Las Batallas En El Desierto

3 de Abril de 2013

Ensayo – Las batallas en el desierto

Por José Luis Gallegos Ramírez

Después de terminar de leer (por fin…), 100 años de soledad, iniciar con éste nuevo reto lo hice con

buenos ánimos; pero algo incrédulo. Digo, acababa de leer a dos premios Nobel de literatura y de

Pacheco ni siquiera había escuchado. Ni de cerca. Y luego, ¿Qué quieren representar con esa

portada? ¿Y con el resumen de la contraportada?

Pero desde la primera frase. ¡Por favor! Qué frescura denota al escribir. Cómo disfraza esa seriedad

de tema, icónico, tabú, común… edípico. Al cual caemos, casi irremediablemente, casi

invariablemente, en la infancia y prepubertad. Confundimos sopor por atracción con

enamoramiento ante la desconocida imagen femenina de una figura, si no materna, cuasi materna,

materializada e idealizada, las más de las veces en la mamá de nuestro mejor amigo. O en la maestra

de cuarto grado. Digo, con nosotros ellas siempre estaban de buenas. Así que en ese recoveco de

cordialidad y diligencia encontrábamos lo que creíamos carecer en nuestra casa.

Te atrae esa ligereza de letras que casi te impide dejar de leer, y decir, nada más otra página… bueno,

ya quedan dos para el fin del capítulo… A comer!! Tuve que oír esa frase en tonos cada vez más

enrojecidos por culpa del morbo, y del amarillismo, y del contagio dramático infectado por los temas

de la otra, los tocamientos, el beso, las relaciones con la fámula que era considerada como propia

de la casa, la desaparición de la familia de Jim y sus rastros. Y todo esto retratado, pausado, en ese

México bonito en extinción… y en la colonia Roma. Qué más se puede pedir de una novela.

En mí particularmente me complementó escuchar la canción alusiva de los autores de conservatorio

denominados Café Tacuba: Oye Carlos, ¿por qué tuviste, qué salirte de la escuela esa mañana? ¿Oye

Carlos, porqué tuviste, qué decirle a Mariana que la amabas…?

Definitivamente recomiendo esta lectura a quienes creen que no pueden leer.

En algunas de sus partes, sobre todo en la descripción de sitios, me recordó al libro Anecdotario

estudiantil de Humberto Rubalcava Valdivia. Si les gustó esta característica de Las batallas en el

desierto, les aseguro que disfrutarán este título.

Me comentaron que en una feria de libro preguntaron a José Emilio Pacheco acerca de este libro: -

¿Usted es Carlos? Supongo que en alusión a que si él había vivido personalmente la historia que se

cuenta en este libro. Él contestó que no. Y es claro. Yo creo que sí vivió esta historia, pero dentro de

la piel de Rosales.

Gracias.

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