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Personajes Masculinos En Sonata De Primavera


Enviado por   •  28 de Diciembre de 2013  •  1.341 Palabras (6 Páginas)  •  1.180 Visitas

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Personajes masculinos en Sonata de Primavera

En “Sonata de primavera”, Ramón Valle Inclán nos presenta un estilo singular de novela modernista donde emplea numerosos adjetivos pospuestos, metáforas y símiles para captar la atención y profundizar la emoción que desea transmitir a sus lectores. En esta novela el protagonista, Xavier Bradomín, se destaca por contar sus memorias amables, recordando con nostalgia sus aventuras amorosas en la ficcional ciudad de Ligura. Las hazañas de este don juan decadente, cínico y caballeroso se desarrollan en un ambiente donde su pedantería, irreverencia y cobardía se manifiestan abiertamente. El protagonista masculino de la novela se verá enfrentado por otro personaje secundario que a lo largo de la trama va evolucionando hasta convertirse en un personaje con tintes antagónicos y muy importantes en esta gesta anómala de la vida de Bradomín.

En primer lugar, la característica principal del marqués es su forma de ser donjuanesca. Él es un aristócrata que goza de una buena situación económica, y por consiguiente de un entorno elegante. Por ejemplo, Bradomín supuestamente se dirige al convento de Ligura para llevar un recado del Santo Padre para el obispo de Betulia, no obstante, parece ser que el joven se olvida por completo de su comisión. Así, Valle Inclán, con una descripción minuciosa, lleva a sus lectores a este convento que es una especie de palacete el cual cuenta con fastuosos salones, numerosas habitaciones y hermosos jardines.

Xavier Bradomín es caracterizado por ser un joven amable, educado y sentimental, pero lleno de vanidad y presunción donjuanesca. Este don Juan decadente ni bien ha terminado de instalarse en el palacete, se dedica a embaucar, acosar y acechar a María Rosario, doncella aristócrata, que está a punto de convertirse en monja. “Lo cierto es que el Marques ve todo en términos de seducción, y el objeto más concreto de sus intentos es María del Rosario, hija mayor de una dama española casada con un príncipe italiano de la familia Gaetani” (Spires 482). Él se cree un seductor en potencia; sin embargo, por sus rasgos físicos y emocionales se puede decir que es un don Juan de poca monta que al final de la historia sale huyendo cobardemente.

Por otro lado tenemos a otro personaje masculino, personaje secundario que toma gradualmente un protagonismo singular: Polonio. La esencia de este personaje del mayordomo recae en su fidelidad a la princesa Gaetani y por ende se convierte en el instrumento ejecutor de las bajezas de la misma. Las maldades de la princesa y su sirviente se mueven y se justifican en la actitud descarada e irreverente del marqués de Bradomin: acosar abiertamente a María Rosario que está a punto de convertirse en monja. Polonio es un personaje enigmático, culto, orgulloso y perspicaz. Por ejemplo, cuando Bradomin se encuentra con este personaje por primera vez se refiere de la siguiente forma: “Hálleme con un viejo y ceremonioso mayordomo que me esperaba en la puerta”. “Excelencia, mi Señora la Princesa me envía para que os muestre las habitaciones" (Valle Inclán 124). El mayordomo se muestra educado y solícito y extrañamente se le nota contrariado cuando el Marqués le dice que no pensaba quedarse en el palacio de los Gaetani. Sin embargo, cuando Bradomín decide quedarse en Palacio con la excusa de que prefiere ese lugar con sus cinco doncellas encantadas que a los graves teólogos del Colegio Clementino, Polonio lo mira con perspicacia y asombro. Parece que el criado quiere decirle algo, pero calla astutamente, mostrándole el camino con una sonrisa servil y respetuosa. Es más, conforme transcurre la historia el mayordomo va transformándose y mostrando su verdadera personalidad. En otra escena, Xavier Bradomin lo describe con prolijidad haciendo que el lector lo imagine tal cual es: “Era un viejo rasurado, vestido con largo levitón eclesiástico que casi le rozaba los zapatos ornados con hebillas de plata” “andaba en la punta de los pies, sin hacer ruido, y a cada momento se volvía para hablarme en voz baja y llena

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