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¿MI ABUELA TIENE ALZ... QUE?


Enviado por   •  6 de Febrero de 2017  •  Reseña  •  702 Palabras (3 Páginas)  •  1.460 Visitas

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¿MI ABUELA TIENE ALZ… QUE?

        Me llamo María. Quiero contarte una historia acerca de mi abuela porque últimamente se ha vuelto un poco rara.

        Cuando yo era pequeña la iba a visitar a su casa enorme. Olía a muchas cosas ricas, como mermelada de fresas frescas. Mi abuela siempre me recibía con los brazos abiertos. Me encantaba verla cada vez que la iba a saludar.

        Cada mañana empezaba de forma especial: la abuela me enseñaba sus “tesoros”. Tenía la cabeza llena de recuerdos y, cuando sacaba su álbum de fotos, no había una sola de mis preguntas que no contestara.

        Luego salíamos e íbamos de compras: pasábamos a la panadería y a la carnicería. Me gustaba que fuéramos a la carnicería porque ella había trabajado ahí cuando era más joven. ¡Era difícil de creer!

        De regreso a casa siempre atravesábamos el parque. Le lanzábamos trozos de pan a los patos del estanque.

        En la tarde nos convertíamos en panaderas. Me divertía mucho cocinando con ella. Nuestra especialidad era pastel de chocolate repleto de crema. Yo me ponía un delantal antes de sacar la cuchara para batir los ingredientes y cuando acababa, la abuela me dejaba comer el chocolate que había quedado en la cuchara. ¡Era maravilloso!

        En la noche me hablaba de cómo era ella cuando tenía mi edad, cuando fue creciendo. Disfrutaba mucho las historias que me contaba.

        Y luego llegaba mi momento favorito: nos mirábamos a los ojos y nos dábamos “un gran beso tronado”, como ella solía decir. Siempre nos hacia reír y nuestra risa se podía oír por toda la casa. ¡Ese beso era especial! ¡Me sentía tan tranquila y protegida con ella!

        Pero un día, cuando llegue a su casa, sentí que algo había cambiado. Me dijo: “!Buenos días Susana!” pero yo no me llamo Susana, le dije: “abuela, te equivocaste, soy María”. Pensé que estaba bromeando.

        Pero no era así. Estaba confundida. Le costaba trabajo recordar los nombres. Más tarde me dijo otra cosa extraña: “ven papá, vamos a pescar pájaros”.

        Al principio pensé que era un juego. Pero luego vi que de verdad tenía problemas con las palabras. Esa noche puso sus zapatos en el refrigerador, y luego se perdió dentro de su casa.

        A la mañana siguiente intento comerse su servilleta. Yo no podía creerlo. Tenía que observarla constantemente. Entonces entendí que la abuela no estaba jugando. Estaba enferma y, debido a su enfermedad, hacia cosas raras.

        El doctor dijo que sufría una enfermedad: Alzheimer. “¿Alz… que?”, pregunté. Fuera lo que fuera, ella necesitaba ayuda.

        Ahora la abuela ya no vive en su casa. Vive en una casa muy grande con muchas abuelas y abuelos como ella. Las enfermeras la cuidan porque ya no se puede alimentar, bañar ni salir a caminar. Ya no horneamos pasteles de chocolate con mucha crema.

        Me da tristeza que haya cambiado tanto. Pero todavía voy a visitarla con frecuencia y, ¿sabes algo?

         Ahora soy yo la que le lleva pastel de chocolate lleno de crema. Soy yo la que le enseño mi álbum de fotografías. Y soy yo la que le cuenta historias.

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