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Origen De La Legua


Enviado por   •  3 de Marzo de 2015  •  1.411 Palabras (6 Páginas)  •  426 Visitas

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El origen del lenguaje

J. M. Briceño Guerrero

Introducción

LA CIENCIA DISPONE EN NUESTRO SIGLO de un imponente aparato

metodológico, cuyos aspectos heurístico, etiológico y sistemático se caracterizan por

un rigor lógico y una coherencia racional sin precedentes en la historia de la

humanidad.

Pero las grandes preguntas del hombre son anteriores al método científico;

mientras éste es el producto histórico de un desarrollo cultural acaecido en Europa,

aquéllas surgen espontáneamente de las estructuras fundamentales de la condición

humana, como musagetas universales y eternos de la reflexión, sea cual fuere el tipo

de organización social y su grado de complejidad.

Las primeras respuestas, tal como han sido transmitidas por la tradición de

todos los pueblos, se ofrecen al examen inicial como el ejercicio libre e ingenuo de

la imaginación, no corregido por autocrítica alguna, ni guiado hacia resultados

verificables, ni mucho menos constreñido por severidades epistemológicas. La

mentalidad precientífica o, para hablar con mayor amplitud, no científica en el

sentido occidental y contemporáneo del término, se satisface y complace en

lujuriantes creaciones de la fantasía y no experimenta la necesidad de afinar sus

recursos aléticos.

No hay, al parecer, puntos de contacto entre la florescencia mitopoyética de

los pueblos llamados primitivos y el riguroso tratamiento que ciencia y filosofía

suelen dar en nuestro tiempo a los grandes problemas del conocimiento. Sin

embargo, un examen más profundo pone de manifiesto las semejanzas no sólo en

cuanto a la motivación, de antemano evidente, sino también en lo que respecta tanto

al contenido nuclear de las explicaciones, como a la función psíquica de los

resultados.

Tanto el mito como la ciencia y la filosofía son formas simbólicas, elevan la

caótica experiencia inmediata al plano de la representación para organizarla y

manejarla en función de necesidades humanas y con el recurso humano por

excelencia: el signo en todas sus formas.

Ahora bien, entre las que más arriba hemos llamado “grandes preguntas del

hombre”, se encuentra la pregunta por el origen. Esta pregunta se despliega en

abanico y desde sus múltiples extremos: origen de la técnica, origen de la religión,

origen de la sociedad, origen del juego, origen de la música, origen de la poesía,

origen del estado, etc., se va concentrando para inquirir sobre el origen del hombre,

el origen de las especies, el origen de la vida y el origen del universo.

Pero un aspecto de esta gran pregunta múltiple se distingue cualitativamente

de los demás, de manera que no podemos compararlo con una de las varillas del

abanico, sino más bien con la tela o papel semicircular que las une y con el eje que,

atravesándolas en un extremo, les permite cerrarse o abrirse para cumplir su función

instrumental. Este aspecto es el que interroga sobre el origen del lenguaje.

El lenguaje es el medio que hace posible la formulación de preguntas y

respuestas. La estructura del conocimiento es lingüística. La estructura de la

conciencia es lingüística. La estructura del razonamiento es lingüística. La estructura

del mundo, tal como lo concibe y utiliza el hombre, es lingüística. El lenguaje es el

lugar de lo humano, en él vivimos, nos movemos y somos.

Preguntar por el origen del lenguaje significa intentar un salto sobre la propia

sombra, querer transgredir el “circulo no se pasa” del conocimiento humano. Sin

embargo, es propio del hombre emprender imposibles.

Los que no han comprendido el carácter aporético de esta empresa se enredan

en contradicciones de fondo y errores ingenuos. Los que lo han comprendido han

tomado el camino de la mística en su intento por superar los límites cognoscitivos de

la condición humana o han tratado de profundizar la aporía con el objeto de lograr

una solución explosiva al problema viciosamente circular de convertir al medio en

objeto, de mediatizar al mediador.

Pero el hecho mismo de formular la pregunta es ya trascendencia. Una

trascendencia que podemos llamar negativa, pues al cobrar conciencia de sí misma

siente vértigo ante la perspectiva de lo infinito y procura aniquilarse. La mente

necesita salvaguardar su coherencia para poder cumplir sus funciones ordinarias en

el ámbito de la cotidianeidad; no podría lograr esa finalidad si permaneciera abierta

y sin fundamento; mantiene pues su inmanencia erigiendo, ante la permanente

posibilidad de trascendencia, ilusorias respuestas que le permiten sostenerse, aunque

no sea sino precariamente, para la eficacia pragmática.

Esas ilusorias respuestas forman parte de la estructura arquitectónica de las

culturas; encajan armoniosamente en los esquemas de las culturas y de las culturas

obtienen sus rasgos característicos, porque las culturas, en el sentido antropológico

de la palabra,

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