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El hombre como problema y misterio


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2016  •  Resumen  •  2.599 Palabras (11 Páginas)  •  952 Visitas

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Introducción

El hombre como problema y misterio es una cuestión que hace referencia a un tema bastante complejo y difícil de explicar en simples palabras. En este sentido es que puedo mencionar a Quijano & Asselborn (2012:42), quienes señalan que la denominación “hombre como problema y como misterio, hace referencia a la riqueza, profundidad y dificultad del tema y a la vez a la necesidad de aceptar los límites de la filosofía para pensar al hombre y la necesidad de tener en cuenta los datos de la revelación divina para comprenderlo más cabalmente”.

Por otra parte, cabe mencionar que cada uno de los contenidos que derivan del tema principal abordado en el presente informe, son de gran importancia para lograr una compresión más profunda de lo que significa en sí la propia asignatura, ya que el conocer mejor cual es la  relación de Dios con el hombre, su importancia, además de comprender cuál es la razón de nuestra existencia, son temas que no son ajenos al ser humano, sino por el contrario, permiten comprender, con un sentido reflexivo- crítico y ético la razón de nuestra existencia desde una mirada cristiana.

En este sentido es que el presente informe tiene como propósito exponer una reflexión personal en base al tema designado, con fuertes fundamentos que respalden lo señalado, con el objetivo de dar a conocer de una manera clara los argumentos que existen en torno a este tema, clarificando las dudas respecto al hombre como problema y misterio.

Por ende, es que cabe señalar que para la realización del presente informe han sido considerados diversos autores que permitieron realizar un análisis profundo sobre el tema en base a una fundamentación teórica valida, dentro de los cuales cabe señalar además del texto de base de Sara López “El hombre como problema y misterio”, a autores como Quijano & Asselborn “Introducción a la Filosofía y Antropología Filosófica” y a Sartre “El ser y la nada”.

El estudio del hombre es una cuestión que ha sido analizada desde millones de años atrás, siendo una problemática que ha generado diversas controversias, ya que existen diferentes teorías y posturas de grandes filósofos y científicos, que han intentado explicar el enigma que representa el “ser humano”, ya sea como hombre, pero también como ser. Por ende, es que surgió por una parte la Antropología Filosófica, ciencia que se encarga de investigar la estructura esencial del hombre, en la cual cabe mencionar a Sócrates, quien fue un gran filósofo de la edad antigua, además de ser el pionero en plantearse la inquietud sobre el misterio que el hombre representaba. Siendo gracias a su agudo sentido de análisis, que comenzó a inquietar, desafiar, hacer dudar al hombre sobre el mismo, en base a argumentos bien fundados por los cuales defendía su postura y planteaba una inquietud. Es así como sus planteamientos fueron los que generaron que grandes filósofos siguieran sus pasos, entre los cuales cabe destacar a Platón, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Quienes plantean que el hombre es un ser racional, inteligente, que posee voluntad, una naturaleza propia (esencia), por lo tanto, es un ser libre, responsable de sus actos, porque posee la capacidad de elegir.

Por otra parte, a partir del estudio del hombre surge también la Antropología Cristiana, en la cual el cristianismo sin ser una filosofía, sino más bien una religión tiene aportes significativos en la concepción del hombre, a partir de ciertas corrientes de pensamiento. Por las que brinda una visión más refinada sobre el hombre, quien se nos presenta como un ser que fue creado por Dios, a imagen y semejanza de él, dependiente y frágil frente a su creador, pues esta fragilidad permite la misericordia de Dios, además de la adopción divina como su hijo. Lo cual hace posible que la fraternidad adquiera un sentido en la comunidad cristiana.

Por otro lado, también se hace mención al hecho del pecado, el cual según el cristianismo es más que desafiar a Dios, ya es conlleva una decisión de voluntad, la cual depende de mí libre elección y guarda relación con guiar mis actos bajo el buen obrar, para calificar mis actos como positivos o negativos. Siendo una debilidad de mi ser, la incapacidad de manifestar un buen comportamiento regido por el bien.

En este sentido es que López (1984:24) señala que “ser es todo lo que existe, en donde su forma de existencia puede darse como necesaria o como contingente”. Lo que quiere decir que el ser necesario, es aquel que existe, que ha sido cerrado en su infinita perfección, ya que tiene en sí la última y suficiente razón de su existencia, caracterizándose por ser eterno, único, causa primera, omniperfecto y un acto puro.

Por el contrario, el ser contingente es definido como aquel ser que puede existir o no existir, ya que no posee en sí la razón de su existencia, por lo que necesita de un impulso de otro ser para constituirse como ser real, es decir, manifiesta una dependencia. (López, 1984: 25). Así también se caracteriza por una duplicidad en el hombre entre el bien y el mal, es decir, una tendencia hacia el ser bueno o al no serlo, lo que guía hacia la imperfección y lo malo. En este sentido, es que Sartre (1993:63) señala que “podría definirse el cuerpo como la forma contingente que la necesidad de mi contingencia toma”, es decir, este hecho se traduce por la necesidad de existir como ser contingente comprometido en medio de los seres contingentes.

En esta línea es que cabe mencionar además que la persona humana posee una doble dimensión en una sola unidad, ya que el hombre es “unión de cuerpo y alma”. Es por ello que al respecto Aristóteles señala que “el alma cumple el rol de forma (sustancial), y precisamente por ello, no obstante, su evidente superioridad respecto del cuerpo, no está en grado de escapar a la corrupción y, por tanto, a la muerte” (citado en Quijano & Asselborn, 2012:46). En otras palabras, según lo señala Quijano & Asselborn (2012: 66) “el alma es, pues, acto y forma sustancial respecto del cuerpo, que es potencia y materia”. Es decir, el alma es al cuerpo como el acto a la potencia y como la forma sustancial a la materia primera.

Por añadidura es que cabe señalar que la fuente de la originalidad de la persona radica en su espiritualidad, en donde el alma, como coprincipio sustancial, es siempre inmaterial, además de espiritual. Es por ello que Quijano & Asselborn (2012:66) señalan que “el alma intelectiva es subsistente e inmortal, porque depende del cuerpo sólo extrínseca u operativamente”.   Es decir, que esta alma espiritual no es forma inmersa en materia o una forma que agota sus virtualidades en la información, sino que trasciende el orden material.  Puesto que el alma espiritual no depende en su ser de la materia (Quijano et al: 2012:66). Al respecto es que López (1984: 32) resalta la estrecha unión entre cuerpo y espíritu cuando menciona “no soy cuerpo, ni soy espíritu, sino un ser que es compuesto de cuerpo y espíritu”. Lo que quiere decir que es una sola unidad, por la que el espíritu le permite al cuerpo estar abierto al mundo, aspirar no solo a lo finito, lo que está a nuestro alcance inmediato, sino que también aspirar a aquellos bienes que son irascibles, difíciles de conseguir.

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