Vargas Llosa, Mario
Enviado por yuvita • 13 de Agosto de 2012 • Biografía • 1.626 Palabras (7 Páginas) • 330 Visitas
Vargas Llosa, Mario. (2000). La Fiesta del Chivo. Madrid: Alfaguara.
Vargas Llosa narrando los últimos días del dictador Rafael Leonidas Trujillo nos da una visión general de su dictadura. Esta vista a través de tres perspectivas diferentes. La primera de estas nos la da una mujer que arrastra un terrible dolor, Urania Cabral, hija de Agustín “Cerebrito” Cabral, presidente del senado durante la dictadura, colaborador y cortesano del dictador. A través de ella conocemos un grupo de personas, del que su padre es el prototipo, muy importante en la dictadura, los burócratas civiles. Este grupo descrito como: “preparados, cabezas del país,... sensibles, cultos” (p.75), eran escogidos y utilizados por el dictador para diversos fines, tales como administrar sus bienes (p. 151) o legitimar las necesidades del régimen (p.150). Ellos tenían una lealtad y una devoción por Trujillo que llegaban a extremos absurdos. Competían y conspiraban entre sí (p.232) para estar mas cerca de él. Lo veían como el amo de sus vidas, un rey divino que les hacía un gran favor al permitirles estar a su lado. Por él eran capaces de cualquier sacrificio incluso ofrecerle lo más querido como ofrenda, sus esposas (p.74). El ejemplo más extremo lo ofrece la misma Urania que nos narra a través de la obra cómo su padre caído en desgracia ante los ojos del dictador, no vacila en ofrecer a su hija a cambio de volver a estar en los círculos íntimos de este. Es como un Abraham bíblico que ofrece lo más valioso: su única hija en sacrificio a su Dios. De esta forma Vargas Llosa hace patente una idea; la divinización de Trujillo. A este, desde los sectores más cercanos al régimen hasta los sectores pobres lo perciben como un padre, un ser divino, un mesías mandado por Dios, un elegido. La idea Dios y Trujillo (p.293) está presente en toda la obra. Otro detalle importante de los burócratas civiles es la habilidad que tuvieron muchos de ellos para sobrevivir al tirano y adaptarse al nuevo sistema democrático (p. 72).
La segunda perspectiva nos la ofrecen los conspiradores que desesperados esperan a que pase el dictador para darle muerte. Estos hombres, Antonio de la Masa, Antonio “Tony” Imbert, Amado “Amadito” García Guerrero, Salvador “el Turco” Estrella Sadhalá, Pedro “Negro” Livio Cedeño, Huascar Tejada Pimentel y Roberto Pastoriza Neret tenían varias cosas en común. Eran hombres de acción, pertenecían o estaban vinculados de alguna forma al ejército. Por supuesto eran trujillistas o mejor dicho eran miembros de la dictadura (este dato es importante, porque un grupo que no estuviera vinculado a la dictadura se le hubiera hecho mucho más difícil lograr un atentado con éxito contra Trujillo). Y lo más importante es que por alguna desgracia personal estaban profundamente decepcionados y resentidos contra el dictador. Tomemos por ejemplo el caso de de la Maza. El hermano de este Tavito, piloto y trujillista acérrimo, participó en el escándalo de Jesús Galíndez, crítico de la dictadura que fue secuestrado en Nueva York y asesinado en Santo Domingo (p.111). Ante el ruego y la advertencia de Antonio para que pida asilo, Tavito le responde: “Aquí no pasará nada. Aquí el jefe manda....¿Por qué no confiar en el jefe?” (p.114). Debido a la presión internacional el régimen asesina a Tavito y a demás testigos (p.115). Este suceso aparte de darnos la razón por las que de la Maza odia a Trujillo también nos enseña dos aspectos de la dictadura. El primero y como mencionábamos antes, es la total devoción de los miembros del régimen al dictador. El segundo es la capacidad del dictador para eliminar a sus colaboradores más fieles cuando su seguridad está en juego. Así como de la Maza, el resto del grupo están convencidos de que la única forma de lograr un cambio es matando al dictador.
La tercera perspectiva y para mí es la más fascinante es la que nos da el propio Trujillo de su gobierno y de él mismo. Vargas Llosa entra en la psiquis de Trujillo y trata de “desatanizarlo” y humanizarlo un poco, a la misma vez que intenta entender su dictadura. Así nos presenta a un Trujillo orgulloso de su físico y de ser un “marine” (p.24), obsesionado por la limpieza y la imagen (p.38 y79), hijo fiel y atento (p.366), decepcionado por el rechazo de EU a él, que le había sido tan fiel (p.25), furioso con su ingrato país que no agradecía el haberlo llevado al progreso durante 30 años (p.35), pero convencido que todo lo que hace es por el bien de este (p.227). También lo vemos decepcionado con su familia (p. 231), en especial con sus hijos (p.33). Agobiado por las presiones de los EU y la OEA (p.25), la iglesia católica que después de tantos años de amistad se le va en contra (p.33) y las conspiraciones
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