Sembrando oro: La sátira que se volvió un ícono de lo mismo que juzgó
Enviado por Valentín Quintana • 14 de Octubre de 2018 • Apuntes • 417 Palabras (2 Páginas) • 93 Visitas
Sembrando oro: La sátira que se volvió un ícono de lo mismo que juzgó
Por Velkan Qross
José Guadalupe Posadas es el más grande grabador mexicano. Un hombre que supo aprovechar sus talentos gráficos para satirizar a una sociedad herida que pretendía mostrar un aspecto sofisticado y digno de los países más culturalmente avanzados. La arquitectura europea, el ferrocarril y las exposiciones internacionales de nuestro dictador favorito, Porfirio Díaz, colocaron a México en un sitio donde los demás países, verdaderamente avanzados, podían burlarse de lo que queríamos y creíamos ser. Como buen mendigo en el imperio romano y al son de “civis romanus sum”, los mexicanos imitamos, en esa época, la adoración a un falso país que, a pesar de adentrarse justo en esa época en sus orígenes y estudiar más a fondo las grandes culturas antiguas de nuestro territorio, terminó por rendirse ante el glamour de los grandes titanes globales que enriquecían la historia cultural y artística de la humanidad. Precisamente por ello, podíamos ver especímenes muy peculiares que, a pesar de su miseria social, podían gritar, cual romano orgulloso, “soy ciudadano mexicano”. Es ahí donde Guadalupe Posadas hace su ilustración más recordada: La catrina. Inicialmente llamada “La Calavera garbancera” y, posteriormente bautizada por Diego Rivera como “La Catrina”, no era más que una burla descarada y directa de todos los pobres que terminaban por adorar “estar en los huesos” con tal de portar un sombrero francés con plumaje de avestruz. Cabe incluir, como paréntesis cultural, que garbancera viene de aquellos que dejaban de vender maíz para vender garbanzos (y el de a libra nunca apareció…).
Posadas no podría estar más feliz de haber creado un ícono mexicano mundialmente conocido valiéndose de la realidad de la nación, en su mayoría, a lo largo de su historia. No pudo haber representado mejor el orgullo reposado en un falso ideal de estatus. Ojalá el gran ilustrador hubiese podido satirizar a los chauvinistas del México mágico que justifican su sentimiento de inferioridad con el discurso de la abundante historia y cultura (mayormente repleta de traiciones y crímenes atroces) o a los malinchistas que, en mejor situación que los garbanceros, viven en su propio primer mundo dentro del sucio contenedor de basura que, para ellos, es éste bello país.
Ahora podemos ver a “La Catrina” como lo que fue en un inicio: un grito de desaprobación a los sembradores de oro que disfrutaban de su lenta muerte por inanición mientras disfrutaban de abrigos europeos que a ellos jamás les quitó el frío.
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