San Manuel Bueno, Martir
Enviado por chicharito14javi • 6 de Octubre de 2014 • 6.198 Palabras (25 Páginas) • 327 Visitas
ESTUDIO MONOGRÁFICO DE San Manuel Bueno, mártir.
Introducción. Génesis.
Esta novela corta es considerada por muchos críticos como la más característica dentro de la narrativa del autor. En su prólogo dijo Unamuno: “Tengo la conciencia de haber puesto en ella todo mi sentimiento trágico de la vida cotidiana”. Por su fecha (1931), recoge las reflexiones del Unamuno viejo ante problemas que no habían dejado de preocuparlo.
En 1930 regresa el autor de su destierro. Su primera intención es entrar en la política, entregarse de nuevo a la tarea regeneradora de España, tras el paréntesis de la dictadura. Pero he aquí unas palabras suyas de aquel año: “Volví para reanudar aquí, en el seno de la patria, mis campañas civiles o, si se quiere, políticas. Y mientras me he zahondado en ellas, he sentido que me subían mis antiguas, o mejor dicho, mis eternas congojas religiosas, y en el ardor de mis pregones políticos me susurraba la voz aquella que dice: “Y después de esto, ¿para qué todo?, ¿para qué?” Y para aquietar esa voz o a quien me la da, seguía perorando a los creyentes en el progreso y en la civilidad y en la justicia, y para convencerme a mí mismo de sus excelencias”.
Poco después de escribir estas palabras, escribirá San Manuel Bueno, mártir, en donde hallarán profundo eco tales preocupaciones. La idea de un sacerdote que pierde la fe era vieja en Unamuno (había conocido un caso tiempo atrás). Pero en la génesis de la obra inciden diversas lecturas: la de El vicario de Cigés Aparicio, la de una obra de Rousseau: Profesión de fe del vicario saboyano, pero Unamuno se inspira más de cerca en una novela del italiano A. Fogazzaro, Il Santo (1905). En ambas obras se desarrolla un tema semejante; los paralelismos entre los personajes y sus nombres son notables, así como los que existen entre los nombres de los pueblos, el escenario (el lago) y ciertos episodios. Esta novela la consideraría Unamuno como una incitación para tratar un tema muy suyo, aunque las dos son estéticamente diferentes. Además, antes de ponerse a escribir su novela, Unamuno viajó al lago de Sanabria y su comarca (San Martín de Castañeda, provincia de Zamora), de donde recibió otro impulso para su creación (allí se conserva la leyenda de un pueblo, Valverde o Villaverde de Lucerna, que se encuentra sumergido en el lago).
Argumento
Ángela Carballino escribe la historia de don Manuel Bueno, párroco de su pueblecito, Valverde de Lucerna. Múltiples hechos lo muestran como un “santo vivo, de carne y hueso”, un dechado de amor a los hombres, especialmente a los más desgraciados, y entregado a “consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir”. Sin embargo, algunos indicios permiten adivinar a Ángela que algo lo tortura interiormente: su actividad desbordante parece encubrir “una infinita y eterna tristeza que con heroica santidad recataba a los ojos y los oídos de los demás”.
Un día, vuelve al pueblecito el hermano de Ángela, Lázaro. De ideas progresistas y anticlericales, comienza por sentir hacia don Manuel una animadversión que no tardará en convertirse en la admiración más ferviente al comprobar su vivir abnegado. Y es precisamente a Lázaro a quien el sacerdote confía su terrible secreto: no tiene fe, no puede creer en Dios, ni en la resurrección de la carne, pese a su vivísimo anhelo de creer en la eternidad. Y si finge creer ante sus fieles es por mantener en ellos la paz que da la creencia en la otra vida, esa esperanza consoladora de que él carece. Lázaro, que confía el secreto a Ángela, convencido por la actitud de don Manuel, abandona sus ideas progresistas y, fingiendo convertirse, colabora en la misión del párroco. Y así pasará el tiempo hasta que muere don Manuel, sin recobrar la fe, pero considerado un santo por todos, y sin que nadie, fuera de Lázaro y Ángela, haya penetrado en su íntima tortura.
Más tarde morirá Lázaro, y Ángela se preguntará acerca de la salvación de aquellos seres queridos.
Personajes
Don Manuel: por sobrenombre Bueno (como Alonso Quijano antes y después de ser don Quijote, es decir, cuando está en su sano juicio y no “sueña”), párroco de Valverde de Lucerna, es el personaje central de la obra. La novela se organiza en torno a su lucha interior y su comportamiento para con el pueblo. La clara contradicción (o “agonía” en el sentido unamuniano de “lucha”) que se manifiesta entre estos dos aspectos de su personalidad hace que lo podamos considerar como la personificación de la suprema paradoja de Unamuno. La contradicción, asumida por el personaje y motor de la trama novelesca, se produce por la voluntad de vivir como creyente y la imposibilidad de creer. La vida es sentida por don Manuel como un continuo combate “sin solución ni esperanza de ella” entre la realidad y su deseo, la razón y la fe, y sólo acepta, como única verdad sólida, el amor al semejante, imponiendo esta verdad sobre todas las demás verdades de su conciencia. De manera que el enfrentamiento entre la razón y la fe, la verdad y la vida, será el tema central de la novela. Don Manuel no es creyente, pero actúa como si lo fuera y comunica al pueblo la fe que él no tiene para que no pierda la ilusión de vivir: “Lo primero es que el pueblo esté contento. El contentamiento de vivir es lo primero de todo”, dice don Manuel. Además, en numerosa ocasiones se establece el paralelismo entre don Manuel y Cristo, casi la identificación, para indicar la presencia de Cristo entre los hombres (su voz es divina, clama en la misa del Viernes Santo: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”, y se hace hincapié en la naturaleza humana de Cristo). También se hace referencia a Moisés, que condujo al pueblo de Israel a la tierra prometida pero no pudo entrar a ella por no haber creído en la promesa de Dios, “por haber visto a Dios cara a cara”.
Ángela: La presencia de los hermanos Ángela y Lázaro en la obra actúa como dos polos contrapuestos que van acercándose a la figura central de don Manuel. Ángela parte de una fe firme. Lázaro es ateo convencido y anticlerical. Su función es conocer al protagonista a través de sus contrarios puntos de vista. Ángela significa en griego “mensajero”, ella es la evangelista, la transmisora de la buena nueva de la vida del santo (se pretende beatificarlo). Este personaje desempeña distintas funciones: mensajera o evangelista; narradora, no omnisciente, sino limitada a lo conocido por su experiencia. Se dirige a un lector indeterminado; testigo, ya que refiere lo visto y oído, y forma parte de lo narrado. Así se mezcla lo objetivo y lo subjetivo en su narración, porque sus recuerdos mezclan sucesos en el tiempo, y no ofrece garantía
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