Mientras su mamá alistaba la maleta, Gotti repasaba su itinerario de viaje. Era la primera vez que lo haría sin sus padres.

“EL VIAJE DE GOTTI”

Mientras su mamá alistaba la maleta, Gotti repasaba su itinerario de viaje. Era la primera vez que lo haría sin sus padres.

Primero, su llegada a la terminal de Sol Ecito la tenía programada para la 1:15 de la tarde, justo después de asistir al que sería su último día en la universidad. Había tramitado a tiempo su pase de evaporización, lo que le ayudó pues el taxi que pidió en la base de Río Salvaje había demorado.

Su evaporización fue sumamente rápida, tan sólo le llevó unos minutos pasados los cuales arribó a la terminal de Nube Quieta, donde la fila para la condensación era bastante larga. Escuchó hablar a un pasajero que venía de regreso. No lo veía tan contento. Sus quejas iban desde el clima desastroso hasta lo gran contaminada que estaba la ciudad. Gotti se puso sus audífonos pues no quería seguir escuchando a aquella gota. Nada lo haría desistir de su gran aventura.

Flotó por varios días hasta llegar a la estación de Cirrus Stratus donde alcanzó buen lugar y se precipitó en un santiamén. Salió rápidamente del estanque de aterrizaje en Potabletown y, tomando su maleta, volteó su mirada hacia la puerta de salida pero no pudo apreciar el paisaje debido al mal clima.

Apenas dio dos pasos fuera, una gran envoltura lo golpeó, provocando que su maleta se abriera y todo empezara a flotar en varias direcciones. Un par de gotas que estaban en la parada del burbucamión, se acercaron para ayudarlo. Eran Gotavo y Gotita, un par de hermanos que regresaban a casa después de estar lejos unos cuantos años pues estudiaban en Dulsal. Los tres hicieron click de inmediato.

Subieron juntos al burbucamión que estaba llegando. La ruta que éste recorría, pasaba por la calle donde vivían los padres de Gotavo y Gotita y hacía base a una cuadra del hotel donde se hospedaba Gotti. Gotavo se encargó de ser el guía turístico de Gotti durante el trayecto. Gotita iba en silencio mirando por la ventana. Gotti alcanzó a notar en su mirada un poco de asombro y tristeza. Aprovechando un semáforo en rojo, cambió de asiento junto a Gotita. Le preguntó qué tenía y ella, aunque tardó en voltear, le contestó que no reconocía aquella ciudad tan lúgubre y sucia. Que su ciudad natal había siempre brillado, que cada rincón era un espacio digno de admirar y que aquello que ahora observaba le desagradaba.

Se acercaba la parada de los hermanos y Gotavo, dando un brinco hacia la puerta del burbucamión, invitó a Gotti a comer en casa. Gotti no quería incomodar pues apenas llegaban ellos luego de años de estar fuera. Gotavo no le aceptó la negativa y lo ayudó a bajar su maleta. Tocaron a la puerta y un par de gotas los recibieron con abrazos y besos. Gotavo presentó a Gotti a sus papás. Se sentaron a la mesa y disfrutaron de ricos manjares típicos de la región.

Más tarde Gotavo ofreció a Gotti darle un tour por los alrededores. Ambos se alistaron y salieron a pasear. La primera parada fue en la congelatería, pues el calor era insoportable. Con media hora congelados les bastó para aguantar el resto de la tarde. Caminaron unas cuantas cuadras y aquello era desolador. Muy pocas gotas se observaban por las calles. Gotavo se topó con un amigo de la infancia, quien parecía estar enfermo. Ambos se saludaron y Gotavo lo cuestionó sobre su color. Gotamón le contó que un año atrás, paseando entre las olastras, se había salpicado con petróleo mismo que se diluyó en él y le seguía costando sesiones largas en la clínica para poderse librar de ese desecho.

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