Ratón Oliver

Había una vez un pequeño ratón llamado Oliver que vivía en un viejo roble en medio de un hermoso bosque. Oliver era curioso y aventurero, siempre buscando nuevas emociones y descubrimientos.

Un día, mientras exploraba los alrededores del bosque, Oliver encontró una brillante llave dorada debajo de una hoja caída. Intrigado, decidió seguirla y ver a dónde lo llevaría. La llave lo guió hasta una pequeña puerta oculta en la base de un árbol.

Sin pensarlo dos veces, Oliver insertó la llave en la cerradura y, para su sorpresa, la puerta se abrió. Delante de él se encontraba un mundo completamente diferente. Era un jardín mágico lleno de flores coloridas y árboles frutales.

Oliver se adentró en el jardín y descubrió que todos los animales que vivían allí eran amigables y hablaban su mismo idioma. Los pajaritos cantaban melodías alegres, las ardillas saltaban de árbol en árbol y los conejos correteaban por los senderos. Era como un paraíso para los animales.

A medida que exploraba el jardín, Oliver se hizo amigo de una pequeña mariquita llamada Lola. Juntos, recorrieron el jardín y se divirtieron saltando sobre los lirios y correteando por los campos de margaritas.

Pero, a medida que pasaban los días, Oliver comenzó a extrañar su hogar en el roble. A pesar de lo hermoso y emocionante que era el jardín mágico, echaba de menos a su familia y amigos ratones.

Un día, Oliver y Lola se encontraron con un viejo búho sabio que vivía en el jardín. Oliver le contó al búho sobre su nostalgia por su hogar. El búho escuchó atentamente y dijo: "A veces, el corazón anhela lo conocido y lo familiar. Es normal extrañar tu hogar, pero también es importante apreciar las nuevas experiencias que la vida te ofrece".

Las palabras del búho resonaron en el corazón de Oliver. Decidió que era hora de regresar a su roble y reunirse con su familia. Se despidió de Lola y le agradeció por la maravillosa aventura en el jardín mágico.

Oliver volvió a casa y fue recibido con alegría por su familia y amigos ratones. Les contó sobre el jardín mágico y compartió las lecciones que había aprendido. Aunque extrañaría el jardín y a Lola, Oliver sabía que siempre podría volver a visitarlos.

Y así, Oliver comprendió que la vida está llena de aventuras y nuevos lugares por descubrir, pero también es importante valorar y amar el hogar y las personas que nos rodean.

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