Vuelve Ala Quinta , Ah Friso , Solo Y Viudo
Enviado por anguiwe • 21 de Mayo de 2013 • 1.493 Palabras (6 Páginas) • 830 Visitas
E EVIA, Xacinto, Ramillete de Varias Flores Poéticas, estudio de Rodrigo Pesántez Rodas, ed. José J. Labrador Herraiz y Ralph A. DiFranco, México, Frente de Afirmación Hispanista, A. C. 2009, 48+ xvi+ 407+ 513 pp.
Toda obra literaria encierra en sí grandes secretos desde su creación hasta los infortunios que la catapultan al mejor estante de una librería o al último cajón del escritorio de su autor. Xacinto de Evia (1620- ?), poeta ecuatoriano y sacerdote jesuita, era muy consciente de ello, y aunque nunca llegó a ocupar las primeras filas del panorama literario hispánico, su obra, Ramillete de Varias Flores Poéticas, ha conseguido cruzar el umbral del tiempo y pervivir más de trescientos años después de su primera aparición en 1675. De ello es buena prueba la presente edición, donde se desvelan los entresijos del proceso de edición y difusión conocidos hasta el momento. Para los estudiosos de la edición literaria el texto de Evia presenta algunos aspectos de interés: desde su decisión de firmar en solitario una obra colectiva, como es ésta, hasta la correspondencia que rodea su publicación al otro lado del Atlántico. Rodrigo Pesántez Rodas hace hincapié en estos aspectos a lo largo del estudio de la edición, él desvela poco a poco los detalles que rodearon la larga y penosa vida de esta antología.
Pesántez parte de la certeza de saber que la obra de Evia ha formado parte de las historias de la literatura hispánica desde su publicación, sin embargo, también es consciente de que esto no influyó en la difusión de su contenido. La realidad es que los múltiples esfuerzos del jesuita Evia por conseguir la aprobación y la impresión de su antología no despertaron la simpatía de la crítica literaria. De hecho, la intención del Ramillete no fue comprendida hasta 1999. El objetivo de Evia se reducía a dar luz a un conjunto de poemas escritos por un grupo de amigos, de los que tan solo conocemos su nombre, el de Antonio Bastidas (1615- 1681) y el de Hernando Domínguez Camargo (1606- 1659). Todos ellos querían difundir el trabajo de su amor común por la poesía, pero el resultado no fue el esperado. A lo largo del tiempo la obra ha sido desmembrada y publicada por fragmentos sin atender al criterio de su editor, Bastidas, quien había realizado un gran trabajo de ordenación y estructuración del texto. El duro castigo sufrido por esta obra no finalizó hasta finales del siglo XIX, ya que hasta entonces fue objeto de duras críticas: la más llamativa de todas fue la del erudito ecuatoriano Juan León Mera (1832-1894) que no tuvo reparos en juzgar la obra de Evia como un "manojo de ortigas y de ruda", mostrando así su desprecio por ella. A principios del siglo XX, Marcelino Menéndez Pelayo se unió a la opinión de Mera y la calificó de "monumento de hinchazón y pedantería". Los juicios de valor dejaban claro que la obra no se adaptaba a los cánones literarios del momento. La perspectiva con la que se examinaba la obra solo alcanzaba a evidenciar una mala asimilación de los clásicos españoles, aspecto que la alejó de la posibilidad de recibir estudios más profundos que reconociesen la calidad literaria encerrada en ella.
Hacia 1920 la perspectiva para estudiar y valorar el arte cambió, momento óptimo para recuperar la compilación de Evia. El inicio del redescubrimiento del Ramillete fue en 1927, cuando Gerardo Diego leyó los poemas de Domínguez Camargo y decidió elogiar en la revista Verso y Prosa su talla poética. Esta apreciación pública abrió el camino a nuevas críticas, como, por ejemplo, la de Emilio Carilla (1948), quien analizó profundamente la obra de Camargo, o la de Bulatkin (1962) que estudió el exordio del poema. La fama y la progresiva apreciación que gozó la obra de Domínguez Camargo no puede equipararse a la de sus compañeros Evia y Bastidas. Ambos recibieron sus correspondientes elogios tardíamente a manos de los poetas y críticos de mediados del siglo XX, quienes poco influidos ya por las voces decimonónicas, comenzaron a valorarles y a ver en ellos la importancia que realmente tenían: la de ser el mayor documento de conjunto nativo que se dio en nuestros virreinatos coloniales. Debemos entonces comenzar a mirar la obra con otra perspectiva, la de sus autores. Evia, Bastidas y Domínguez Camargo no pretendían superar a Góngora ni a Quevedo, sino dar cuenta de su propio sentir literario, de la originalidad de sus plumas y de la creación poética fuera de España. La acogida de Evia llegó hacia 1940, momento en el que algunos estudiosos profieren palabras de elogio hacia
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