EL PARADIGMA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL: ¿Oscurantismo filosófico y/o racionalización de la fe?
Enviado por FILOSOFO7 • 20 de Abril de 2021 • Monografía • 7.024 Palabras (29 Páginas) • 172 Visitas
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“LA UNIVERSIDAD DEL DIÁLOGO Y LA PAZ”
EL PARADIGMA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL:
¿Oscurantismo filosófico y/o racionalización de la fe?
(Artículo)
Asignatura: Historia de la Filosofía Antigua y Medieval
Profesor: MgSc. José Gregorio Mansilla
Estudiante: Franklin González
C.I. No. 13.625.263
Caracas, abril de 2020
EL PARADIGMA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL:
¿Oscurantismo filosófico y/o racionalización de la fe?
[Artículo]
- Introducción:
Fue necesario para la salvación humana que hubiera cierta doctrina según la revelación divina, además de las disciplinas filosóficas, que sea descubierta por la razón humana. En primer lugar, sin duda, porque el hombre se ordena a Dios como a cierto fin que excede la comprensión de la razón, según aquello de Isaías 64, 4: ¡Oh Dios, ningún ojo vio lo que preparaste para los que te aman! Sin embargo, conviene que el fin sea pre-conocido por los hombres, quienes se ordenan al fin según sus intenciones y acciones. De donde fue necesario para la salvación del hombre que en cierto modo aquello se hiciera evidente por revelación divina, que excede la razón humana. Y también, para que puedan investigarse por la razón humana aquellas cosas referidas a Dios, fue necesario para el hombre instruirse en la revelación divina. Porque la verdad sobre Dios, fue descubierta por pocos por medio de la razón, y por largo tiempo y con mezcla de numerosos errores se mostró al hombre, y, sin embargo, del conocimiento de dicha verdad depende toda la salvación del hombre que está en Dios. Por ello, para que la salvación llegara a los hombres de modo más conveniente y seguro, fue necesario que se instruyeran sobre las cosas divinas por la divina revelación. Y por ello fue necesario que, además de las disciplinas filosóficas, descubiertas por la razón, hubiera por revelación una sagrada doctrina (S. Th., I, q. 1, a. 1, co.)[1].
La filosofía como ciencia superior, nació como una actitud ante la vida, el mundo, el universo, y ante una realidad sobrenatural que rebasa el conocimiento limitado del ser humano. El primer asombro y estupor de los primeros humanos ante lo que miraban y percibían hizo que el conocimiento mítico fuera el primero en manifestarse para poder dar explicaciones de los hechos naturales a través de causas sobrenaturales. Como la causa del hecho natural se encuentra en lo sobrenatural, no la podían ver sensorialmente, por lo tanto, simplemente creían en su existencia. Esta fe será el criterio del conocimiento verdadero.
De esta forma nació en el ser humano una lógica sobrenatural interna como respuesta a los fenómenos naturales, y de esta forma el hombre daba a relucir su verdadero ser que interpreta e interroga constantemente a la realidad, tiene por necesidad que explicarle un sentido explicado al entorno y a su mundo donde habita. El ser humano logra su centro, equilibrio y tranquilidad interior cuando encuentra una respuesta, sin importar la naturaleza de la misma. Por lo tanto, si no ve la causa inmediata del fenómeno, lo buscará en las causas mediatas, lo buscará en otras “naturalezas”, en otras realidades. Lo importante es encontrar una respuesta. De allí que en tiempos primitivos los encontró en el animismo, el fetichismo, el totemismo, la mitología, entre otros.
Como afirma Santo Tomás de Aquino, como buen hijo de su tiempo, la razón humana se fue preparando para poco a poco ir descubriendo cierta doctrina según la revelación divina. Por lo tanto, el hombre necesariamente se estaba ordenando a Dios como a cierto fin que excede la comprensión de la razón. Vemos en el Aquinate que la finalidad de todo saber debe guardar relación con el destino del hombre, con su finalidad en el mundo. Es por ello, que las ciencias “deben a su manera dar cuenta de la finalidad del hombre. Y así, lo que la persona piense sobre los conocimientos adquiridos es esencial para su salvación” (Mendoza, 2018:43).
Este gran autor del siglo XIII es garante de un gran caminar filosófico desde el siglo VII cuando uno de los siete sabios de la antigua Grecia, Thales de Mileto, oriundo de del puerto de Mileto, ilumina al mundo con su actitud y devela (aletheia) el principio de causalidad y de finalidad con su concepto del “arjé”. A este le seguirán sus discípulos en oposición a sus presupuestos lógicos sobre el origen del cosmos, en forma dialéctica, pero con el mismo proyecto de su maestro: la búsqueda del elemento originario, el primer principio de las cosas.
La gran pregunta que surge en ellos es ¿De qué están hechas las cosas? Pregunta esta se extenderá a otros campos del saber y abriría el camino filosófico donde lo importante no es la respuesta en sí, sino el modo en que se le encuentra, sirviéndose del razonamiento lógico, buscando encontrar “la naturaleza” de las cosas, inquiriendo de qué están hechas las cosas, cómo se hacen, y cuál es el primer principio de dónde todos provienen. De este modo la razón lógica es punto de partida para entender las verdades que subyacen por debajo de las apariencias sensibles, esa “realidad estable o principio permanente a través de las mutaciones” que suceden constantemente en los entes (Fraile, 1997:138).
- Desde la originalidad de la filosofía griega a la tenue filosofía cristiana:
La originalidad del pensamiento filosófico griego sentó las bases históricas de la ciencia filosófica. Es de referencia obligatoria los estudios de por lo menos las ideas de Sócrates, Platón y Aristóteles. En cambio, la filosofía romana es sólo un producto pobre si se le compara con los griegos. Esto se debe en gran parte a la dependencia de los romanos de la cultura griega, de sus ideas filosóficas, su arte y su literatura. Estos más bien brillaron por su sistema jurídico o cuerpo de derecho legal y su genio político con la República. Sin embargo, no podemos subestimar que desarrollaron el pensamiento de la última Estoa con las doctrinas de Séneca, Maro Aurelio y Epícteto por un lado, y la filosofía neoplatónica de Filón de Alejandría y Plotino, por el otro; con las cuales se familiarizaron los primeros cristianos, sobre todo al Doctor y Padre de la Iglesia San Agustín.
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