Narcotráfico En Colombia
Enviado por Alefloca • 3 de Septiembre de 2014 • 9.412 Palabras (38 Páginas) • 254 Visitas
MATERIAL DE REFERENCIA ENTREGADO A LOS PARTICIPANTES DEL DIPLOMADO “PERIODISMO RESPONSABLE EN EL CONFLICTO ARMADO”
BOGOTÁ, JULIO – NOVIEMBRE DE 2005
CORPORACIÓN MEDIOS PARA LA PAZ
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
PROGRAMA POR LA PAZ
DROGAS, CONFLICTO Y ESTADOS UNIDOS.
La Colombia de principios de siglo
Por León Valencia
La extradición de Gilberto Rodríguez Orejuela hacia los Estados Unidos en los primeros días del mes de Diciembre de 2004, trajo a la memoria de todos los colombianos una época, la de finales de los años 80 y principios de los años 90 del siglo pasado, cuando el país fue estremecido por la oleada del terrorismo del narcotráfico.
Gilberto Rodríguez Orejuela, que es sin duda el segundo narcotraficante más poderoso que ha producido del país después de Pablo Escobar Gaviria, recordaba en una entrevista para una emisora local antes de ser embarcado para los Estados Unidos, que Escobar, en una campaña que denominó “plan pistola”, había hecho asesinar uno por uno a cuatrocientos policías en la ciudad de Medellín. Decía Rodríguez Orejuela que esta empresa llevada a cabo por un solo hombre que utilizaba asesinos a sueldo bien podía situarse en la primera línea de las acciones terroristas en el mundo.
Rodríguez a renglón seguido contaba que él había sido el artífice de la muerte de Escobar, que durante varios meses lo había seguido, que tenía en su haber cientos de horas de conversaciones grabadas a Escobar, que cuando vio que su presa no tenía escapatoria se la entregó a las autoridades. No es difícil colegir entonces que Rodríguez Orejuela no era menos audaz y peligroso que Escobar.
En el choque entre Escobar y el Estado y entre Escobar, que comandaba el Cartel de Medellín, y los Rodríguez Orejuela, que encabezaban el Cartel de Cali, murieron miles de personas en esa época aciaga, en algunas ciudades los edificios saltaban hechos pedazos por el estallido de las bombas poderosas de los narcotraficantes, los aviones eran espacios de miedo. Nadie en el mundo dejará de asombrarse al saber que cuatro candidatos presidenciales de disímiles tendencias sucumbieron en este enfrentamiento. La sociedad toda fue asediada.
Por ese tiempo se realizaron acuerdos de paz con cinco grupos guerrilleros que habían logrado un gran impacto en el país durante más de veinte años de actividad, se promulgó una nueva Constitución para sustituir una carta constitucional que tenía más de cien años, se le dio un vuelco a la economía promoviendo una primera apertura al mercado mundial. Pero todo esto se lo tragó la gran ofensiva terrorista del narcotráfico. Todo esto lo opacó la escalada de destrucción y muerte que desataron los carteles de las drogas. La tragedia tapó acontecimientos que en sociedades tranquilas habrían significado un cambio tan radical como inolvidable del acontecer nacional.
La sociedad colombiana se dio cuenta entonces de un fenómeno que había crecido silenciosamente en sus entrañas. Se empezó a dar cuenta también de que el cultivo, procesamiento y tráfico de drogas ya había echado raíces profundas en la vida nacional. Había generado el negocio más lucrativo y el que más dinero movía en el país. Había comprometido a millones de personas. Se había metido en la política tradicional y en las guerrillas, había generado grupos armados para proteger el negocio ilegal.
Para finales de los años ochenta Colombia se había convertido en un caso único en el mundo. En su territorio se cultivaban la coca, la marihuana y la amapola. Se había empezado en los años setenta con el cultivo de la marihuana pero luego se entró en el cultivo de la coca desplazando a Bolivia y a Perú. La audacia llegó hasta empezar también el cultivo de la amapola que había sido monopolio de Asia. En el informe de UNODOC de 2004 se registran 4.100 hectáreas cultivadas en amapola, pero investigadores como Uribe y Thoumi utilizando varias fuentes y trabajos de campo han cuestionado estas cifras. Para 1996 cuando las cifras del Departamento de Estado de los Estados Unidos hablaban de un poco más de 6.000 hectáreas estos investigadores calculaban en de 20.400 la extensión sembrada. Hay más consenso en cuanto a las hectáreas de marihuana. Se estima desde distintos lados que desde hace varios años el número de hectáreas sembradas está entre cinco y seis mil.
Pero el cultivo de la hoja de coca y el procesamiento y el tráfico de la cocaína fueron las actividades reinas en este trato con drogas ilícitas. El año 2000 fue el punto más alto de la actividad, para ese momento la extensión de los sembrados alcanzó la cifra de 163 mil hectáreas y las toneladas de Cocaína enviadas al exterior por año llegaron a 700. Colombia controlaba así cerca del 60 por ciento de este negocio en el mundo. Con el kilogramo de cocaína a un promedio de $30.000 dólares al por mayor en el mercado internacional las transacciones superaban los $20.000 millones de dólares.
Pero la característica más especial no es esta confluencia de cultivos origen de drogas sicoactivas con gran acogida en el mundo, lo más dolorosamente especial es que el narcotráfico vino a potenciar otros fenómenos presentes en la vida colombiana: La violencia guerrillera y la paramilitar; el clientelismo y la corrupción; y la cultura del atajo y la desistitucionalización del país. Al principio estos fenómenos, aunque tenían vasos comunicantes, se mantenían separados, pero luego se juntaron.
En el año 1987 un grupo de expertos convocados por el ministro de gobierno elaboró un informe sobre las violencias y dejó bien claro que se podían distinguir tres tipos de violencias: La de la delincuencia común, la del narcotráfico y la violencia por motivos políticos asociada a las guerrillas y a grupos paramilitares. Se las veía aún con dinámicas separadas. Pero fue evidente que al empezar la década del noventa estas violencias empezaron a articularse. Las guerrillas, especialmente las FARC, se metieron a cobrar impuestos a los campesinos, a controlar directamente cultivos y a procesar hoja de coca. Los narcotraficantes se metieron a conformar grupos paramilitares para defender su negocio ilegal y allí confluyeron con los ganaderos y con otros empresarios que andaban en estas prácticas. Unos y otros, guerrilleros y paramilitares, empezaron también a subordinar a fenómenos de la delincuencia común. El caso de los paramilitares fue más evidente, en Medellín y en otras ciudades, pusieron a su servicio a las bandas delincuenciales que desde tiempo atrás operaban allí, pero las FARC
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