Lic. Lengua Castellana Y Comunicación. Esp En Admón De La Informática Educativa.

Ensayo crítico

Colombia ha sido un país de todos y de nadie. Un país sin dolientes. Recordar nuestra historia es evitar que se repitan capítulos de violencia, abuso de poder, desigualdades y horrores en todo el sentido de la palabra.

Nuestro sistema educativo no ha contribuido en la formación de generaciones que luchen por el bienestar colectivo; sino que acalla con el grito y la represión cualquier intento de disensión. Muchos educadores y padres de familia han repetido la canción de la cigarra con sus hijos y educandos, prolongando así la cadena de desdichas y silencios mutiladores de la palabra y la creatividad a la que hemos sido llamados desde nuestros orígenes. Nuestros gobiernos no se han quedado atrás al silenciar a tantas y tantos colombianas y colombianos que han intentado ser profetas de la esperanza en medio de tanta desolación y desamparo.

Para ningún ciudadano colombiano es novedad saber que muchos de los líderes del país han sido asesinados con la venia del gobierno de turno, que confabulado con las fuerzas oscuras e ilegales que el mismo ha patrocinado y en el peor de los casos, ha creado, elimina de raíz toda oposición que interfiera en su mediocre desempeño.

Nuestra historia nacional ha sido bañada por la sangre de las clases pobres que emprenden una lucha ciega unos contra otros, muchas veces sin entender las causas a fondo, sino únicamente patrocinados, incitados, sublevados, por quienes están en las cúpulas de los poderes, y que se benefician de la guerra como la empresa más lucrativa para esas clases sociales que habitan y desangran el país.

Nosotros los colombianos vemos pasar la historia pasivamente sin tomar cartas en el asunto sino para denigrar de los gobiernos de turno que cada generación se merece porque los han escogido por voto popular. ¿Ingenuidad? ¿Cansancio histórico? ¿Desesperanza? Las causas serán muchas, imprecisas y variadas, pero una cosa si es cierta: somos pasivos, porque el miedo está en la raíz de la conciencia histórica. Colombia es el país que da muerte a sus profetas ante la mirada atónita e indiferente de los ciudadanos.

Nos es extraño decir que estados Unidos ha manejado nuestros intereses para sacar su propio provecho. Ese país, potencia mundial, se ha tomado el derecho de decidir sobre qué tipo de educación se debe impartir en los países del sur. Nos venden desde comics, hasta programas televisivos que sólo generan comportamientos antipatrióticos, y sólo queda el deseo del país del norte como modelo de vida perfecta, cuando la verdad es que Norteamérica y Europa sólo nos han dejado miseria y sudor de obrero.

A todo esto se le añade el poder moralista y manipulador de la iglesia que no ha permitido que el pueblo se levante, piense y opine en la búsqueda de mejores oportunidades para todos. La iglesia ha sido un

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