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San Manuel Bueno Martir


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2014  •  1.024 Palabras (5 Páginas)  •  229 Visitas

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La obra de don Miguel de Unamuno es de una enorme densidad. No es una obra que nos deje indiferentes por la cantidad de interrogantes que plantea sobre cuestiones éticas que a todos nos afectan. Empezaremos por un acercamiento muy breve sobre algunas de las claves interpretativas.

La obra nos presenta la vida de un sacerdote sin fe. Su crisis personal y sus contradicciones se nos van manifestando a través del relato que realiza una testigo: Ángela. El segundo actante en importancia es el propio hermano de Ángela, Lázaro. Lázaro, hermano de la narradora, viene de América convencido de los planteamientos modernos, la lucha contra la superstición ignorante del pueblo, la defensa de la cultura –ciudad frente a aldea-, el ateísmo y la lucha de clases –sindicalismo- como clave del progreso social. Desde esta posición antagónica a don Manuel, irá evolucionando hasta convertirse en un “apóstol” de la posición vital del protagonista. Podemos ver en el protagonista el planteamiento vital del propio autor, Unamuno, en plena crisis de fe. A finales del siglo XIX el marxismo ha proclamado sus claves: el ateísmo y la lucha social como herramientas para el progreso social –dialéctica histórica y materialista-. Parece que don Miguel, ante la perspectiva del materialismo, en la obra se planteara esta interrogante: ¿Y si Dios no existe, cómo debemos actuar los hombres?.

Desde la perspectiva de una persona con fe en Cristo –Ángela-, debemos actuar movidos por el amor, ayudando a los demás, procurando el bien del prójimo, animados por la promesa de la vida eterna y la recompensa del paraíso. Para un materialista ateo, la religión es una forma de engañar al pueblo aprovechándose de su ignorancia, hay que educar al pueblo y huir de la ignorancia –la aldea-, debemos buscar el progreso. Para un marxista, el progreso sólo puede lograrse mediante la lucha de clases, y para luchar los débiles no tienen otro camino que el asociacionismo sindical. Es la postura de Lázaro. Don Manuel concilia estas posturas en su vida y su conclusión es muy sencilla: si Dios no existe, debemos seguir actuando como si existiera. Nada debe cambiar. El principio cristiano de amor al prójimo es el que debe presidir nuestros actos. En la obra, el sacerdote se desvive por ayudar a todos y cada uno de los habitantes de la aldea. Convierte el “actuar” en su forma de luchar contra la angustia vital que le producen sus dudas, en su “opio” particular. El fin que tenemos que perseguir es procurar la felicidad en los demás. En este sentido, no ve razón alguna para desengañar a los aldeanos de su fe en Dios; parte de la idea de que, en su simpleza, no serían capaces de asumir el sufrimiento que a él le causa su duda agónica, ¿para qué quitarles su fe si con ella son felices, si con la esperanza en la vida eterna se acercan a la muerte con tranquilidad? Esta actitud manifiesta el principio de “caridad cristiana” que revela a Lázaro en el lecho de muerte de su madre cuando le arranca la promesa de rezar por ella.

En este punto es lícito preguntarse si no se la

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