Amor y responsabilidad de Karol Wojtyla
Enviado por KingGmx • 3 de Julio de 2023 • Ensayo • 1.354 Palabras (6 Páginas) • 61 Visitas
Plenificación y sentido en el amor matrimonial bajo el enfoque personalista de Karol Wojtyla en amor y responsabilidad
- Amor y responsabilidad de Karol Wojtyla.
Cuando se habla de Karol Wojtyla, puede hacerse en dos líneas, como el gran filósofo personalista y fenomenólogo o como figura de la Iglesia Católica, Sumo Pontífice, el Papa misionero. Unos de sus grandes frutos han sido precisamente “Amor y Responsabilidad”, donde pone una mirada esperanzadora en la persona humana. El libro en su totalidad nos adentra de manera profunda al misterio del amor en el hombre, toda su capacidad de amar, haciendo un análisis exquisito a su naturaleza, su vocación pero sobre todo la condición de la felicidad.
Como buen personalista, reflexiona sobre el sujeto del amor que es la propia persona, y bajo esta óptica en el libro se refiere constantemente que el amor es todo lo opuesto a la instrumentalización del otro, a un utilitarismo despersonalizante.
Es un hecho que las generaciones actuales están sedientas de una guía que les permita guiar sus bases de relaciones con el sexo opuesto, ante un mundo frio y carente de un sentido trascendente en las relaciones de amistad y conyugales. Amor y responsabilidad no solo da una perspectiva muy distinta a la que el mundo tiende a ofrecer, sino una perspectiva que, una vez encontrada, no hará sino ayudar a tener un impacto positivo sobre la forma en la que nos relacionamos unos con otros.
- Pasos previos, un amor naciente.
Para hablar de pasos previos es importante mencionar lo que Aristóteles menciona como formas de reciprocidad, que es uno de los elementos primarios que se encuentran en todas la relaciones, “Si es un bien verdadero, la reciprocidad es profunda, madura y casi inquebrantable. Por el contrario, si es tan sólo el provecho, la utilidad o el placer los que la originan, será superficial e inestable”[1]. Nos dejas entrever una intención primaria, desde el momento en que la persona se decide acercar a la otra, ya conlleva un sentido de reciprocidad, una intención de búsqueda en su semejante.
El amor no solo se reduce al ámbito psico-físico o biológico, es una virtud y a saber es la más excelsa de las virtudes, a esto podemos agregar que el amor mismo entre un hombre y una mujer es una relación de personas, es decir tiene la característica de ser personal y denota un hondo significado moral.[2]
El amor inicia con un elemento primario llamado atractivo. Así en esta relación de personas cada uno se presenta como un bien para el otro. Sin embargo todavía este elemento puede seguir escalando, no solamente se mira a la otra persona como un bien, influyen elementos cognoscitivos e intelectuales que van develando en el otro un agrado que es vinculado o provocado por la misma voluntad. Al darse estos elementos se van conjugando una serie de emociones y sentimientos que son propios de una afectividad experimentada por este atractivo. Entonces podemos colegir que el atractivo es parte esencial del amor aunque no se reduzca solo a este ámbito, en palabras del autor es un “amor complacentiae”.[3]
Sin embargo es importante no determinar todo tampoco a la parte afectiva-emotiva, ya que una excesiva mirada en un atractivo basado en los plenos sentimientos puede viciar la forma en que se mira dicho atractivo como bien y más adelante caer en desilusiones o idealizaciones de un bien que no existió, es importante buscar la verdad también en los bienes que se aparecen y nos parecen atractivos, así mismo con la persona, buscar su verdad[4].
Una vez que este amor empieza a nacer, empieza a dilucidar otras características, como el amor concupiscente, que hace mirarse no en una realización individual si no en la necesidad que se tiene del otro, no nos bastamos a nosotros mismos.[5]
En este amor concupiscente, Wojtyla nos re direcciona a mirar no solo un carácter utilitarista donde el deseo y la sexualidad son definitorias de este tipo de amor, si no radica en la importancia de la necesidad que el hombre tiene de la mujer y viceversa, de verse complementarios uno del otro pero no en el sentido de objetos si no de bien y se sublima aún más cuando el bien es la otra persona no mi propio bien si no el otro “eres un bien para mi”; sin dejar a un lado la latencia de los deseos, del apetito concupiscente, la persona aprende a mirar de todo esto que experimenta para trascender a este valor más objetivo, “tú eres mi bien y quiero también tu bien”, es en ese momento en que pasamos a otra característica esencial del amor, el de benevolencia. Esto provoca que el amor sea verdadero y no egoísta.[6]
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