche, y después una ruidosa calle clandestina, y después todo un

pueblo de tolerancia dentro del pueblo.

En medio de aquel ventisquero, de aquella tempestad de caras desconocidas, de toldos en la

vía pública, de hombres cambiándose

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