La realidad real dentro de la obra Cien años de Soledad
Enviado por Lina Durán • 16 de Abril de 2018 • Ensayo • 1.335 Palabras (6 Páginas) • 1.013 Visitas
Universidad Pedagógica Nacional
Curso de Literatura Colombiana
Lina María Atehortua Durán
La realidad real dentro de la obra Cien años de Soledad
Existen varias formas de concebir una realidad, este es un hecho que la literatura, a lo largo de su trayecto por el mundo y las civilizaciones ha dejado en claro. Por esta razón, autores de diferentes corrientes, estilos, generaciones etc., han querido mostrar su propia percepción de la realidad, lo cual resulta ser un hecho de gran relevancia, ya que de aquél interés por llamar la atención sobre la realidad nacen distintas corrientes estilísticas en la creación literaria que tienen como fin hacer una exaltación de lo real. En este caso, se busca hacer una descripción del realismo mágico, tomando como eje principal dicha exaltación de la realidad a partir de formas particulares de expresión, apelando a la crítica a través del uso del lenguaje que muestra la realidad de manera, bien sea satírica y burlesca o fantástica e imaginaria.
El realismo mágico es una estética literaria que da cuenta de la realidad a través de una perspectiva fantástica. Dentro de una novela se puede concebir una realidad total que abarca dos tipos de realidades, una es la realidad imaginaria y la otra es la realidad objetiva. La primera responde a la historia ficcionalizada que el autor propiamente ha creado para darle vida a un relato, pero detrás de ella, encontramos a la realidad objetiva, que no es otra cosa que la propia realidad histórica que contiene componentes sociales, culturales, políticos, económicos e individuales de un pueblo, y que han sido expresados a través de aquella ficción creada por el autor. Mario Vargas Llosa (S.A.) refiere en su prólogo a la obra Cien Años de Soledad, que existen diferentes crónicas dentro de la totalidad de la obra que se refieren a la objetividad o realidad real. Dichas crónicas son: La histórica-social, la familiar, las clases sociales y la individualidad. Dentro de las cuales se presenta la estructura de una civilización que trae consigo sus propias formas de configuración. Se presenta además la hiperbolización para dar una visión desproporcionada de la realidad; la exactitud en la descripción realista a través de un hecho imaginario con el uso de manifestaciones surrealistas y extrañas dando aires caricaturescos en la obra; el uso de dicotomías paradójicas como la mezcla entre magia y religión o civilización y salvajismo; también, los elementos mágicos (irreales) son presentados como normales. Según Mario Vargas Llosa (S.A), estos elementos son dados a las obras por medio de la canibalización, que es la mención de lo sucedido en la realidad a través de ampliaciones y creaciones de paisajes, personajes y ambientes que son manipulados por el autor. (p.27).
Estas características son dadas por éste con el fin último y único de hacer una crítica a la realidad existente. Específicamente a la realidad de los contextos latinoamericanos del siglo XX con la creciente ola de industrialización y la urbanización traídas por la modernidad y la revolución industrial en Latinoamérica, las guerras civiles, las dictaduras y el choque cultural que venía acentuándose desde la colonización. Un claro ejemplo, además de ser la obra que inició esta corriente literaria, es la novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, que recoge la historia del país y la ficcionaliza con la historia de Macondo en Cien Años de Soledad (1967):
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. “Las cosas tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.” José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: “Para eso no sirve.” Pero José Arcadio Buendía no creía en aquél tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. “muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa”, replicó su marido. Durante varios meses, se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras.” (Cap. I. P.3)
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