Educación y amaestramiento

Respecto a la educación decía Kant: “el hombre sólo por la educación puede llegar a ser hombre. No es nada más que lo que la educación hace de él” (2009, p.31.). Si es la educación la que hace que el hombre sea realmente hombre, habría que cuestionarse al campo de la educación si se están educando hombres o se están adiestrando a un montón de mamíferos en las escuelas.

        Partiendo de esta inquietud es que se hará una pequeña reflexión sobre el sistema educativo colombiano con un poco de sentido crítico frente a la realidad que viven las escuelas en el país. Pero antes, para entender con claridad lo que se quiere decir, hay que diferenciar los términos de educar y de adiestrar, que de ningún modo son tratados desde esta perspectiva como sinónimos.

        Puede llegar a ser fácil comprender que adiestrar o amaestrar es simplemente instruir mecánicamente (Kant, 2009) porque es lo que usualmente se hace con los animales. Se les puede enseñar un montón de cosas, hasta el punto de que se ha llegado a humanizar a los animales por las cosas que pueden llegar a hacer, y aunque el tema central de esta reflexión no es decir que se están humanizando a los animales, que ciertamente puede llegar a ser todo un tratado, esto es signo de que en la actualidad el hombre es hombre por lo que hace o por lo que produce.

Quizás el hombre está dejando de ser hombre y se está convirtiendo en un animal de trabajo o simplemente en una maquina de producción reemplazable. Y es en este punto en que sería bueno preguntarse: ¿en qué momento y en qué lugar es que el hombre se transformó en algo tan insignificante? ¿No es acaso en los momentos y en los espacios donde se “educa”?

         La educación debe trascender esa simple tarea del amaestramiento que convierte al hombre en algo que solo sigue instrucciones, en un objeto con una miserable vida y sin un sentido profundo de la existencia.

Educar es más bien la formación integral de la persona, no la uniformación de individuos que pasan como por un control de calidad de un producto con unos números o letras que determinan para qué sirve. La verdadera educación debe tocar la vida de la persona, la vida del sujeto individual, pero sin olvidar que “la persona es un ser comunitario y dialógico, porque es una realidad abierta: abierta al mundo, a sí misma y a la trascendencia” (Domínguez, p. 177).

        El mundo está contaminado por una cultura impuesta por algunos poderosos que tienen a la felicidad como “el atributo intangible más vendido” (Villalba, 2012, p. 40), por una cultura a la cual lo único que le interesa es producir y producir dinero sin importar las consecuencias que afectan a todos y a todo a su al rededor. El hombre está inmenso en un mundo donde ya no importa y no interesa la dignidad de la persona, pues ya ni siquiera se habla de personas sino de individuos.

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