Nuevo final para novela de Crónicas de una muerte anunciada.

Nuevo final para novela de Crónicas de una muerte anunciada.

Aquel cuerpo lanzado en el suelo, tirado en aquella gigante e inmensa cocina, ya muerto, lleno de dolor, fue comenzando a ser rodeado por palomas blancas. Mil y una palomas, color perla, sinónimo de pureza, en cada segundo fueron descendiendo más y más. Aquel cuerpo comenzó a ser transformado. Cada herida comenzó a ser sanada, cada órgano juntas a sus tripas se acomodaban en su respectivo lugar. Cada gota de sangre que fue derramada de su cuerpo, que aproximada mente fueron 350 litros de sangre, comenzaban a desaparecerse. Era como si fuese la transformación perfecta e intacta siendo realizada.

Santiago Nasar, ese hombre perfecto, el hombre que todas deseaban, el gallo que más picaba, comenzó a ser quien era ser. Su rostro era impecable. Su cuerpo era el mismo, ya era él mismo y ese aroma que traía consigo Santiago, se desplegaba por toda la casa, por todas partes, por todo el pueblo, reconociendo que Santiago estaba vivo y que no estaba perdido. Santiago estaba con más fuerzas que nunca y que nada de lo sucedido impidió que su imagen de su belleza, su imagen de el hombre hermoso se perdiera en la efervescencia de los actos.

No era temprano, pero no había llegado el sol a su punto medio. Estaba fresco el día y el pueblo había retomado la justicia de los acontecimientos realiados por los hermanos. Uno decapitado y otro sin un brazo desangrándose. “Pablo está muerto” era lo único que se escuchaba por el pueblo. Santiago ya recuperado fue corriendo de inmediato a donde la sangre de ellos. Cuando se enfrentó a los cuerpos uno muerto y otro moribundo se arrodilló diciendo “Dios perdónalos”. Pedro lo escucha y baja la cabeza y cuando Santiago lo mira, Pedro retoma el cuchillo que había realizado los actos y se apuñala en el mismo corazón. Esta vez no fueron palomas las que se acercaron, si no que muchos cuervos.

Una descomposición asquerosamente rápida. No puedo creer lo que acabo de ver con mis propios ojos. Luis, busca a tu hermano, muchachos vamos a limpiar estos tristes actos. Todo el pueblo me miró con cara de enojo al saber que los que intentaron mi muerte yo los quería recoger cuando ya los quinientos cuervos se habían comido hasta los ojos y la carne de los hermanos. No fue hasta el sonido de las campanas de la iglesia que visité a mi madre y un abrazo eterno que duro solo 2 segundos al ser interrumpido por Flora Miguel, que había escuchado sobre mi muerte y no podía creer los sucesos. Ni yo sabía explicar lo que me había ocurrido. Simplemente me siento nuevo afirmaba Santiago Nasar cada rato.

Wenefrida estaba traumada, tanto así que no podía ni comer, y mucho menos dormir. Tanto asi que estuvo 60 semanas sin dormir. Yo recuerdo verlo correr y ser despedazado. Fue aterrante y no olvido sus gritos. Estas palabras las repetía cada 10 minutos y unas dos mil veces por dia. Wenefrida estaba mal de la mente, decía Plácida linero

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