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Leyenda Del Sol Y La Luna


Enviado por   •  5 de Marzo de 2014  •  1.666 Palabras (7 Páginas)  •  381 Visitas

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La leyenda del Sol y la Luna

NARRADOR: Hola, les voy a narrar una leyenda que hace mucho tiempo dicen que sucedio. Se dice que cuando aún era de noche, cuando aún no había luz, cuando aún no amanecía, se juntaron, los dioses, allá en Teotihuacán.

Y se dijeron entre sí:

OCELOTTL: ¡Venid, oh dioses! ¿Quién tomará sobre sí, quién llevará a cuestas, quien alumbrará, quién hará amanecer?

NARRADOR: Y en seguida habló un joven presuncioso, alguien que presentó su rostro, haciéndose llamar Tecuciztécatl.

TECUCIZTECATL: ¡Oh dioses, en verdad yo seré!¡Yo soy la mejor elección para gran momento!

NARRADOR: Y nuevamente, los dioses dijeron:

QUIAHUITL: ¿Quién será el otro valeroso?

NARRADOR: En seguida unos y otros se miran entre sí, unos y otros agachaban las cabezas, entonces se escucho de la voz de uno de ellos:

ATL: ¿Cómo será? ¿Cómo habremos de hacerlo para saber quién será el otro?

NARRADOR: Nadie se atrevía, ningún otro presentó su rostro. Todos, grandes señores, manifestaban su temor, retrocedían. Nadie se hizo allí visible.

Nanahuatzin, uno de esos señores, viejo y con aspecto leproso quien estaba junto a ellos, permanecía escuchando cuanto se decía. Entonces los dioses se dirigieron a él, y le dijeron:

EHECATL: ¡Tú, tú serás, oh Nanahuatzin!¡Serás tu el otro escogido!

NARRADOR: Y entonces Nanahuatzin tomo la palabra, y de buena gana. Dijo:

NANAHUATZIN: Está bien, oh dioses, me habéis hecho un bien.

NARRADOR: Antes de poder convertirse en soles para alumbrar el mundo, los dos dioses tenían que hacer regalos y ofrendas. Para ello les construyeron dos gigantescos templos en forma de pirámide que aún ahora se pueden ver en Teotihuacán, la Pirámide del Sol y de la Luna. Cada uno se sentó arriba de su pirámide y estuvo ahí cuatro días, sin comer ni dormir. Tecuciztécatl ofrendó plumas hermosas de color azul y rojo, pelotas de oro y espinas rojas de coral de mar. Nanahuatzin no pudo regalar nada tan hermoso: en vez de plumas ofreció yerbas atadas entre sí, ofrendó pelotas de heno en lugar de pelotas de oro y regaló espinas de maguey pintadas de rojo con su propia sangre. Mientras los dos dioses hacían penitencia, los otros prendieron una inmensa fogata en, la cumbre de otro templo. Entonces, alguien les dijo:

D. DIVINIDAD: Ya arde el fuego, allá en el fogón. En nuestra gran roca divina.

NARRADOR: Cuando terminaron su penitencia, Nanahuatzin y Tecuciztécatl arrojaron al aire las cosas que habían ofrendado y bajaron de sus templos. Poco antes de la medianoche los otros dioses los vistieron para que se arrojaran al fuego. Tecuciztécatl se puso prendas de fina tela y un tocado de plumas; Nanahuatzin iba vestido con un maxtlatl y un tocado de papel. Era el momento esperado. Todos los dioses se sentaron alrededor de la inmensa fogata y Nanahuatzin y Tecuciztécatl se acercaron cada uno por su lado. Los pusieron con el rostro hacia la gran roca divina.

En seguida hablaron los dioses, y le dijeron a Tecaciztécatl:

XOLOTL: ¡Ten valor, oh Tecuciztécatl, lánzate, y arrójate en el fuego!

NARRADOR: Sin tardanza fue éste a arrojarse al fuego. Pero cuando le alcanzó el ardor de la gran roca divina, no pudo resistirlo, no le fue soportable, no le fue tolerable. Excesivamente había estado ardiendo el fogón, se había hecho un fuego que abrasaba. Por ello sólo vino a tener miedo, a quedarse parado, a retroceder.

En eso se escucho la voz de otro Dios.

TOTEC: ¡Vamos Tecuciztécatl, hazlo ya!

NARRADOR: Una vez más fue a intentarlo, tomo todas sus fuerzas para arrojarse, para entregarse al fuego. Pero no se atrevió. Cuando ya se acercó al ardiente fogón, sólo vino a retroceder nuevamente, no tuvo valor. Lo intento una tercera vez y no pudo. Cuatro veces de atrevimiento, cuatro veces lo intentó. Sólo que no pudo arrojarse en el fuego. El compromiso era sólo de intentarlo allí cuatro veces.

Y cuando hubo intentado cuatro veces, los Diosos exclamaron, y dijeron a Nanahuatzin:

MIMIXCOA: ¡Ahora tú, vamos ahora es tu oportunidad, Nanahuatzin, que sea ya!

NARRADOR: Y Nanahuatzin de una vez vino a tener valor, vino a concluir la cosa, hizo fuerte su corazón, cerró sus ojos para no tener miedo. No se detuvo una y otra vez, no vaciló, no se regresó. Pronto se arrojó lanzándose al fuego. En seguida ardió su cuerpo, hizo ruido y chisporroteó al quemarse.

Cuando Tecuciztécatl vio que ya ardía, se arrojó también en el fuego. Y así también pronto, él ardió.

Según se dice, en ese preciso momento, también remontó el vuelo un águila, quien los siguió,y se arrojó súbitamente en el fuego, se lanzó al fogón cuando todavía seguía ardiendo. Por eso las plumas del águila son obscuras, están requemadas. Y también se lanzó el ocelote, quien vino a caer cuando ya no ardía muy bien el fuego. Por ello sólo se pinto o se manchó con el fuego, pues ya no ardía mucho. Por eso sólo está manchado, sólo tiene manchas negras, como si estuviera salpicado

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