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La Neibla


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2013  •  2.860 Palabras (12 Páginas)  •  330 Visitas

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iguel de Unamuno (1864-1936) nació en el lluvioso Bilbao vasco. Muere su padre cuando Unamuno tenía solamente seis años: “Apenas me acuerdo de él. La figura que aún tengo de él es la de los retratos que animaban las paredes de mi casa”. Fue un niño silencioso y reconcentrado, que se apartaba de sus compañeros en los momentos de juego y leía a Julio Verne. Recuerda con alegría sus primeros contactos con la naturaleza: “Indecible el efecto que en nosotros, niños de la ciudad, causaba la impresión del campo”.

Dejan huella en su espíritu las festividades religiosas de su Bilbao natal: Las Navidades, las procesiones de Hábeas que no olvida, porque son “recuerdos sagrados junto a la madre”. O el día de la primera comunión. Unamuno pensaba que nuestros primeros años y sus experiencias tiñen con sus olvidados recuerdos toda nuestra vida futura: “Las ideas que traemos virtualmente al nacer, las de nuestra primera visión del mundo, son el tema de la melodía continua que se va desarrollando a todo lo largo de nuestras vidas”.

En el fondo dramático y paradójico de su personalidad nunca dejó de resonar temblorosa su niñez. Pensaba que para conservar la auténtica libertad interior había que conservar la niñez viva con todos sus recuerdos, impresiones y emociones: La espontaneidad ante el espectáculo de la vida, la ternura en los brazos de la madre. Toda su obra será como un comentario autobiográfico a sus recuerdos, dudas y emociones.

Comenzó su juventud en el año 1874 en el Instituto de Enseñanza media. Es el año del bombardeo de Bilbao en el transcurso de la Tercera Guerra Carlista (1833 y 1876). Es uno de los periodos más gratos de la primera juventud de Unamuno. No había clase y se pasaba todo el día jugando en la confitería de sus tíos. Apenas estallaban las bombas en las calles, salía a recoger los cascos que aún quemaban. Entraba en las iglesias destruidas, jugaba al escondite en las naves de las ruinas de la iglesias.

El estudio del bachillerato significó para Unamuno el contacto con el mundo alucinante del saber, empieza para él la “concupiscencia del saber”: “Me consumía el ardor infantil de saber, de penetrar en los misterios de la cultura y una como tristeza prematura acompañada de pobreza física”. Unamuno adolescente fue un joven enfermizo, triste y ansioso de saber. “Con el ardor de mi inteligencia creía la debilidad de mi cuerpo. Ordenáronme los médicos dar paseos por el campo. ¡Qué triste tener que pasar de aquellos paseos al aula oscura”.

Unamuno no olvidará en su vida las sensaciones campestres. En verano iba a una casa de campo que tenía su abuela en Deusto. Recordará siempre las viejas sillas de aquella casa, el cuadro del Ecce Homo lleno de sangre, la huerta con sus parras y naranjas. “En el campo llueve de otra manera que en la ciudad, con más pureza, con más dulzura, con más libertad. Dulces veranos en aquella casita de Deusto que me abrieron el alma al sentimiento del paisaje”. Es el paisaje suave de Vasconia el que alimentó los primeros sentimientos del joven Unamuno.

Más tarde, en Madrid, después de pasar una profunda crisis religiosa y tras la pérdida de la fe, Unamuno se convertirá a la Hispanidad (palabra que él inventó) y centrará su sensibilidad en el paisaje de Castilla que reflejaba en su ascetismo exactamente el estado desolado y desértico de su alma y espíritu tras la crisis religiosa de su juventud.

En el bachillerato son la retórica y la sicología las asignaturas que más le atraen: “El cuarto curso fue el más anhelado para mí, el de sicología y los misterios del espíritu; este curso fue el que mayor revolución causó en mí Eran las primeras lecturas a solas en casa, mientras todos dormían”.

A los 14 años sufre su primera crisis de pubertad: “Consumíame un ansia de esclarecer los eternos problemas. Compré un cuadernillo y empecé a desarrollar un nuevo sistema filosófico”. Terminado el bachillerato, se marcha a Madrid. El primer año en Madrid aún va a misa y a comulgar. Era un mozo morriñoso de su Bilbao natal y de su casa.

La lectura de filósofos alemanes y el intento de racionalizar la fe lo llevaron a abandonar la práctica religiosa en la que había sido educado. Ello supuso el inicio de su preocupación religiosa, de un afán por entender a Dios que marcó toda su obra y toda su existencia.

Estudió en la Universidad de Madrid donde se doctoró en filosofía y letras con la tesis titulada Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca (1884), que anticipaba sus posturas contrarias al nacionalismo vasco de Sabino Arana.

En Madrid, Unamuno comienza a leer febrilmente y a escribir; pero sin perder nunca el hilo que le unía a sus recuerdos de su infancia. Seguía preso de las impresiones de su niñez: “de los caminos recorridos, entre dos cadenas de montañas vestidas de castaños, junto a los viejos caseríos, bajo la dulcísima melancolía del cielo vasco”.

Estudió en la Universidad de Madrid, donde se doctoró en Filosofía y Letras con la tesis titulada Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca (1884), que anticipaba sus posturas contrarias al nacionalismo vasco de Sabino Arana.

Llevó a Madrid el tema permanente de sus libros: La Muerte. En medio de los recuerdos de su feliz y despreocupada infancia, se mezcla de repente el sentimiento y la vivencia, por primera vez, de la muerte. “Fue ante la muerte de un joven compañero. Es un momento solemne cuando la muerte se nos revela, cuando sentimos que nos tenemos que morir. Recuerdo la impresión que me produjo su muerte. Abrieron la caja y pudimos ver el cadáver de nuestro amigo. No se me despinta el pobre Jesús. Pálido y chupado, con los ojos cerrados, las manos juntas tendido en la caja y con su mejor trajecito para el viaje último”.

El sentimiento de la muerte ya no le abandonará más. Unamuno hablará luego de la muerte como si fuera al exclusivamente suyo. Hablar de la muerte parecía que era robarle algo personal a Unamuno. En Madrid comenzará a leer a los teólogos modernistas Adolf von Harnack, Ernesto Renan, Alfred Loisy y a los idealistas alemanes, sobre todo a Hegel. Él mismo diría que aprendió alemán leyendo a Hegel y que en el fondo siguió siendo hegeliano toda su vida.

Unamuno será uno de los primeros en Europa en descubrir los escritos del filósofo y teólogo danés Søren Kierkegaard (1813-1855), filósofo y teólogo danés, cuyo interés por la existencia, la elección y el compromiso individuales tuvo gran influencia en la teología y en la filosofía occidental modernas, sobre todo en el ámbito del existencialismo. Aprendió danés solamente para leer a Kierkegaard en su lengua original. Sus lecturas filosóficas y teológicas le acabaron de quitar la fe de su

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