¿Cuál es el rol o el valor de la filosofía de la educación en la formación docente?

¿Cuál es el rol o el valor de la filosofía de la educación en la formación docente?

Para poder dar respuesta a esta pregunta primero tenemos que preguntarnos ¿Qué es la filosofía? Y ¿Para qué sirve?

La palabra filosofía, etimológicamente, proviene del griego antiguo que significa “amor por la sabiduría”,  y es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje.

Según Selsam, Howard: “La filosofía no es otra cosa que filosofar; es decir, aquella actividad que consiste en vivir perpetuamente en el campo de las cuestiones que nos ofrece nuestra existencia en toda su variedad.”. Hay en el filósofo un deseo por saber más de lo que se presenta.

Podemos decir entonces, que hacer filosofía es una manera de pensar que busca fundamentar el sentido de las cosas que se nos presentan como obvias, llevando a la pregunta, a su máxima expresión; preguntándonos “el por qué de los por qué” .

Otra posible definición es entender a la filosofía como el análisis de lo obvio. Algo obvio es algo que no se cuestiona, que no se muestra como parte de una trama más general y que se presenta como una verdad pura; pero la filosofía muestra justamente la contaminación de todas las verdades, muestra que en todo, siempre hay supuestos, que nada existe de manera obvia y que cuando algo se no presenta de manera obvia hay que desconfiar.

Según Darío S., creador de audiovisual “Mentira la verdad”, una de las formas para comprender que es la filosofía es diferenciándola de otras formas de pensar realidad, como del pensamiento cotidiano o técnico, en donde en el primero, encontramos que lo importante es la utilidad práctica de las cosas, es deci,r que las cosas funcionen sin ningún tipo de cuestionamiento. Por otra parte en el segundo, se busca una explicación sobre el modo de cómo funcionan las cosas,  suponiendo un paso más allá del pensamiento cotidiano. Mientras que el pensamiento técnico se pregunta el  cómo, el pensamiento filosófico se pregunta sobre el qué, interpelando el pensamiento cotidiano y cuestionándolo. Al contrario del cómo, esta pregunta sobre el qué, no tiene respuesta, y muchas veces al querer darle respuesta creemos alcanzar certezas fundamentales, cuando en realidad lo que alcanzamos son certezas funcionales.  

La filosofía como amor a la sabiduría, es también amor a la pregunta, es apostar por la búsqueda por un fin en sí mismo y no como medio para llegar otra cosa. La filosofía no nos provee las respuesta  a los grandes cuestionamientos existenciales, si no que nos ejercita en la libertad de la pregunta, invitándonos a ser más libres, abiertos y sensible con el mundo que nos rodea.

Lo interesantes de la filosofía es que la misma tiene que ver más con las preguntas que con las respuestas, es decir que el acento esta en el ejercicio incesante de la búsqueda de la sabiduría y no en alcanzarla, ya que no existe un verdad única. Por esto es que hacer filosofía es volver siempre sobre nuevas preguntas.

Según Jasper el origen o la fuerza que impulso nos filosofar es múltiple; en primer lugar tenemos a el asombro, ya que nuestros ojos nos hacen ser partícipes del espectáculo de la realidad; y este espectáculo, nos da el impuso de preguntar e investigar el universo y es de dónde sale el conocimiento. Luego, y segundo lugar, una vez que se ha satisfecho mi asombro, y con el conocimiento ya existente, aparece la duda como fuente de examen crítico de todo conocimiento. Por último y en tercer lugar, cuando el sujeto se conmociona, toma conciencia de sí mismo, de su situación y de que se encuentra perdido, se manifiestan las situaciones límites que son aquellas situaciones fundamentales de nuestra existencia, de las que no podemos salir y no podemos alterar (como la muerte). Los orígenes del filosofar, resumiendo, son: el asombro, la duda, y la conciencia de estar perdido. Todos ellos caracterizados por comenzar con un estado de conmoción y del que siempre se trata de salir.

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