Pasado Y Futuro Del Verbo Leer
Enviado por Kevinhetfield • 11 de Octubre de 2013 • 4.540 Palabras (19 Páginas) • 1.283 Visitas
PASADO Y FUTURO DEL VERBO LEER
Emilia Ferreiro
Esta presentación tiene un objetivo bien definido: problematizar el futuro de la lectura en términos de la comprensión del pasado.
Los verbos leer y escribir no tienen una definición unívoca. Son verbos que remiten a construcciones sociales, a actividades socialmente definidas. La relación de los hombres y mujeres con lo escrito no está de una vez por todas ni ha sido siempre igual: se fue construyendo en la historia. Leer no ha tenido ni tendrá la misma significación en el siglo XII y en el XXI.
La tipología textual tampoco consiste en un conjunto cerrado de géneros. De hecho, estamos asistiendo a la aparición de nuevos modos de decir y nuevos modos de escribir, a nuevos modos de escuchar lo oral y nuevos modos de leer lo escrito.
Es preciso ubicarse entre “la nostalgia conservadora y la utopia ingenua” (Chartier, 1997).
El centro del debate, ¿cómo ayudar a construir esos nuevos lectores del siglo XXI, nuevos lectores que también hay que concebir como nuevos productores de textos?
¿Estamos frente a una renovación (¿revolución?) en la definición del texto y del lector, de las prácticas de lectura y de los modos de leer?
Creo que la respuesta debe ser positiva.
En momentos de cambios radicales (y en fin de milenio) es de rigor buscar en el pasado momentos similares para tratar de atisbar el modo de ser de los cambios que se avecinan, que son parte del presente, pero un presente siempre mal comprendido porque está engullido en las premuras de lo cotidiano.
Veamos algunas constataciones de este presente confuso, antes de ir a las interpretaciones:
la expresión computer literacy (para hablar la lengua del imperio) esconde más de lo que explicita, porque una buena parte de la población del planeta, supuestamente letrada, resulta iletrada en relación con esta nueva tecnología.
Todos los aquí presentes somos parte de una generación intermedia, que “vio llegar” la computadora. Asistir a la llegada de una tecnología o nacer con esa tecnología instalada en la sociedad son situaciones diferentes. Nosotros somos como aquellos que vieron llegar el teléfono (del único aparato, bien instalado en un lugar predeterminado, al teléfono inalámbrico y el celular, marca de status tanto instrumento de comunicación); o como las generaciones que vieron llegar las reproductoras de sonido (de los discos de pasta dura a los casetes y los discos compactos, el hecho de saber que tal cosa existe, modifica fundamentalmente las expectativas y las actitudes. Nosotros hemos “visto llegar” la computadora. Los niños que ahora están en las aulas de primaria son niños que nacieron con las computadoras instaladas en la sociedad ( no en sus casas, no en sus escuelas, pero si en la sociedad). Son niños que, por ese solo hecho, tienen una diferencia radical con sus maestras (casi todas ellas atacadas por ese virus de la computer illiteracy).
Como corresponde al espíritu de fin de milenio, se anuncia el fin de las bibliotecas, de los libros y de los derechos de autor, parece un poco adormecido el sentido crítico ya que se cita con creciente insistencia el dictum de McLuhan (the médium is the mensaje) mientras que, al mismo tiempo, se proponen a la firma de los autores los contratos más fantasiosos relativos a publicación total o fragmentada de la obra, en cualquier medio conocido o por conocer, como si el mensaje fuera independiente del medio.
Todos enlazan la educación como la clave de la pertenencia al siglo XXI, pero casi nadie se atreve a enfrentar los nuevos desafíos de la alfabetización. En efecto, en medio de promesas incumplidas de alfabetización universal, en medio de la realidad brutal de una alfabetización masiva que apenas y alcanza para el libro de texto (gratuito o no), nadie se atreve a plantear abiertamente el grado de analfabetismo de los maestros y de sus alumnos y la incapacidad para pasar del libro (en singular) a los libros (en plural)… sin hablar de las redes informáticas y lindezas similares.
No es cierto que la primera gran revolución en el comportamiento lector se debió a una invención tecnológica. La primera gran revolución en los procesos de lectura fue anterior a la imprenta.
Muchas de las virtudes atribuidas durante décadas a la imprenta se sabe, gracias a recientes investigaciones históricas, que son de origen medieval. La imprenta difundió cambios que desde el siglo VII fueron introducidos por algunos escribas; no fueron los copistas de los grandes centros de cultura medieval, sino copistas irlandeses, en las fronteras geográficas de la cristiandad medieval, quienes comenzaron a dividir el texto sistemáticamente en unidades gráficas (“palabras gráficas). Un texto que, así dividió, permitía una comprensión inmediata, sin pasar por la intermediación de la voz. Esa innovación tardó varios siglos en recibir aceptación general. Pero llegó a tiempo para la gran renovación escolástica de los siglos XI a XIII en Europa ( Saenger, 1997a).
Procedimiento insólitos de copia veloz fueron inventados para suplir las necesidades de textos de las nuevas universidades (así, por ejemplo, el sistema de los peciae, utilizado por los copistas profesionales de la universidad de París desde el siglo XIII). Pero es claro que la imprenta permitió la realización de ese sueño medieval nunca alcanzado: estar frente a una copia exacta del mismo texto.
Imaginemos el escenario: la página de la antigüedad clásica (Ilustración I) estaba hecha para probar las habilidades de intérprete del lector.
Una página sin distinción de palabras y sin puntuación: ambas cosas quedaban a cargo del lector. Prepararse para “dar voz al texto”, para hacer sonar, era similar a la preparación del lector de música de nuestra época. El texto clásico estaba hecho para que “sonara”, al igual que una partitura musical. Y, también al igual que la música lo de menos eran las letras (muchas de las cuales había que restituir, por la abundancia de las abreviaturas). Lo que realmente importaba era la interpretación.
Control social sobre la interpretación (una mala lectura en voz alta podía equivaler a la herejía, algunos siglos más tarde). Esta página de la antigüedad clásica y de los primeros siglos medievales es radicalmente diferente de la página con la cual hemos convivido durante casi diez siglos: una página que permite (sugiere) una interpretación (ilustración 2).
Una pagina que permite la extracción de un fragmento para un acto de citación (Illich,1994).
Los cambios que dieron lugar a esa “gramática de la legibilidad” (Parkes, 1992) produjeron ese tipo de texto que nos resulta familiar: un texto con título y autor claramente visibles al comienzo,
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