Alteridad: proceso para reconocer la propia cultura desde un enfoque antropológico

Alteridad: proceso para reconocer la propia cultura desde un enfoque antropológico

                                                                                López Correa Vania Abigail

Esteban Krotz  señala en “Alteridad y pregunta antropológica”  las problemáticas que surgen al tratar de hacer una “descripción de la antropología desde el punto de vista de las ciencias antropológicas como parte de las ciencias empíricas”, entre ellas se encuentra la necesidad de especificar los aspectos que debe señalar el estudio sobre el ser humano o lo humano, para así delimitar el área en la que se describe dicha disciplina, ya que ésta se relaciona con otros campos de estudio según el idioma y lugar desde donde pretende elaborarse, es decir, en algunos lugares se aborda desde aspectos políticos, lingüísticos e incluso arqueológicos como sucede en el caso particular de México.

        Posteriormente se describe una breve semblanza acerca de la historia del desarrollo de las diversas comunidades en la que se esclarece que a pesar de que la vida humana primitiva se definiera a partir de su comunidad, los cazadores-recolectores satisfacían diversas necesidades y no únicamente de alimento y caza, como suele pensarse. Así se afirma la complejidad del desarrollo activo de la comunicación que su estructura social exigía, dando como resultado una reflexión intelectual rica y quizá más constante de la que gozan las sociedades actuales por  lo que las relaciones entre la sencillez de su tecnología no están directamente relacionadas con la capacidad de habla y pensamiento.

        La reflexión referida anteriormente llevaría a los individuos y comunidades a establecer contacto con otros grupos humanos con la finalidad de “reconocer a los seres completamente diferentes como iguales”. La pregunta antropológica depende de esos encuentros, pues son concretos y se desarrollan siempre en contextos culturales e históricos únicos de ahí que el contacto cultural no pueda ni pretenda ser desarrollado como un concepto, sino en la demostración de una categoría común a todos los encuentros: la alteridad. La alteridad no refiere únicamente la experiencia con algo que resulta extraño, sino con “la experiencia de lo ajeno a través del entrañamiento de lo propio o conocido, es decir, los otros”.

        La concepción del otro no debe percibirse como individuo sino como alguien que comprehende en conjunto su cultura, además de formar parte de ella y de expresarla, permitiendo al visitante amplificar los conocimientos que tiene sobre la propia, gestando una relación dinámica-dialéctica. Ésta relación puede concebirse únicamente a partir del etnocentrismo, sólo se conoce lo ajeno a partir de lo conocido, así todas las relaciones interculturales deben entenderse como caracteres que componen el contacto entre comunidades y no el marco de condiciones en el que se desarrollan.

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