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Nuestra América


Enviado por   •  8 de Enero de 2015  •  Informe  •  2.246 Palabras (9 Páginas)  •  173 Visitas

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Nuestra América

Lo primero que reflexiona Roig respecto del texto de Martí, es acerca de cómo es que llegamos a lo nuestro, cómo nos afirmamos como valiosos y qué alcance ello implica. “Tal sería el planteo de base que surge del escrito de Martí… la pregunta es acerca del hombre como ente histórico y social y más particularmente, acerca de un hombre determinado: el de «nuestra América».”

Lo que quede de aldea en América ha de despertar … Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

La respuesta primera que nos da Martí es que es necesario superar la «mentalidad aldeana», «despertar del sueño aldeano», es decir, reconocer las limitaciones propias de nuestro horizonte de comprensión. Con ello, como en el caso de Bilbao, su pensamiento habrá de tener como base una crítica de la razón. La mentalidad «aldeana» nos lleva a ignorarnos a nosotros mismos, aun cuando suponga un modo de afirmación de un determinado sujeto, simplemente, porque ignoramos el «otro».

Los pueblos que no se conocen han de darse prisa por conocerse

Para conocernos a nosotros mismos no tenemos más remedio que conocer y reconocer a los demás, la norma que enuncia Martí no se refiere a un conocimiento entre pueblo y pueblo, sino a un reconocimiento de la diversidad interna de cada pueblo.

¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!

Nuestra América Unida [Nuestra América de José Martí]

De ahí la necesidad de lo que denomina «del recuento y de la marcha unida», superada la aldeanidad en cuanto forma de mentalidad limitada, que en el hombre de ciudad, y en particular en el universitario intoxicado de libros europeos, adquiere su máxima negatividad.

El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

El punto de partida de «lo nuestro» es la «diversidad». A ella Martí la denomina «lo que es». Al mismo tiempo, también es punto de partida la «unidad» que no sea extraña a «lo que es» y ¿qué somos? ¿Qué es «lo nuestro»? Somos «el potro del llanero», «la sangre cuajada del indio», el «país», «el estandarte de la virgen de Guadalupe», «las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza», «el alma de la tierra». Pero también esta América nuestra es «el libro importado», «los hábitos monárquicos», «la razón universitaria», «las capitales de corbatín», «los redentores bibliógenos», «la universidad europea». Este segundo aspecto de lo «nuestro» es aquel de donde ha salido la enunciación de un «nosotros» ocultante del «nosotros». Es el de los que han caído en un «olvido», que es precisamente consecuencia de la «aldeanidad» el mismo olvido del que hablaba Bilbao. Ambos escritores desarrollaron, cada uno a su tiempo, uno de los temas tal vez más interesantes dentro de la historia del pensamiento filosófico-social latinoamericano, sobre el cual se ha desarrollado toda una crítica de la razón.

Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.

Hay en «lo nuestro» una dualidad y en esto sí tenía razón el pensador argentino [Sarmiento], pero ella es … la de «lo artificial» frente a «lo natural». La llamada «civilización» es un artificio de la «razón aldeana», un universal ideológico que en cuanto tal funciona como encubrimiento, poniendo en juego el «olvido», fruto de una mala conciencia. La «barbarie», atribuida al «hombre natural» de Martí, es por el contrario, un poder histórico de desencubrimiento. El «olvido» y junto con él los proyectos de unidad de nuestra América, tomados de préstamo a Hamilton o a Sieyès, sobre los cuales se organiza doctrinalmente aquel «olvido», son los que movilizan por reacción, a un hombre marginado, que conoce además, al otro, como causa de su marginación.

Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros…

“No se trata… de un regreso a la teoría del «buen salvaje», aun cuando Martí nos diga que «el hombre natural es bueno». Es «natural» porque no está intoxicado con doctrinas… con aquellas que el hombre de la ciudad con su «razón universitaria» maneja contra él; es «bueno»… porque parte «de lo que es», en cuanto marginado y explotado, porque no integra los grupos sociales dominadores.

“… es por eso mismo un factor de irrupción en el proceso histórico, es el que denuncia con su simple vivir… los falsos principios de unidad, impuestos a partir de un desconocimiento de la diversidad. […] Es el hombre que viene a denunciar con su presencia «la parte de verdad» olvidada. Se trata de un ser que posee voz y que exige que le sea escuchada por lo mismo que se afirma en su alteridad.

Roig se pregunta acerca de cuál es ese sujeto al que Martí llamó «El hombre natural indignado y fuerte». Anteriormente se había referido ya a que se trata de una categoría, que rige nuestro proceso de la independencia, y que ofrece ciertas dificultades. Reitera que no se trata del mito del buen salvaje, ni de un hombre fuera de la historia “…por lo mismo que Europa jamás vio en este personaje fantástico un agente histórico…”; y el sujeto al cual refiere Martí sí lo es: “Con él nos está hablando de un sujeto de derecho, enfrentado a un derecho, el establecido y expresado en los libros… que goza de la fuerza institucional de la letra escrita; se trata… del destructor de una eticidad que desde su ser «natural» propone una nueva eticidad necesaria para un despliegue de la libertad humana.

“Es la expresión de la conciencia moral enfrentada a las leyes establecidas, es el principio subversivo, que es a su vez corrosivo de la eticidad vigente.”

Conocer es resolver

Frente a este sujeto histórico, “también integra «lo nuestro» … el «hombre culto», pero cuya cultura consiste en un mirar “con antiparras yanquis o francesas», colocándose “vendas» y hablando no con «palabras», sino con “rodeos de palabras», con «ambages», por el temor de ser claro. […] … es el que no pone en juego «la razón de todos en las cosas de todos», sino «la razón universitaria de unos, sobre la razón campestre de otros». Es el que ignora, a sabiendas o no, la relatividad de su propia posición y que hace de su «palabra», pretendida verdad universal. No ve o no quiere ver “que las ideas absolutas, para no caer en un yerro de forma, deben ponerse en formas relativas”. A este hombre debe sustituirle el «estadista natural», que del mismo modo que el “hombre natural», es el que tiene la capacidad de ver «lo que es», desde un saber

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