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FILOSOFÍA POLÍTICA Y CRÍTICA DE LA SOCIEDAD BURGUESA: EL LEGADO TEÓRICO DE KARL MARX


Enviado por   •  2 de Mayo de 2019  •  Ensayo  •  10.824 Palabras (44 Páginas)  •  259 Visitas

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FILOSOFÍA POLÍTICA Y CRÍTICA DE LA SOCIEDAD BURGUESA: EL LEGADO TEÓRICO DE KARL MARX

A MODO DE INTRODUCCIÓN: Marx dedicó parte de su vida a refutar las enseñanzas de los padres fundadores de la disciplina (Williams Petty, Adams Smith y David Ricardo), desarrollando a causa de ello un impresionante sistema teórico. Algunos lo consideraban como un historiador, economista hasta como un iracundo profeta de la revolución. Marx fue en efecto todo esto, pero también muchos más: entre otras cosas, un brillante filosófico político. Siendo así ¿cómo explicar esa sorprendente mutación de su agenda intelectual que lo llevó a abandonar sus iniciales preocupaciones intelectuales para adentrarse, con apasionada meticulosidad, en el terreno de la economía política?

UN DIAGNÓSTICO RECURRENTE: este interrogante parecen ser particularmente trascendentes dado que existen dos opiniones; una procedente del propio campo marxista y la otra de fuera de sus fronteras, que confluyen en afirmar la inexistencia de la teoría política marxista. El famoso “debate Bobbio”, lanzado a partir de un par de artículos que el filósofo político turinés publicara en 1976 en Mondoperaio, proyectó desde el peculiar ángulo “liberal socialista”, el viejo argumento acerca de la inexistencia de una teoría política en Marx, posición que fue rechazada por quienes en ese momento eran los principales exponentes de marxismo italiano, tales como Cerroni, Giacomo Marramao, Giuseppe Vacca y otros.

En el fondo la “verdadera” teoría política del marxismo se hallaba presente en ese engendro intelectual anti-marxista y anti-leninista que se dio conocer con el nombre de “marxismo-leninismo”.

LA CRÍTICA DE NORBERTO BOBBIO: todas las críticas dirigidas a la teoría marxista de la política, la que plantea Bobbio es de lejos la más interesante y sugerente, el filósofo italiano parte de la siguiente constatación: “la denunciada y deplorada inexistencia o insuficiencia o deficiencia o irrelevancia de una ciencia marxista, entendida como la ausencia de una teoría del estado socialista o de democracia socialista como alternativa a la teoría o mejor las teorías del Estado burgués y de la democracia burguesa”.

Tres son las causas que, a su juicio originan este vacío en el marxismo. En primer lugar el interés predominante de los teóricos marxistas por el problema de la conquista del poder. La reflexión teórica- política de Marx, así como la de sus seguidores era de carácter teórico y práctico a la vez, no meramente contemplativa y se hallaba íntimamente articulada con la lucha de los movimientos obreros y los partidos socialistas por la conquista del poder político. El segundo termino el carácter transitorio y fugaz del Estado socialista, concebido como una breve fase en donde la dictadura del proletariado acometería las tareas necesarias para crear las bases materiales requeridas para efectivizar el auto gobierno de los productores, es decir, el “no estado” comunista. A estas dos explicaciones, que Bobbio había anticipado pocos años antes con otros escritos, agrega en el texto una tercera: el modo de ser marxista en el periodo histórico posterior a la revolución Rusa y sobre todo en la segunda guerra mundial. Se podría hablar de un marxismo de la segunda internacional y después otro más modificado el marxismo de la tercera internacional, no tendría sentido hablar de un marxismo de los años 50. 60.70. Bobbio señala con razón que la aparición de esos “muchos marxismos” (el marxismo oficial de la URSS, el trotskismo, la escuela de Frankfurt, la escuela de Budapest, la versión estructuralista de Althusser y sus discípulos, el marxismo anglosajón, etc.), vino acompañada por el surgimiento de una nueva escolástica animada por un furor teológico sin precedentes, cuyo resultado avivar fuerte polémicas pocos conducentes al desarrollo teórico. El filósofo italiano comenta que una de las consecuencias perversas de esta pluralidad ha sido la proliferación de riñas ideológicas que desgastaron las energías intelectuales de los marxistas en inútiles controversias como por ejemplo acerca de que si el marxismo es un historicismo o un estructuralismo.

El resultado de esta situación es lo que Bobbio denomina “el abuso del principio de autoridad” esto es, la tendencia a regresar indefinidamente al examen de lo que Marx dijo, en lugar de examinar a la luz del marxismo a las instituciones políticas de los estados contemporáneos sean éstos capitalistas o socialistas. ¿Cuál es la conclusión que llega Bobbio en su ensayo? No demasiado diferente a la de Colletti, por cierto. Leamos sus propias palabras: la teoría política de Marx.

“constituye una etapa obligada en la historia del Estado moderno. Luego de lo cual debo decir, con la misma franqueza, que nunca me parecieron de igual importancia las famosas, las demasiadas famosas, indicaciones que Marx extrajo de la experiencia de la Comuna y que tuvieron la fortuna de ser luego exaltadas (pero nunca practicadas por Lenin)”. Bobbio.

LA SUPUESTA EXCENTRICIDAD DE HEGEL: el lugar central en el debate realmente importante que la burguesía había instalado en la Europa del Siglo XIX y que no giraba en torno a las excentricidades hegelianas del “estado ético” sino sobre las posibilidades y límites del utilitarismo, es decir, de la expansión ilimitada de los derechos individuales, las fuerzas del mercado y la sociedad civil.

Bobbio plantea que tiene como eje su apreciación del papel de Hegel en la filosofía política burguesa. Es cierto que fuera de Alemania nadie discutía, al promediar el siglo XIX, si el estado era o no la esfera superior de la etnicidad o el representante de los intereses universales de la sociedad. La agenda de la política de los estados capitalistas tenía otras prioridades: la reafirmación de los derechos individuales, el estado mínimo, la separación de poderes, las condiciones que asegurasen una democratización sin peligros para las clases dominantes, la relación estado/mercado, entre otros temas y la agenda teórica de la filosofía política no era ajena a estas prioridades. En suma, un estado cuya “neutralidad” en la lucha de clases se materializa en la figura de una burocracia aislada de los sórdidos intereses materiales en conflicto, todo lo cual lo faculta para aparecer como el representante de los intereses universales de la sociedad y como encarnación de una juridicidad despojada de toda contaminación clasista. Si el utilitarismo en sus distintas variantes representa el rostro más salvaje del capitalismo, su “darwinismo social” que exalta los logros del individualismo más desenfrenado y condena a los “socialmente ineptos” a la extinción, el hegelianismo expresa, en cambio el rostro civilizado del modo de producción al exhibir un estado

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