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NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1974: TENDENCIAS; AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES


Enviado por   •  18 de Octubre de 2019  •  Apuntes  •  2.628 Palabras (11 Páginas)  •  340 Visitas

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5. NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1974: TENDENCIAS; AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES

La Guerra Civil supuso una ruptura brutal en la vida cultural española. El aislamiento de España, el exilio de buenos novelistas (Ramón J. Sender, Rosa Chacel, Max Aub y Francisco Ayala, por ejemplo), y la fuerte censura hicieron que la ruptura con la narrativa anterior a la guerra fuera total.

Durante los años cuarenta surgen diferentes tendencias. Los escritores franquistas escriben novelas de propaganda, en las que se cuenta la Guerra Civil desde su punto de vista y se alaba el nuevo régimen político. También aparece una corriente novelística realista y de corte existencialista. Suelen contar las experiencias de un protagonista que sufre en la sociedad gris, cerrada y pobre de la posguerra y no encuentra sentido a la vida.

Camilo José Cela (premio Nobel en 1989) publica con gran éxito su primera novela, La familia de Pascual Duarte. En ella se nos cuentan la terrible historia plagada de crímenes de su protagonista, un hombre a punto de ser ejecutado por homicida. Inaugura con ella el movimiento literario del tremendismo, que  centra en los aspectos más desagradables y tremendos de la realidad.

Carmen Laforet escribe Nada, la historia de una joven que se instala en Barcelona, en casa de sus tíos, para comenzar sus estudios universitarios. El ambiente en el que vive está marcado por la reciente guerra: el ambiente es cerrado y agobiante, los personajes están desquiciados y tienen muy poca esperanza en el futuro.

Miguel Delibes muestra en sus novelas una gran sensibilidad por los más débiles, y denuncia los abusos de los poderosos y la hipocresía de la sociedad conservadora. Su visión de la vida es desesperanzada en ocasiones y su prosa sencilla y elegante. Algunas de sus novelas más importantes son La sombra del ciprés alargada o El camino.

En los años cincuenta se produce un relativo relajamiento de la represión y la censura, lo que permite a los novelistas hacer una literatura más comprometida socialmente, de crítica moderada. En ella, suele reflejarse la vida cotidiana de los protagonistas de manera realista.

Camilo José Cela publica La colmena, obra que se divide en capítulos muy breves que reflejan la vida de centenares de madrileños durante tres días. En ella se critica el estancamiento de la sociedad española: no hay lugar en ella para el cambio ni para las esperanzas de sus protagonistas, que viven en un entorno de miseria económica y moral.

Rafael Sánchez Ferlosio es, con El Jarama, el máximo representante del objetivismo, técnica que procura la mayor objetividad reproduciendo los diálogos de los personajes, sin intervención del narrador.

El final del realismo social se produjo en los años sesenta, en los que aparece una novela más experimental –como ya hacía tiempo que sucedía en Europa– en la que son frecuentes los juegos de narrador y punto de vista, la ruptura de la linealidad de la trama y la prosa muy fragmentada. Se suele imitar el el desorden de las ideas cuando pensamos mediante el uso de la técnica del monólogo interior. Se busca un lector más activo y atento.

La obra más conocida de esta corriente es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, pero también destacan Volverás a Región, de Juan Benet, la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario, el largo monólogo de Carmen, una viuda que pasa cinco horas velando el cadáver de su marido o La saga-fuga de J.B, de Gonzalo Torrente Ballester, publicad aya en los años setenta. El experimentalismo llevo a extremos como Oficio de tinieblas, 5, de Camilo José Cela, tan compleja que es dificilísima de leer.

Poco a poco se vuelve a una novela más tradicional, como Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé o La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, ya en los años setenta.


6. EL TEATRO DE 1939 A FINALES DEL S. XX. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES

El teatro, al ser el género que es más accesible para el gran público por su condición de espectáculo,  es el más castigado por la censura. Tenemos que pensar además que al acabar la guerra algunos dramaturgos habían fallecido por causas naturales, como Valle-Inclán y Unamuno y otros, como Lorca o Pedro Muñoz Seca, habían sido asesinados. También los hay que eligen el camino del exilio, como Alejandro Casona.

Como sucede con los demás géneros, existe durante el franquismo un teatro oficialista que procura fomentar los valores del régimen y desviar la atención de los problemas del país.

Durante toda la dictadura tiene mucho éxito un teatro humorístico de gran calidad literaria y enorme inteligencia que además tiene pocos problemas con la censura. Son dos los autores más destacados. Enrique Jardiel Poncela cultiva en sus obras un humor absurdo de situaciones inverosímiles, en el que mezcla la intriga con el humor. Con sus obras plantea un sentido del humor moderno, lejos del teatro sentimental. Destaca por obras como Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Eloísa está debajo de un almendro. Miguel Mihura también plantea un teatro de línea absurda, a veces avanzado a su tiempo: su primera y genial obra, Tres sombreros de copa, escrita en 1932, no pudo ser representada hasta dos décadas después porque todos los empresarios teatrales la consideraron demasiado arriesgada. A Mihura le gustaba criticar en sus textos la hipocresía y el pensamiento conservador burgueses, y defender la libertad del individuo.

En los años cincuenta aparece en escena un tipo de teatro realista y existencial con una moderada denuncia social. El principal autor es Antonio Buero Vallejo, que con Historia de una escalera (1949) inaugura este tipo de drama. Buero se identifica siempre con los más desfavorecidos, y procura que el público se identifique con ellos para generar su empatía. A pesar de las terribles circunstancias sociales que describe–la mediocridad, la falta de libertad, la pobreza de los años de posguerra– y de la derrota de los sueños de sus protagonistas, siempre muestra una gran fe en la mejor parte del ser humano. Su lenguaje es sencillo y coloquial, como el de la gente a la que representa en sus obras. Las obras de Alfonso Sastre son, dentro de la misma línea, más combativo que el de Buero. Destaca por Escuadra hacia la muerte o La mordaza.

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