Resumen la Vida es Sueño
Enviado por ZONA VIRTUAL • 3 de Febrero de 2016 • Resumen • 1.485 Palabras (6 Páginas) • 373 Visitas
LA VIDA ES SUEÑO
Hoy en día no recurrimos al oráculo para conocer el destino de nuestras vidas, ni pensamos teocéntricamente, que dichas vidas, sean el camino para la otra, “…que es morada sin pesar”, como lo afirmó Jorge Manrique en plena Edad Media. Y aunque los libros como la Biblia, el Corán o los avances de las ciencias tratan de aventurar nuestro futuro, aun no existe una verdad absoluta y universal, en lo que a esto se refiere. Por ello, no es extraño entonces, que avanzada ya una década de este nuevo milenio, la vida siga siendo un sendero incierto en el cual el hombre, más temprano que tarde, siempre se encontrará frente a un abanico de posibilidades sobre lo que quiere ser, debiendo, insoslayablemente, ser él quien deba decidir cuál tomar, basado - eso sí - en sus creencias y experiencias. Pero ¿es realmente el hombre el dueño de sus decisiones? ¿Existe realmente el libre albedrío? ¿Nuestras vidas son - al fin y al cabo - lo que siempre quisimos que fueran?
En La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca - obra considerada dentro del drama religioso y en una época llena de contradicciones, de luces y sombras como el Barroco - ya se nos planteaba este tema, el cual, a pesar de los años, sigue calando en lo más hondo del espíritu humano, al presentarnos a Segismundo, su protagonista,
Encerrado en una torre y condenado por un presagio que “obliga” a su padre, Basilio, a mantenerlo desde niño, “prisionero de su vaticinio”. Ahora bien, pese a los años que hablan de un ser más evolucionado, no deja de ser curioso como en nuestra sociedad existen ciertos patrones, prejuicios o estándares de vida que condicionan al individuo y ponen - a nuestro juicio - en otro contexto al oráculo, al destino o como lo queramos llamar…“Pues dando crédito yo / a los hados, que, adivinos, / me pronosticaban daños / en fatales vaticinios, / determiné de encerrar / a la fiera que había nacido, / por ver si el sabio tenía / en las estrellas dominio”. Porque, si bien es cierto “no está escrito en las estrellas” ni está augurado por adivinos ¿Cómo podemos estar seguros de no estar encerrados en una torre al igual que el protagonista? ¿No sufrimos acaso desde que nacemos, “una condena” como la de Segismundo, en otra época y por otras razones? O de otra manera ¿No estamos siempre, como dijo Jean Paul Sartre, condenados a ser libres?
Basilio, a través de presagios, se convence de que el hijo que ha tenido será un rey tirano y cruel, por lo que decide tomar medidas para desafiar a los astros e impedir que la fatalidad toque a la puerta de su reinado. Sin embargo, a pesar de tener la intención de que Segismundo no fuera como se decía, el cautiverio en la torre, el aislamiento de la sociedad y las cadenas que lo apresaron, fueron la suma de los elementos que materializaron la fatídica
Advertencia de los hados. Segismundo se transformó en un hombre desesperanzado, no por decisión propia, sino por un mal presagio y una errónea reacción de su padre ante éste. Este nudo dramático presentado por el autor, nos permite suponer no solo que los destinos están preestablecidos, como afirmaban los griegos, sino que la personalidad, las decisiones y acciones de cada individuo no son precisamente “personales” hoy en día, pues tienen relación con los condicionamientos reflejados en patrones de comportamiento, creencias, valores y estilos de vida. En otras palabras, hoy por hoy, no somos “tan libres” como pareciera, porque estamos ciertos que muchos - si no todos - somos a la larga lo que otros quisieron que fuéramos. Como el médico, proveniente de una familia de profesionales del mismo rubro, siempre tendrá el anhelo de que su hijo siga sus pasos, porque estos le han dado una “buena vida”. Entonces claro, el hijo que ha nacido, crecido y desarrollado observando y siendo influenciado - directa e indirectamente - por su familia y la sociedad que lo rodea, sin darse cuenta, “elige” como profesión, ser otro médico, cerrándose o negándose inconscientemente a otras posibilidades subyacentes en su propio ser. Muchas son las decisiones que podría tomar, pero éstas se ven limitadas por las circunstancias que lo confinan, tanto a él como a su entorno, como le sucedió a Basilio influenciado, incluso, por el miedo a lo desconocido.
Ahora bien, hay personas que desafían “el destino”
Cuando ven que éste no es precisamente el que esperaban. Los que se salen del rebaño o van definitivamente en contra de la corriente, tal como Segismundo, quien supo entender en un momento de lucidez, “las reales intenciones” de su padre y puso fin a su venganza, derrotando su propia profecía para “mostrarse tal cual es” y cambiar su futuro cuando le dice a su padre: “Sentencia del cielo fue: / por más que quiso estorbarla / él, no pudo; ¿y podré yo, / que soy menor en las canas, / en el valor y en la ciencia, / vencerla? Señor, levanta. / Dame tu mano, que ya / que el cielo te desengaña / de que has errado en el modo / de vencerle, humilde aguarda / mi cuello a que tú te vengues; / rendido estoy a tus plantas”. Y su padre, con entrañable pena le responde: “Hijo, que tan noble acción / otra vez en mis entrañas / te engendra, príncipe eres. / (…) tú venciste.” ¿“Decidió” Segismundo perdonar a su padre o fueron las decisiones de Basilio las que permitieron que su hijo decidiera a favor de él? ¿Cuánto de nosotros es realmente nuestro y no “heredado” de los demás? ¿No son las restricciones o prohibiciones otra manera de condicionarnos como el oráculo a Segismundo? ¿No somos, de alguna manera también, artífices de nuestro propio encierro?
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